El futuro de las pensiones: ¡cómo nos engañan!

La controversia sobre el fondo de reserva de las pensiones, otra puesta en escena de esa interminable obra de teatro en que se ha convertido las diatribas políticas entre PP y PSOE, al más puro estilo del barroco español. Un paripé. Todo es apariencia, nada es lo que parece. Es un absurdo pretender que un fondo de reserva pague las pensiones futuras. Y ambos lo sabían, o deberían saberlo. Como se ha demostrado, las pensiones futuras no dependen de que se haya dotado un fondo de reserva en el pasado, sino de que se obtengan excedentes reales en cada momento. Si dichos excedentes no existen, o no son suficientes, obviamente el fondo de reserva durará lo que tenga que durar, se irá vaciando. Y eso es lo que ha pasado. Añadan a ello el fiasco de los esquemas de pensiones privados, y que de manera tan generosa ambos partidos fueron incentivando fiscalmente, sin preocuparse en absoluto de los problemas reales asociados al actual sistema de pensiones público de reparto.

Pero el problema subyacente al fondo de reserva es todavía más surrealista. El diseño del fondo de reserva supone una restricción sobre el gasto público que obliga al Estado a gastar menos de lo que podría o debería. Forma parte de ese acuerdo tácito entre las élites patrias y foráneas de repudiar la política fiscal. Manda narices que unos bancos alemanes y su gobierno, que habían jugado al casino de la burbuja inmobiliaria hispana, acabaran imponiéndonos constitucionalmente una estabilidad presupuestaria absurda. Pero las élites económicas y políticas patrias no alzaron su voz. Al revés, aprovecharon la ocasión para intentar eliminar la herramienta de política económica más efectiva, la política fiscal. Pero al final, por razones estrictamente políticas, y viendo los efectos perversos de la austeridad, levantaron el pié del acelerador. De ahí el crecimiento económico desde la segunda mitad de 2014.

 

Los argumentos económicos de PP-PSOE, alarmantes

Por eso resultan profundamente alarmantes los argumentos económicos del otrora principal partido de la oposición -ya no lo es-. Muestran, por un lado, un desconocimiento todavía más atrevido que el del actual ejecutivo del PP. Por otro, reflejan un alejamiento cada vez mayor de las ideas que manan de aquellas escuelas económicas que en la actualidad están dotando de contenido al paradigma alternativo a un neoliberalismo en crisis. Sin duda es un reflejo más de la profunda crisis de la socialdemocracia.

Al menos el actual secretario de Estado de Presupuestos y Gastos, Alberto Nadal, reconoce que el Fondo de Reserva se agota, lo cual es evidente, y que cuando desaparezca, “el sistema seguiría garantizado porque habría transferencias desde los Presupuestos al sistema de la Seguridad Social”. El problema es que su solución, en ausencia de soberanía monetaria, genera más deuda soberana sin crear excedentes reales.

Cuando se analiza la sostenibilidad de las pensiones de reparto, en realidad nos enfrentamos a restricciones reales y no financieras. Es la productividad de los multifactores, es decir, del capital y del trabajo, la que permite generar los suficientes excedentes para atender a las personas dependientes. Pero si la producción real cae, bien porque disminuye la población trabajadora, bien porque caiga su productividad, no se generaran tales excedentes. En este caso o se esquilma aún más al factor trabajo o se obliga a las personas en edad de jubilación a seguir trabajando.

Resulta muy curioso observar, en este contexto, el fracaso más absoluto en aquellos países donde predominan los esquemas de pensiones privados -Chile y Estados Unidos-. Algunos de esos fondos de pensiones que se ocupan de las prestaciones de jubilación para colectivos de trabajadores específicos empiezan a presentar solicitudes para recortar los beneficios de sus partícipes. Y es en los países donde predominan los sistemas de pensiones de capitalización donde se está observando una dinámica preocupante en sus mercados laborales. Muchos trabajadores deberían estar disfrutando de la jubilación, pero la situación les obliga y, sobretodo, les obligará, a continuar en el mercado laboral para complementar sus menguantes pensiones futuras, por debajo de lo inicialmente esperado.

 

La falacia de la competitividad vía devaluación salarial

De este análisis surgen dos reflexiones inmediatas. El hilo argumental del gobierno y sus adláteres es que ante la imposibilidad de recurrir a una devaluación cambiaria solo cabe afianzar la competitividad en precio de los productos españoles, conteniendo el alza de los salarios y aumentando la productividad. Por lo tanto, argumentan, que gracias a sus políticas de oferta las empresas españolas son más competitivas, exportan más, y el sector exterior es nuestra tabla de salvación. Sin embargo, no es cierto. La razón real del incremento de las exportaciones durante la crisis fue el hundimiento brutal de la demanda interna y la necesidad de nuestras empresas, haciendo de ésta virtud, de buscarse la vida allende nuestras fronteras. Pero es que además, España jamás perdió competitividad en las últimas dos décadas. Junto con Alemania el nuestro era el único país que en los últimos 20 años mantuvo e incrementó su cuota de exportaciones, ya no solo por margen intensivo, sino también por aumentos en el margen extensivo, la exportación de nuevos productos y hacia nuevos destinos. Siempre confundieron productividad aparente del trabajo con competitividad. España tenía una baja productividad por que el modelo de crecimiento propuesto por las élites patrias –políticas, financieras, inmobiliarias, y oligopolistas- era intensivo en mano de obra, pero muy lucrativo para ellas.

En realidad, los problemas asociados al actual sistema de pensiones público de reparto, y que se deberían atacar, son otros: el estancamiento del crecimiento de los salarios, la desigual distribución de la renta, la caída de la productividad y la pirámide poblacional invertida. La solución pasa por revertir la fracasada hoja de ruta neoliberal. Remediar el estancamiento de los salarios y la desigualdad salarial, unido a un crecimiento de la productividad son partes intrínsecas que permitirían solucionar los problemas de las pensiones públicas bajo el sistema de reparto, sin necesidad de acudir a sistemas financiados y a sus efectos perversos. Y para ello son fundamentales las políticas fiscales e industriales, ambas de la mano, exactamente aquellas que los distintos gobiernos del PP y del PSOE fueron desmontando a favor de especuladores y rentistas. Por eso resulta llamativo observar como a ambos partidos parece que les da igual la pérdida inexorable de la propiedad patria de la industria exportadora española, tal como ya venimos denunciando desde estas líneas.

En el fondo lo que subyace es pura estrategia política. Cómo garantizarse el voto de los pensionistas, cada día más importante en términos absolutos y relativos, aunque sea a costa de destrozar el futuro de los jóvenes de este país. Lo dicho, ¡puro teatro del barroco!, ¡cómo nos engañan!

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