Una polémica película libanesa

Me gusta ir a las salas de cine de Beirut donde, por cierto, veo a menudo, cintas extranjeras que se exhiben antes que en España, para estar al tanto de la producción cinematográfica local. En Oriente Medio son Turquía, Irán, Egipto, y desde hace unos años, Siria, pese a la destrucción de la guerra, los países con mejores obra del Séptimo arte.

Fue a consecuencia de la larga, compleja y escandalosa guerra civil de tres lustros, entre 1975 a 1990 y de los sucesivos conflictos bélicos, que se produjo el fenómeno del cine libanés con cintas de éxito como West Beirut, de Ziad Dueiri o Caramel, de Labaki. Entre 1980 y 1985 se produjeron cuarenta y cinco películas en este país con Pequeñas guerras de Marun Bagdadai o de Jocelyne  Saab y sus filmes inspirados en Beirut han estado,  pese a la falta de una infraestructura cinematográfica de una conveniente financiación a la vanguardia de su creación. Beirut sigue siendo el tema omnipresente en estas cintas y la guerra y sus consecuencias su argumento primordial. No solo el cine sino la literatura giran en torno de este episodio histórico entre el olvido y la memoria. Más que con palabras hay que describir este país con imágenes sensuales, violentas barrocas, surrealistas… El último filme de Ziad Dueiri El insulto ha vuelto a poner a flor de piel el trauma personal y colectivo de aquella guerra, suscitando una amplia polémica. Como ha escrito Antoine Corban, “la guerra civil es permanente y no ha concluido en 1990”.

Cuando Ziad Dueiri llegó a Beirut para su presentación, fue detenido unas horas por la policía en el aeropuerto, acusado de haber rodado su anterior película El atentado en el estado de Israel. La cinta narra la historia de Toni, un hombre cristiano, simpatizante de las “Fuerzas libanesas”, propietario de un pequeño garaje en el barrio cristiano de Achrafie,  que se enzarza en una discusión violenta con Yaser que trabaja como capataz de obras en su calle, vecino del campo de refugiados palestinos de Mar Elias. El mínimo incidente se envenena al insultar el palestino al libanés y al no presentarle el palestino sus excusas.  En el trasfondo del altercado yace el pasado de matanzas, odios y temores, laten las identidades asesinas de estos pueblos. En la sala del palacio de  Justicia se evocan aquellos años de la guerra devastadora. A la matanza de refugiados palestinos en el verano de 1982 de Sasbra y Chatila por falangistas cristianos, precedió otra olvidada carnicería en Damur, al sur de Beirut, consumada por guerrilleros de la Resistencia palestina. En el argumento del filme las vistas del juicio provocan enfrentamientos de grupos rivales en las calles de la ciudad. Es entonces cuando en una escena Toni y Yasser son recibidos por el presidente de la república que les encarece preserva “la paz civil”. Como la cinta concluye sin que el palestino sea condenado por el insulto proferido, la película ha provocado muchas críticas y discusiones. No se ha conseguido todavía pese a casi treinta años concluidos después de la guerra, ni la reconciliación entre libaneses y palestinos y entre libaneses. El insulto de Yasser tiene acento palestino la respuesta de Toni una patente connotación política de  venganza. En su infancia en Damur presenció la crueldad de los guerrilleros atacantes. La confusa memoria histórica provoca violencias y odios siempre fáciles de reavivar. En esta población hay una tendencia a actuar en favor de la paz y otra a mantener indefinidamente el estado de guerra. Dos buenos actores protagonizan el film, uno de ellos, palestino, que había pasado varios años en las cárceles de Israel.

A la menor sacudida como la que ha tenido lugar las pasadas semanas con la falsa dimisión del primer ministro Saad el Hariri, todos los fantasmas reaparecen. Bombardeos, secuestros, francotiradores, pueblos arrasados, el forzado exilio pese a que ha nacido una  nueva generación en el Líbano, Ave fénix inmortal. Al final El Insulto será presentado por el ministro de Cultura a los premios  Oscar del próximo año.

LA VANGUARDIA