El informe de Oxfam: perder la credibilidad intelectual

Oxfam acaba de publicar un informe criticando el sistema económico actual. Se queja del exceso de influencia política de algunas empresas multinacionales (el capitalismo de amiguetes), de los agujeros legales que permiten que las grandes corporaciones eludan impuestos legalmente, de las puertas giratorias y de la corrupción. Todas estas críticas son válidas, importantes y deben ser escuchadas por los líderes mundiales. Pero lo que más ha llamado la atención mediática del informe es la afirmación de que las ocho personas más ricas del planeta tienen la misma riqueza que la mitad de la humanidad. Esta afirmación es tan dramática que se ha convertido en el titular de noticias de miles de periódicos de los cinco continentes. Sólo tiene un pequeño problema: ¡es falsa!

Al ver que la mayoría de periodistas reproducían acríticamente el análisis de Oxfam, he leído detalladamente el artículo metodológico del informe para saber cómo ha llegado Oxfam a esta conclusión.

Lo primero que llama la atención del informe ¡es que la misma Oxfam no hace ningún estudio de la distribución de la riqueza en el mundo! Según confiesan los autores, ellos simplemente toman (también acríticamente) un estudio realizado por Anthony Shorrocks y Jim Davids para el banco Crédit Suisse. Puede encontrar este estudio de Credit Suisse aquí: http://publications.credit-suisse.com/tasks/render/file/index.cfm?fileid=AD6F2B43-B17B-345E-E20A1A254A3E24A5.

El problema para  Oxfam, es que el estudio de  Credit  Suisse comete errores metodológicos graves. Dejenme comentar los principales. El primer error es que utiliza el tipo de cambio nominal de mercado para comparar la riqueza de diferentes países. Y esto es un gran problema. Me explico: la riqueza de los ciudadanos de cada país está expresada en la moneda que se utiliza en este país. Es decir, la riqueza de los italianos está en euros, la de los estadounidenses está en dólares, la de los nigerianos en nairas y la de los chinos en yuanes. Para poder comparar estas riquezas, se deben poner en las mismas unidades. La manera más sencilla de hacer esta transformación es utilizar el tipo de cambio nominal. El problema es que esta solución es equivocada.

A modo de ejemplo, comparemos la riqueza de un colombiano que tiene 3 millones de pesos con la de un americano que tiene 10.000 dólares. ¿Quién es más rico? De entrada, no se puede decir porque no sabemos cómo comparar dólares con pesos.

La reacción instintiva es la de utilizar el tipo de cambio que publica la sección económica de cualquier diario (o buscamos en Google: ‘tipo de cambio dólar peso colombiano’). El cambio de hoy es 3.000 pesos por dólar. Tomamos 3 millones de pesos y los dividimos por 3.000 pesos por dólar y vemos que los 3 millones de pesos equivalen a 1.000 dólares hoy. Como el americano tiene 10.000 dólares y el colombiano sólo 1.000, el americano es 10 veces más rico que el colombiano. O utilizando la comparación de Oxfam: la riqueza de un americano equivale a la de 10 colombianos.

Al utilizar el tipo de cambio, sin embargo, lo que implícitamente hacemos es imaginar que el colombiano coge su riqueza en pesos, se va al banco y los cambia por dólares. Con estos 1.000 dólares puede comprar 10 veces menos bienes y servicios que el estadounidense. El problema es que estos 1.000 dólares los debería gastar en Estados Unidos y no en Colombia (porque en Colombia no se utilizan dólares, sino pesos). La realidad, sin embargo, es que el colombiano no se gastará el dinero en Estados Unidos sino en Colombia y no usa dólares sino pesos. Y todo el mundo sabe que los bienes y servicios en Colombia son más baratos que en Estados Unidos por lo que el poder adquisitivo en Colombia es superior. Imaginemos que el Americano se gasta sus 10.000 dólares en Estados Unidos y el colombiano se gasta sus 3 millones de pesos en Colombia. ¿Cuántos bienes podrán comprar cada uno? Para hacer una comparación fácil, imaginemos que ambos se gastan su riqueza comprando hamburguesas Big Mac. El precio de un Big Mac en New York es 8 $ y en  Colombia 14.300 pesos. Con 10.000 dólares, el americano se compra 1.250 hamburguesas mientras el con 3 millones de pesos el colombiano se podrá comprar 210 Big Macs. Y 1.250  Big  Mac tienen 6 veces más que 210  Big  Macs. Es decir, el poder adquisitivo del americano es 6 veces mayor que el del colombiano y no 10 veces como decía el análisis del tipo de cambio. O, en la terminología de Oxfam, la riqueza de un americano equivale a la de 6 y no 10 colombianos

