Adiós al diario ‘progre’ de Beirut

El gran diario Al Safir (el embajador) de Beirut ha dejado de publicarse, agravando la crisis de la prensa libanesa, que durante décadas fue faro de la información libre de los países árabes. Al poco tiempo de llegar a esta capital como corresponsal, se fundó en 1973 este periódico con destacados profesionales de tendencia izquierdista y una robusta financiación, procedente al principio de Libia y de otros regímenes progresistas, que aspiraban a hacerlo portavoz de las sacrosantas causas de la revolución palestina, de la lucha antiimperialista y del sueño de panarabismo. Al Safir se convirtió en el rival de Al Nahar , el gran diario conservador nacionalista de la familia Tueni, que fue durante años el más prestigioso del mundo árabe, y que sufre también el declive de la prensa escrita, despidiendo a muchos de sus redactores. Al Safir muere no sólo por las razones bien sabidas que atenazan a la prensa escrita –la información instantánea, de Facebook, de Twitter, la falta de publicidad, la reducción del número de sus lectores, en un mundo en que la edición de diarios y libros es irrisoria–, sino porque, como decía su director, Talal Salam, “el mundo árabe esta ahogado en sangre, su única voz audible es la de los cañones y las armas, ni las ideas ni las opiniones tienen ningún eco”.

Al Safir fue un periódico ideológico, que había reflejado el pensamiento político árabe de la izquierda, un periódico sesudo con largos artículos y comentarios que a menudo llenaban sus páginas. Una de las cosas que más me sorprende es la extensión de sus textos, inusitada en otros países. Son periódicos dirigidos a élites muy restringidas, sin apenas anuncios ni publicidad.

Durante la época dorada del progresismo de las décadas de los sesenta y de los setenta del siglo XX, muchas cabeceras de diarios de Beirut eran subvencionadas por Irak, por Siria, por Libia, por los estados del Frente del rechazo opuestos a la paz con Israel, abogados infatigables de la causa palestina, o por el reino de Arabia Saudí, de tendencia proocci­dental.

En los años setenta se publicaban en Beirut toda suerte de periódicos. Su número era sorprendente, y todavía hoy esta es una de las capitales con más cotidianos, aunque sean de muy reducida tirada. Su influencia era tan amplia que en una ocasión llegaron delegados del Frente Polisario a Beirut para conseguir que se publicasen sus declaraciones sobre el Sáhara español.

Al Safir, diario predilecto de una cierta intelligentsia árabe, ha muerto porque el progresismo, el socialismo, han sido barridos hace tiempo en estas sociedades anquilosadas, sometidas ahora al fanatismo yihadista. Si bien sólo una minoría de musulmanes apoya su acción, no existe un verdadero interés en efectuar reformas en la praxis del islam.

La guerra de Siria ha ahondado todavía más las divergencias entre los maltrechos partidos de la izquierda árabe. En el ambiente periodístico de Oriente Medio son contadas las publicaciones críticas, independientes que no se hayan doblegado a la fuerza del reino de Arabia Saudí y de las monarquías petrolíferas del Golfo.

Al Safir había defendido las ideas de la unidad árabe, de las reformas con estilo laico. Hoy el llamado mundo árabe ha sucumbido a la vorágine del terror alimentado por el analfabetismo y la pobreza. Hace años Sami Kasir escribió La desgracia árabe sin sospechar las catástrofes que se avecinaban. En Beirut van muriendo los diarios que tanto prestigio le dieron – Al Mustaqbal es otro rotativo amenazado– ante la impotencia financiera y el terremoto ideológico que sacude estos pueblos. El oscurantismo religioso parece invencible en este fin de siglo de la historia contemporánea árabe.

LA VANGUARDIA