Córcega avanza

En la época contemporánea, Cataluña ha tenido siempre mucha más relación con Cerdeña que con Córcega, gracias a Alghero, sobre todo del siglo XIX hasta ahora y, más particularmente, en los últimos años. Y también más atrás, desde que Pere el Ceremoniós, en noviembre de 1354 ocupó la ciudad y, poco después, echó a sus residentes, prohibió a los sardos pernoctar allí y la repobló con colonos catalanes, cuyo legado lingüístico aún perdura. Cagliari (Cagliari, en italiano) es la capital de Cerdeña y se encuentra situada a 637 kms de Barcelona, ​​en línea recta. Ajaccio, en cambio, capital de Córcega, está a 549 kms de nuestra capital. Casi un centenar de kilómetros menos, pero que demuestran que las distancias no son nada cuando existe algún elemento sólido de relación y referencia, como nos pasa con Cerdeña. Por ello,mientras hay muchos catalanes que, aunque sea una sola vez, han visitado Cerdeña, hay muy pocos de quien se pueda decir que han hecho lo mismo con Córcega. De todas las islas del Mediterráneo occidental, pues, es la menos conocida por nosotros. Incluso habrá más gente que ha visitado Sicilia o Malta, que una isla que nos cae mucho más cerca y que tenemos ahí delante, como quien dice.

Esta lejanía emocional de Córcega, a pesar de la relativa proximidad geográfica, hace que no estemos muy al corriente del proceso de afirmación nacional que, con pasos firmes, se está produciendo en los últimos tiempos. La isla situada más al norte de nuestro mar es la gran desconocida, la tierra ausente a nuestros ojos, el país inexistente. Córcega es la única isla europea que no es un territorio independiente o bien autónomo, a diferencia de todos los demás. Esta circunstancia puede ayudar a entender las razones por las que nació, el 4 de mayo de 1976, el Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC), grupo armado que reivindicaba la independencia y que se autodisolvió en 2014, tras casi 40 años de actividad clandestina, con atentados con explosivos y alguna víctima mortal. El abandono de la isla por parte de la metrópoli, constatable en todos los ámbitos, el encarecimiento del transporte con el continente, la propiedad de la tierra, el coste de la insularidad y la fiscalidad que de ello se deriva, el necesario estatuto de residente, la marginación del idioma corso y el mantenimiento de presos del FLNC en prisiones francesas son factores que, sumados, facilitaron una toma de conciencia progresiva contra la situación, de hecho, colonial, que allí se vivía.

Un acuerdo inteligente y responsable, entre los dos líderes nacionales ha permitido el milagro que parecía inalcanzable. Gilles Simeoni, autonomista, y Jean-GuyTalamoni, independentista, han sumado esfuerzos en una lista única, ‘Pé a Corsica’ (Por Córcega), acuerdo que la ha situado como primera fuerza política de la isla, en las tres últimas elecciones que se han producido, para gran sorpresa de los partidos de ámbito estatal, desde Macron a los socialistas, desde Le Pen a la derecha republicana, alguno de los cuales ha sido barrido o apartado a posiciones irrelevantes por completo. La desaparición de los departamentos y los consejos generales, figuras institucionales clásicas de la administración francesa, en beneficio de la Colectividad Territorial, nombre exótico que no tiene ningún componente nacional, pero que demuestra que no se trata de una simple región, es resultado de una larga reivindicación. Quizá por eso, hoy es el único territorio de la República donde no manda ningún partido francés, sino una alianza estrictamente corsa, con una mayoría clara. Este junio, tres de los cuatro diputados que son elegidos para representar la isla en la Asamblea Nacional, en París, pertenecen también a la misma coalición corsa. La misma coalición que, el domingo, se alzó, nuevamente, con el primer lugar, con un 45,36% de los votos, a los que habría que sumar el 6,69% ​​obtenido por Rinnovu, formación independentista de izquierdas, cercana a los postulados de la tradición clandestina.

Este domingo 10 de octubre, en la segunda vuelta de las elecciones, Córcega se juega la posibilidad de continuar por el camino emprendido y poder empezar así, formalmente, una negociación totalmente insólita en Francia: Un Estatuto de Autonomía para la isla, la cooficialidad de la lengua corsa junto al francés y una salida política que permita la liberación de los presos corsos, acusados ​​de terrorismo y vinculados al proceso de liberación nacional. Así, en bloque, para Francia es un paquete muy grande, pero será difícil cerrar los ojos, a la española, como si nada pasara. Seguiremos con atención estos resultados en una isla donde, de siempre, tantos ojos miran hacia Cataluña, con simpatía, admiración y solidaridad, y que tantos silencios e ignorancias reciben por parte nuestra. Córcega avanza, a su ritmo, y en el horizonte de una parte de la coalición ganadora, la aspiración de una Córcega independiente se mantiene con más fuerza y ​​más ilusión que nunca. Hay que estar atentos a lo que ocurra y seguirlo más de cerca que hasta ahora.

EL MÓN