Sanmao: una china en el Sáhara Español

Una nueva editorial, :Rata_, presenta Diarios del Sáhara, de Sanmao, seudónimo de Chen Ping (1943-1991), en traducción al catalán de Sara Rovira y Zang Ziechao, y al castellano de Irene Tor y Zang Jiechao. Se trata de una obra que se publicó originalmente en chino, y que ha tenido un gran éxito en Asia, en varias traducciones. No se trata estrictamente de unos diarios, sino de una serie de relatos sobre la estancia de Sanmao en el Sáhara español. Un texto de gran interés: en primer lugar, porque retrata un territorio colonizado por España, el Sáhara, que básicamente había sido explicado por militares españoles. Sanmao, frente a estos, da una visión del territorio no colonialista, civil, femenina, culta… Todo un contrapunto. Pero, además, este libro tiene un gran interés, porque Sanmao es capaz de relatar con mucho encanto una aventura personal que va mucho más allá de la simple fascinación por una naturaleza impresionante.

 

Estancia breve e intensa

La taiwanesa Chen Ping, de joven, dio muchas vueltas al mundo, ayudada por el dinero de su familia. Había viajado, sola, por Polonia, Estados Unidos, Dinamarca, Alemania, Polonia… Al principio de los años setenta se estableció en Madrid, y allí conoció a un chico del vecindario, José, con quien empezó a salir. En 1974 Sanmao decidió irse a recorrer el Sáhara, respondiendo a la llamada del desierto. José, que no quería dejar la relación, buscó un trabajo en el Sáhara y consiguió ser contratado en las minas de fosfatos de Fos Bucraa. Sanmao lo siguió y se estableció en Al-Aaiun, donde se casaron. Pasarían más de un año en la colonia española. Durante este tiempo, Chen Ping se dedicó a explorar el desierto, a conocer a los saharauis, a buscar fósiles y minerales, a pescar… Una vida dura, porque el salario de José era bajo y los precios en el Sáhara eran extremadamente caros. Una vida sin lujos, con una casa pequeña y sin muebles, con muchas incomodidades. Les solía faltar el agua y tenían una sola olla para cocinarlo todo. Pero este periodo resultó muy fructífero para Chen Ping. Desde El AAiún empezó a enviar relatos a los diarios de Taiwán, donde empezaría a hacerse famosa ya como Sanmao. No podría hacerlo durante mucho tiempo. El clima social en el Sáhara se fue deteriorando a medida que se acercaba la descolonización y, finalmente, la pareja tuvo que dejar el territorio.

 

El Sáhara en grises

Buena parte de la literatura colonial es absolutamente racista y da una visión profundamente negativa de los colonizados. Y buena parte de la abundante literatura de nostalgia colonial, en el caso del Sáhara, da una visión idílica de los «indígenas». Sanmao se sitúa entre los dos extremos. De hecho, en sus textos hay una clara evolución; los escritos del periodo de su llegada expresan una gran admiración por los paisajes del Sáhara, pero un gran menosprecio hacia su gente. A medida que pasa el tiempo, la escritora china va mostrando más aprecio por algunos saharauis, con los que llega a establecer cierta amistad. Ahora bien, en cualquier caso, Sanmao puede mostrar en ocasiones simpatía por los saharauis, pero no empatiza en absoluto con ellos. La distancia entre ella y los saharauis siempre es inalcanzable (quizás con una sola excepción, la comadrona Xahida, mujer, moderna y católica como ella).

 

Aspectos oscuros

En el Sáhara de Sanmao hay peleas, hay suicidios, hay alcoholismo… Y suciedad, y malos olores. En realidad, dedica uno de sus relatos, «Los baños del desierto», a explicar el asco que le produce la suciedad del país. No tiene nada de una sociedad idílica. Se trata de un entorno que, a pesar de la belleza de sus paisajes, resulta hostil para los humanos, especialmente para los foráneos: «Los saharauis eran los únicos que se encontraban como pez en el agua en el desierto, ya que para el resto de los mortales la vida allí era un auténtico infierno». Sanmao está fascinada por el Sáhara, pero no está ni cegada ni enamorada del país.