Hace décadas que los economistas entendieron este problema y descubrieron que no se puede utilizar el tipo de cambio para comparar el poder adquisitivo del dinero de diferentes países sino que se debe corregir por la ‘paridad del poder adquisitivo’ (PPA). Esencialmente, los economistas hacen lo que acabo de describir con las Big Mac pero, en lugar de Big Macs, hacen la comparación con ‘cestas de compra donde hay una gran variedad de productos. La compra de cestas complica el análisis pero la intuición es la misma que la del Big Mac. (*)

Todo esto que les cuento hoy lo explicamos en las clases de introducción a la economía durante la primera semana del curso y los estudiantes que cometen el error de transformar las riquezas o las rentas de diferentes países utilizando el tipo de cambio son suspendidos de manera fulminante. Es absolutamente sorprendente que el estudio del Credit Suisse cometa este error tan infantil y que ninguno de los economistas de Oxfam que usan este estudio lo haya detectado y corregido. De hecho, la casualidad hizo que el día que leía el informe de Oxfam tuviera una reunión con Angus Deaton, el profesor de Princeton y premio Nobel de Economía especialista en calcular distribuciones mundiales del ingreso. Al verlo, le pregunté qué opinaba de que Oxfam utilizara los tipos de cambio. Su respuesta fue de incredulidad: «No es verdad, ¡estoy seguro de que utilizan el PPA! Es imposible que alguien use los tipos de cambio para hacer la comparación’, exclamó. Gracias a San Google, bajé inmediatamente el informe a mi teléfono y se lo mostré. El pobre hombre, que ya es mayor, ¡casi se muere del susto! No se lo podía creer.

Utilizar tipos de cambio nominales en lugar de PPA introduce dos problemas graves que tienden a sesgar la frase lapidaria de Oxfam. El primer sesgo es que tenderemos a llegar a la conclusión de que la riqueza de un rico americano equivale a la de muchos más pobres extranjeros de lo que es en realidad. Tengan en cuenta que esto es lo que nos ha pasado exactamente en el ejemplo: la riqueza de nuestro norteamericano equivale a la de 6 colombianos, pero al utilizar el tipo de cambio, llegamos a la conclusión equivocada de que equivale a 10 colombianos. La diferencia no es menor.

El segundo sesgo que pasa cuando usas el tipo de cambio es que este puede fluctuar de un año para otro. Y cuando el dólar sube, uno llega a la conclusión de que los estadounidenses son más ricos y los otros más pobres cuando, en realidad, esto no es verdad. ¿A nadie le ha llamado la atención el hecho de que el año pasado el titular de Oxfam era ‘los 62 más ricos del mundo tienen la misma riqueza que la mitad de la humanidad’? Sí, sí. El año pasado eran 62 y este año sólo 8. ¿Tanto han cambiado las cosas en un año? De hecho, hace dos años no eran ni 8 ni 62 sino 85. Y estas variaciones en el número de ricos que equivalen al 50% de la humanidad sólo demuestra una cosa y es algo que no tiene nada que ver con la riqueza o la pobreza: ¡el dólar ha estado subiendo en relación a la mayoría de países emergentes en los últimos años! La errónea metodología de Oxfam les lleva a concluir que la riqueza de los ricos ha aumentado espectacularmente mientras que la del resto del mundo ha disminuido. En realidad, lo que están captando es la subida del dólar.

