La geopolítica de la secesión catalana

El anglosfera, Rusia y China miran con atención la oportunidad que les ofrecería una Cataluña fuera de la UE
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El referéndum de autodeterminación de Cataluña que se hará el domingo es un acontecimiento político clave no sólo para el Estado español sino también para el conjunto de la Unión Europea. Esto también lo convierte en un evento global, y las grandes potencias lo miran por ello de una manera especialmente interesada, con la esperanza de que un giro inesperado de la situación les pueda favorecer.

 

El referéndum tiene de entrada un alcance geopolítico limitado. Cataluña ha reafirmado su carácter europeísta y sólo desde los sectores más izquierdistas y de manera minoritaria se plantea la posibilidad de que la república no forme parte de la Unión Europea o, en todo caso, del Espacio Económico Europeo a través de la EFTA. Sin embargo, es evidente que el proceso de independencia tensa la UE y crea una dificultad institucional que resulta particularmente interesante a dos de los bloques que tienen cuentas pendientes con Bruselas, el anglosfera (los Estados Unidos y el Reino Unido, sobre todo) y Rusia. De más lejos, pero con intereses muy concretos, China también observa con mucha atención lo que pasa, por si se le presenta una oportunidad inesperada.

La Unió Europea puede quedar muy debilitada
Una pieza de clavo para el entendimiento de qué pasa en los problemas de la Unió Europea puede tener si Cataluña se independiza y España  reacciona de tan mala manera como lo hace ahora.

Por un lado, la represión ya es intolerable. Supera de largo lo que la Unión puede aceptar sin que se le vuelva en contra. La escena del portavoz de la Comisión acosado por los periodistas de Bruselas comparando indignados los sucesos de Cataluña con los de Turquía indignados y denunciando un ‘doble estándar’ de Europa en cuanto a las libertades civiles, es un regalo para cualquier país que pueda ser presionado por la UE. ¿Cuánto tiempo tardará Erdogan en utilizar estos argumentos que han usado los periodistas ingleses, alemanes, italianos…? ¿Y qué problema de credibilidad no creará esto en Bruselas? Que Rajoy ni siquiera se atreva a ir a la cumbre de Tallin es un buen indicador.

La Unión Europea, además, tiene un problema mayor y muy importante: debe solucionar de manera rápida la nueva posición de Cataluña. Tras la proclamación de la independencia, la inestabilidad institucional que se creará dentro de la UE y el descontrol que generará especialmente en la economía española no se podrán mantener durante mucho tiempo. Europa deberá tomar una decisión rápidamente. Así las cosas, además, deberá ser una decisión que no gustará nada a España, porque la UE no se puede permitir que Cataluña se quede fuera. No se lo puede permitir porque perder Londres y Barcelona en dos años sería un golpe muy grave a su credibilidad internacional y que las turbulencias económicas que generaría una crisis de esta dimensión serían enormes.

Sin embargo, para Europa la solución no es sencilla. Los tratados no dicen qué hacer en caso de que una parte de un Estado se separe. Y, por tanto, no hay ningún camino legal que lo pueda indicar. La solución, en este sentido, sólo puede ser política, pero esto implicaría que o bien Cataluña se quedara fuera de la UE o bien se hiere el orgullo de España y este país sería menospreciado políticamente con la aceptación del nuevo Estado catalán. La decisión es muy complicada, especialmente teniendo en cuenta las ramificaciones geopolíticas: ¿quién espera el error de Bruselas?

El anglosfera en busca de un aliado clave en el continente
El anglosfera está en la primera línea de interés. Especialmente la alianza estratégica entre el Reino Unido y Estados Unidos, reforzada por Brèxit. En Bruselas han tomado buena nota de la comprensión con que tanto los Estados Unidos como el Reino Unido tratan a Cataluña. Rajoy lo sufrió en primera persona en Washington. En Estados Unidos el reconocimiento diplomático no depende de los caprichos del presidente. La potente maquinaria del Departamento de Estado y el Congreso tienen mucho que decir y, en este sentido, los tres posicionamientos seguidos del Departamento de Estado en el sentido de reconocer el resultado del referéndum son más que significativos.

Mientras tanto, el Reino Unido es uno de los países más activos en la defensa oficial del derecho de decidir de los catalanes, sobre todo en el parlamento. Es evidente que existe el tema de Gibraltar de fondo y la voluntad de devolver las constantes humillaciones españolas pero el contexto geopolítico también pesa mucho. El Reino Unido tiene que encontrar una nueva posición en el mundo, fuera de la Unión Europea. La posición de hacer de puente entre los Estados Unidos y la UE tenía lógica con el Reino Unido en la UE. Con el Reino Unido fuera de la UE, el anglosfera debe aspirar a hacerse fuerte por sí misma y a atraer países hacia un espacio que tendrá que competir, como mínimo comercialmente, con la UE. La oportunidad catalana, en este sentido, es muy atractiva. Un eje entre Londres y Barcelona bien conectado al otro lado del Atlántico que atrajera los países de la EFTA, especialmente Suiza,

Rusia siempre atento a cualquier dificultad europea
La competición con el angloesfera empieza a preocupar a Bruselas, pero siempre teniendo en cuenta que, al final, sólo significaría una competición interna entre aliados. En cambio la hipótesis de que Cataluña se acercara a Rusia o sobre todo a China si quedaba fuera de la UE tras la independencia es una auténtica pesadilla para los estrategas europeos.

