Rusia aprovecha el efecto Alepo y dibuja su propio plan para Siria

Moscú se apoya en Teherán y Ankara, y deja fuera a Washington y la ONU

Cuando en septiembre del 2015 el Kremlin se implicó militarmente en Siria para apoyar a su debilitado aliado, Bashar el Asad, pocos pensaban que iba a ser el principal actor en el futuro proceso político sirio. Pero las conversaciones en Viena y Ginebra, con la mediación de la ONU, llevan meses estancadas, y en el campo de batalla la coalición que lidera Rusia ha logrado avances tan significativos como la reciente recuperación de Alepo. El panorama le es ahora favorable, y Rusia lo quiere aprovechar para capitanear una solución.

La iniciativa diplomática rusa cuenta con Irán, el otro aliado de Asad; y con Turquía, que ha apoyado a varios grupos de la oposición. Los ministros de Exteriores de los tres países se reunieron el martes en Moscú y acordaron convertirse en los garantes de unas conversaciones de paz entre Damasco y la oposición que pongan fin a las hostilidades y lancen un proceso político.

El canciller ruso, Serguéi Lavrov, destacó que tienen “firme voluntad” de combatir conjuntamente al Estado Islámico y al Frente al Nusra, y que la declaración de Moscú apoya “el respeto a la soberanía, independencia, unidad e integridad territorial” de Siria.

Este acuerdo abre la posibilidad de alargar el alto el fuego vigente en Alepo y extenderlo a todo el país, “pero no consideramos que deba beneficiar a grupos terroristas”, dijo el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Cavusoglu.

Una consecuencia del acuerdo es que deja fuera a Estados Unidos, y también a la ONU. “Todos los intentos anteriores de consensuar acciones conjuntas emprendidas por EE.UU. y sus socios estaban condenados al fracaso”, indicó el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú. “Ninguno tenía influencia real sobre la situación en el terreno”.

Desde Washington, el Departamento de Estado negaba que esté perdiendo influencia. El secretario de Estado, John Kerry, “lo ve como otro esfuerzo multilateral para lograr una paz duradera en Siria. Rechazamos la idea de que no estar en una reunión suponga una prueba para la influencia de EE.UU. ”, dijo el portavoz John Kirby.

La maniobra diplomática rusa supone también fortalecer a Asad, cuya salida del poder lleva pidiendo desde hace más de cinco años EE.UU. como condición para lograr avances políticos. “La prioridad número uno no debe ser el cambio de régimen, sino aplastar la amenaza terrorista”, dijo Lavrov. Tanto Cavusoglu como su colega iraní, Mohamad Yavad Zarif, afirmaron estar “en contra de la división” de Siria.

La reunión de Moscú se produjo un día después del asesinato en Ankara del embajador ruso, Andréi Kárlov. El atentado parece haber reforzado la decisión de los Gobiernos ruso y turco de seguir mejorando sus relaciones tras la crisis que se desató el año pasado con el derribo de un avión ruso por un caza turco.

Rusia y Turquía parecen de acuerdo en que detrás del policía radicalizado que mató al diplomático hay fuerzas externas que quieren enfrentarlos. Pero al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, criticado por Occidente tras la represión que siguió al golpe de Estado del pasado julio, le conviene tener buenas relaciones con Rusia. Con el tiempo, ha dejado de pedir que Asad deje el poder y ha evitado criticar los bombardeos rusos.

LA VANGUARDIA