Un segundo error metodológico cometido por la gente de Oxfam-Credit Suisse es que no tiene en cuenta la riqueza de muchos ciudadanos pobres de la mayor parte de países. Una gran parte de los ciudadanos de todo el mundo no tiene riqueza financiera (acciones, bonos, fondos de inversión) y tampoco son propietarios de tierras o bienes inmuebles. Esto no quiere decir que no tengan riqueza. Lo que pasa es que su riqueza está en forma de bienes de consumo duraderos: coches, muebles, ropa, televisiones, iPads, teléfonos móviles, bicicletas, motocicletas, neveras y otros electrodomésticos, relojes y joyas (**). Para nosotros, en occidente, una bicicleta o una moto puede no representar mucho, pero hay muchas familias en el mundo emergente que esta bicicleta o moto es todo lo que tienen. Pues bien, según reconocen los propios autores del estudio de Credit Suisse citado por Oxfam (página 119), para la mayor parte de países, los datos excluyen estos bienes duraderos (***). Y claro, si excluyes arbitrariamente la única riqueza que tiene una parte de la humanidad, ya que llegas a la conclusión equivocada de que su riqueza es cero. Pero no es que su riqueza sea cero, es que los autores han decidido arbitrariamente la única riqueza que tienen.

De hecho, el estudio de Oxfam nos dice que este bebé recién nacido en el poblado más miserable de Zambia es más rico que los estudiantes recién graduados de la escuela de negocios de Harvard que cobran un salario de 500.000 dólares anuales, pero que tienen una riqueza negativa por la que pidieron un crédito para pagar sus estudios. Parece un poco ridículo, ¿no? ¡Pues eso es lo que implica el estudio de Oxfam-Credit Suisse!

El problema es que Oxfam se obsesiona por la riqueza neta para poder sacar un titular que dé a entender que vivimos en un horrible mundo devastador, aunque las consecuencias de este análisis sean ridículas. Un análisis mucho más interesante (aunque da menos titulares demagógicos) es el de la evolución de los ingresos. Y si uno mira los ingresos, verá que en 1990, el 35% de la población mundial vivía en situación de pobreza extrema (es decir, ganaba menos de 1,9 dólares al día) y que, después de tres décadas de reducción de pobreza, se estima que en 2015 hay menos de un 10% de la población mundial vive con menos de 1,9 dólares al día. Antes de que se me tire todo el mundo encima para decir que el mundo ha mejorado y que la tasa de pobreza se ha reducido de manera espectacular en sólo 30 años (de hecho, se ha dividido por 6 si contamos desde 1970), dejenme que les diga que he copiado esta frase, literalmente, del mismo estudio de Oxfam (y, aunque el informe no lo diga, los datos de 1,9 dólares al día presentados por el banco mundial están ajustados por la inflación entre 1990 y 2015).

Si en lugar de mirar las tasas de pobreza miramos las desigualdades de ingreso (insisto, el ingreso es mucho más relevantes que las desigualdades de riqueza neta que analiza  Oxfam), también se observa que las desigualdades globales se han reducido sustancialmente desde 1970. (****) Y esto ocurre por primera vez desde 1760, cuando comenzó la revolución industrial.

Desde que Lucy se levantó hasta 1760, las desigualdades eran muy pequeñas. Básicamente todo el mundo vivía al borde de la subsistencia. Malthus describió esta situación histórica, explicando que cuando los alimentos escaseaban, miles o millones de personas morían. Y esto pasaba en el mundo de los recolectores de hace 15.000 años, en el antiguo Egipto, en la Roma clásica, la Europa medieval, la América precolombina o China de la dinastía Ming. ¡Sí! Había algunos ciudadanos ricos (el emperador, el César, el rey o el burócrata chino), pero el 99% de la población eran trabajadores agrícolas o recolectores que vivían día a día al borde de la muerte