El hecho de que Cataluña haya rechazado de manera consistente cualquier relación envenenada, especialmente con Rusia, a pesar de la actuación de la UE, paradójicamente, tranquiliza mucho a Bruselas. Pero, en la capital europea, imaginar lo que sucedería en el supuesto de que Cataluña se viera forzada a abandonar la UE por la intransigencia española y Rusia o China intente sacar provecho causa un auténtico escalofrío.

Rusia, especialmente, ya está en el punto de mira sobre todo a causa de las interpretaciones maquiavélicas que algunos medios han hecho del papel de Julian Assange. Muchos observadores, sin demasiados argumentos, lo relacionan con el Kremlin. Y una explicación simplista de su interés evidente por el caso catalán es que Putin está detrás.

Esto no es así, pero es cierto que Rusia ha evitado cuidadosamente posicionarse sobre el tema catalán y también lo es que le interesa todo lo que implique debilitar la Unión Europea. Rusia, además, en caso de que la Unión Europea no aclarara la situación de una manera fácil, tendría una oportunidad de maniobrar para devolver dos agresiones importantes: el caso del reconocimiento diplomático por parte de occidente de la independencia de Kossove y el no reconocimiento de la anexión de Crimea. Si el caso de Cataluña no se resolviera rápido, esto sería un regalo para el Kremlin, que seguro que lo aprovecharía. Y si, además, la represión es evidente, aunque lo hará más, como de hecho ya lo ha empezado a hacer Venezuela.

Y China, con la nueva ruta de la seda esperando

Un posible interés ruso en Cataluña preocupa a Bruselas, pero todavía lo hace más un posible interés chino. En este caso, no preocupa tanto el componente, digamos, ideológico, pero la amenaza comercial es mucho más seria e importante, tanto que algunos observadores creen que la UE nunca dejará escapar a Cataluña porque los puertos de Barcelona y Tarragona al servicio de la estrategia comercial china serían el mayor problema que la UE podría encontrarse en los próximos años.

El gobierno chino ha puesto en marcha la llamada Nueva Ruta de la Seda , un proyecto extraordinariamente ambicioso que pretende hacer una reconfiguración del comercio mundial a su alrededor, en torno a los intereses de Beijing. Esta iniciativa está pensada para cambiar la estructura económica del mundo y ya tiene un enorme impacto en Asia y África.

De momento, el impacto en Europa es limitado precisamente por el papel de la Unión Europea. Así, China sólo ha conseguido hacer entrar en el proyecto a una parte de los Balcanes, muy especialmente Serbia, y ha conseguido algunas facilidades a Grecia, que están muy alejadas de lo que espera y necesita. Una Cataluña independiente con los puertos de Barcelona y Tarragona fuera de la UE sería, en este sentido, un caramelo para la boca de los chinos que crearía una auténtica pesadilla comercial en la Unión Europea.

El Mediterráneo, Marruecos, Turquía …
La posibilidad de que alguno de estos tres bloques saque provecho del referéndum y dé problemas a la Unión Europea dificulta mucho los movimientos de Bruselas y plantea problemas serios a España por su intransigencia. Por eso todo el mundo descarta la tesis española de que Cataluña quedaría fuera de la UE y se empieza a hablar abiertamente del proceso de adhesión de la república catalana, un proceso que sería expeditivo y fácil porque ya forma parte de la misma  y sólo habría que negociar aspectos políticamente muy visibles pero, en la práctica, muy marginales. La ausencia de Rajoy en la cumbre que la UE hace en Tallin a partir de hoy es muy significativa en este sentido.

Especialmente porque la incomodidad de la Unión Europea en cuanto a la represión es intensa. Rajoy ha puesto en marcha un movimiento de represión que es inaceptable para los socios mayoritarios y los dirigentes de la Unión Europea. Sobre todo después del ejemplo escocés. En Bruselas, estos días, todo el mundo compara la relativa facilidad con que se resolvió el conflicto escocés y la complicación a que la represión española arrastra a la Unión Europea. Con un elemento añadido. Esta represión obliga a la UE a actuar si no quiere perder toda su credibilidad como líder de los derechos humanos en el mundo, una posición en la que la diplomacia europea trabaja desde hace mucho tiempo.

Especialmente en el Mediterráneo. A la Unión Europea le hacen mucho daño las imágenes del Estado español reprimiendo el derecho de voto de los catalanes, cerrando webs y amenazando diarios, esposando políticos por ejercer sus responsabilidades y persiguiendo alcaldes. No hay ninguna duda de que países como Turquía lo utilizarán como les convenga para atacar la hipocresía europea cada vez que Bruselas proteste por la detención de alcaldes kurdos o el cierre de periódicos en Estambul.

Asimismo, aunque en un nivel muy inferior, Bruselas también está preocupada por las repercusiones de la crisis catalana en la orilla sur del Mediterráneo, particularmente en Marruecos, que podría pensar en sacar provecho, si ve que España queda muy debilitada, y recolocar las reivindicaciones territoriales sobre Ceuta y Melilla en el escenario internacional.

Todas estas razones de peso mueven al  debate en Bruselas donde, en voz baja, todo el mundo reconoce que no sabe qué acabará pasando pero acabe pasando lo que acabe pasando habrá que encontrar una solución muy rápida que impida nuevas turbulencias para una Unión Europea que ya tiene demasiadas.

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