 

Mujeres en el Sáhara

El movimiento prosaharaui suele presentar la sociedad saharaui como una sociedad completamente diferente a la marroquí. Y a menudo quiere contraponer la situación «tradicional» de la mujer en el Sáhara, donde ésta supuestamente estaría liberada y tendría mucho poder, con la situación «típica» de la mujer marroquí, ahogada por el machismo. Sanmao, como mujer que era, tuvo ocasión de relacionarse bastante con las mujeres saharauis, y en sus Diarios dedica varios episodios a relatar su situación. Y aquello que relata es muy diferente a la versión de la mujer saharaui que se ha dado después de la invasión marroquí. Sanmao habla de mujeres tapadas, que no salen de casa, que no pueden hablar con hombres, que son obligadas a casarse cuando son niñas… Y, de hecho, Sanmao, a pesar de ser extranjera, en varias ocasiones es discriminada como mujer e incluso sufre un intento de violación.

 

Un príncipe azul peculiar

Uno de los aspectos más sorprendentes de la historia saharaui de Sanmao es la relación con su esposo. Ella asegura que José no era romántico, pero que le parecía bien todo el que hacía su mujer y que la adoraba. Un día, José le hizo un regalo muy especial a Sanmao: un cráneo de camello. A ella le pareció maravilloso. La relación no estuvo, a pesar de todo, exenta de tensiones. José era bastante machista: se negaba a dejar su coche a la mujer y, por orgullo, se opuso a que gastaran el dinero que Sanmao recibía de su padre, aunque pasaban auténtica miseria. En un punto de los Diarios, Sanmao no duda en explicar que «estaba bien claro de que mi hombre era un simple y tenía la cabeza más dura que una piedra», y en otro episodio lo tilda de «corto» y confiesa que el hecho de que él fuera tan limitado «me pone un poco triste». Y a pesar de todo, ella, más leída, más rica, más lista, más viajada y más experimentada, se muestra dispuesta a someterse en todo a su marido, a quedar en un segundo plano y a limitarse a hacer «de buena ama de casa», cómo dice ella misma. «Pasé a ser propiedad de José», explica con naturalidad. Sorprende que una mujer liberada como Sanmao, gran fumadora y gran bebedora, se doblara tan fácilmente a las decisiones de José. Cuando dejaron el Sáhara, Sanmao se fue a vivir con José al Canarias. Pero en 1979 él murió en un accidente de buceo y ella no volvió a casarse nunca. Dicen los que la conocieron que siempre echó de menos a su marido. Sanmao se suicidó en un hospital, en 1991, sin que los motivos de esta acción estén muy claros.

 

Sin pretensiones

Sanmao era una mujer muy culta, con un buen bagaje educativo. Y, a pesar de todo, los Diarios del Sáhara están casi desprovistos del todo de referencias literarias o de citas. La escritora china adopta un lenguaje sencillo, cotidiano, lo que le da mucha fuerza. Esta falta de referentes cultos se puede deber a las mismas circunstancias de la vida en el desierto, donde no se preocupó mucho por los placeres de la lectura. En realidad, en un episodio confiesa que no leía nada: «Preferíamos tener el estómago contento a la mente», explica. Sólo aparecen, de forma recurrente, referencias a la Biblia, un texto que Sanmao debía conocer muy bien por su formación religiosa. El único relato en que hay abundantes referentes literarios, en su mayoría de la cultura china, es «La suegra», uno de los mejores textos del libro, en el que explica una visita a su familia política. En este relato, usa magistralmente un recurso que no utiliza en el resto del libro, la ironía, y hace una reflexión muy curiosa sobre las relaciones familiares españolas vistas desde los ojos de una mujer china.