En 1760 comienza la revolución industrial y se introduce en algunos países lo que después se conoció como economía de mercado o capitalismo. Y así, países como Inglaterra o Holanda empezaron a crecer. Algunos de sus ciudadanos se hicieron inmensamente ricos (de modo que las desigualdades dentro de estos países aumentaron), pero también subieron salarios y compensaciones. Las desigualdades entre países también aumentaron a medida que Holanda e Inglaterra eran cada vez más ricas mientras que el resto del mundo se quedaba atrás. La revolución siguió en Estados Unidos, el resto de Europa y, ya en el siglo XIX-XX el Japón de la era  Meiji. Las distancias entre ricos y pobres siguieron aumentando durante el Siglo XIX hasta mediados del XX. De hecho, hasta 1975. En ese momento el 20% de la población mundial vivía en países ricos y el 80% en países pobres. Y entonces sucedió algo espectacular: los países más pobres y más poblados del mundo reformaron sus economías, introdujeron la economía de mercado y comenzaron a crecer. 1.300 millones de chinos, 1.200 millones de indios, 4.000 millones de asiáticos vieron como sus ingresos empezaban a crecer a un ritmo de 6, 7, 10, hasta 12% cada año. Las diferencias o desigualdades entre ricos y pobres se empezaron a reducir en el ámbito global, un fenómeno que se conoce con el nombre de ‘la gran convergencia’. La gran convergencia se aceleró a partir de 1995, cuando África comenzó a tener tasas de crecimiento sustanciales por primera vez en su historia. Es verdad que en algunos países, las desigualdades entre ricos y pobres han aumentado en los últimos 30 años. Pero la gran convergencia ha sido tan fuerte que, al sumar el aumento de las desigualdades dentro de los países con la disminución dramática de las desigualdades entre países, las desigualdades globales se han reducido.

Resumiendo, las desigualdades globales de ingresos entre los ciudadanos del mundo no son cada vez más grandes como sugiere el informe de Oxfam, sino que están disminuyendo por primera vez en la historia.

Lo cual no quiere decir que tengamos que estar satisfechos con el estado actual del mundo. Los que tenemos una gran preocupación por la pobreza debemos seguir luchando hasta conseguir erradicar esta lacra. Reducir la pobreza es bueno, pero no es suficiente. Hay que acabar con ella. Pero que aún quede camino por recorrer no quiere decir que no se haya progresado. Para intentar mejorar el mundo, uno debe intentar hacer un diagnóstico lo más preciso y correcto posible. Y el informe de Oxfam  diagnostica correctamente alguno de los problemas del mundo: la corrupción, el capitalismo de amiguetes que mina la competencia o los agujeros legales que permiten la elusión fiscal. El problema es que, cuando se falsea la metodología para exagerar las desigualdades en un intento de buscar el titular fácil uno corre el riesgo de perder credibilidad intelectual.

 

(*) Hoy hay dos instituciones que estiman el PPA para todos los países del mundo: una es la Universidad de Pennsylvania en las llamadas ‘Penn World Tables’. El otro es el Banco Mundial con su ‘International Comparisons Project’.

(**) Como ya comenté en su día en mi blog, en su famoso estudio sobre las desigualdades en los países ricos, Thomas Piketty también ignora los bienes duraderos como forma de riqueza.

(***) Según los autores del estudio, para algunos países sí se incluyen los bienes duraderos (y citan China, India e Indonesia). Por lo tanto, tengan en cuenta que la definición de riqueza es diferente para diferentes países ¡¡¡lo que hace que los datos sean difícilmente comparables!!!

(****) De hecho, para los que no les guste comparar ingresos, si miramos las desigualdades en la esperanza de vida, las desigualdades en mortalidad infantil, o las desigualdades en educación, todas ellas se han reducido dramáticamente en las últimas décadas.

Artículo publicado en el blog de Xavier Sala i Martín

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