 

El desierto sin abusar

Sanmao fue al Sáhara porque se sentía muy atraída por el desierto. Soñaba en sumarse a una caravana, salir del Atlántico y llegar al mar Rojo. Pero nunca hizo este viaje que había soñado (en realidad, nunca ha habido caravanas que crucen el Sáhara de Oeste a Este). Eso sí, con su marido compraron un coche y los fines de semana realizaban excursiones hasta el mar o hacia el desierto. Sanmao amaba los paisajes desérticos, pero el desierto no se convierte en un elemento central de su narración, como lo es en algunos textos de Antoine de Saint-Exupéry o de Paul Bowles. El desierto no es el protagonista de la narración, sino un fondo fascinante. Sanmao llega al Sáhara con el sueño de emular los exploradores del siglo XIX, pero acabará yendo al desierto de picnic.

 

Colonialismo sin piropos

Uno de los aspectos más interesantes del texto de Sanmao es la visión que da del colonialismo español, alejada de la visión típica de la literatura española de temática saharaui que minimiza las tensiones entre españoles y autóctonos. La escritora china, que básicamente se siente identificada con la comunidad de los colonos españoles, a pesar de todo deja constancia de la animadversión que sienten los saharauis hacia los españoles. De hecho, un niño del vecindario que visita a menudo su casa la amenaza de muerte. Y los jóvenes del barrio continuamente insultan a los europeos. Sanmao también deja constancia del profundo sentimiento antisaharaui de algunos españoles, que son profundamente racistas. Y explica cómo, sintiéndose amenazados por los independentistas, muchos españoles llevaban pistolas. Así pues, aunque los españoles y los saharauis compartían un enemigo común, Marruecos, había una fuerte animadversión entre ambos colectivos.

 

Entre el reportaje y la ficción

Muchas de las anécdotas que explica Sanmao, sobre todo con respecto a su vida cotidiana, parecen bien reales. Pero en el último capítulo de la obra, Sanmao asegura haber conocido a Basiri, al gran héroe de la independencia saharaui, en los días que precedieron a la anexión marroquí. El problema es que Basiri desapareció en 1970, probablemente asesinado por las fuerzas de seguridad. Murió cuatro años antes de que Sanmao llegara al Sáhara; es imposible, pues que ella lo conociera (y eso implica que tampoco es cierta la escena final del libro en que la china presencia el linchamiento de la novia católica de Basiri). Tampoco parece muy verosímil el episodio que relata en «Una noche en las montañas laberínticas», en la que combina un intento de violación, una persona que casi se ahoga en arenas movedizas y una carrera nocturna por el medio del desierto. Y no tiene mucha más credibilidad la historia de un sargento legionario muy racista que muere para proteger a unos niños saharauis que juegan con una mina. Sanmao, en Taiwán, vendía sus diarios como el relato literal de sus vivencias, y muchas chicas taiwanesas querían ser como Sanmao: conocer países, encontrar a un hombre que las adorara, vivir aventuras… Su literatura, con elementos fantásticos inspirados en la realidad funcionaba, básicamente, porque se suponía que estaba basada en hechos estrictamente reales. Pero hay muchos elementos que nos hacen sospechar de la falsedad de algunos episodios.

 

Sanmao en nuestro contexto

Sanmao, sin duda, es una buena narradora. Sabe encontrar anécdotas jugosas, como las que presenta en «El esclavo mudo», «Querida suegra» o «El llanto de los camellos». Pero la narrativa sobre la colonización del Sáhara no es una novedad absoluta para los españoles (hay magníficas novelas sobre el tema, como El imperio desierto de Ramón Mayrata). Algunos episodios, como el del sacrificio del legionario por la vida de los niños colonizados, es típico de la literatura colonial española. El atractivo que podía tener Sanmao por su exotismo entre el público asiático se diluye entre el público catalán. Y a pesar de todo, Diarios del Sáhara es una narración cargada de fuerza, no tanto por la veracidad de la historia, ni por el exotismo que transmite, sino por ser la narración de la vida de una mujer colonial en un medio hostil. La vida del día a día de una mujer en un entorno que por una parte la fascina y por otra le resulta tremendamente duro. La historia de alguien que deja su casa y transita entre tres mundos: el de los chinos, el de los saharauis y el de los españoles. Todo un descubrimiento que abre el camino de la nueva editorial Rata, a la que hay que felicitar, también, por la magnífica calidad de sus ediciones.

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