La divisoria de aguas sino-india


A medida que China y la India ganan peso económico, están atrayendo cada vez más la atención internacional en un momento en el que se está dando un desplazamiento del poder global a Asia. Sin embargo, sus desavenencias y rivalidades estratégicas subyacentes suscitan generalmente menos interés.

Conforme aumenta su poder, China parece estar decidida a asfixiar a sus competidores asiáticos, una tendencia que se refleja en el endurecimiento de su postura hacia la India. Esto incluye un patrullaje agresivo de la disputada frontera del Himalaya por el Ejército de Liberación Popular, muchas violaciones de la línea de control que separa a los dos gigantes, una firmeza renovada en lo que se refiere al estado de Arunachal Pradesh en el noreste de la India –que China reclama como propio—y vituperios dirigidos a este país desde los medios controlados por el Estado chino.

No obstante, las cuestiones que dividen a la India y China van más allá de las disputas territoriales. El agua se está convirtiendo en un tema clave de seguridad en las relaciones sino-indias y en una fuente potencial de discordias duraderas.

China y la India ya son economías bajo presión por el agua. La proliferación de la agricultura de riego y de las industrias que hacen uso intensivo del agua, junto con las demandas de una creciente clase media, han llevado a una dura lucha para obtener más agua. En efecto, ambos países han entrado a una era de escasez permanente de agua que, dentro de poco, probablemente será equivalente en términos de disponibilidad per cápita a la escasez que hay en el Medio Oriente.

El rápido crecimiento económico podría desacelerarse debido a una escasez aguda si la demanda de agua sigue creciendo al frenético ritmo actual, lo que convertiría a China y la India –ambos países exportadores de alimentos—en importadores importantes, con lo que se agravaría la crisis alimentaria mundial.

Si bien la India tiene una mayor superficie arable que China – 160.5 millones de hectáreas contra 137.1 millones – el Tíbet es la fuente de casi todos los ríos importantes indios. Los vastos glaciares, los enormes manantiales subterráneos y la gran altura de la meseta del Tíbet hacen que sea el mayor depósito de agua dulce del mundo después de los casquetes polares. En efecto, todos los ríos importantes de Asia, salvo el Ganges, tienen su origen en la meseta del Tíbet. Incluso dos de los principales afluentes del Ganges fluyen desde ahí.

Pero actualmente China está llevando a cabo grandes proyectos de transferencia de agua entre cuencas y entre ríos en la meseta del Tíbet, lo que amenaza con disminuir los flujos internacionales de los ríos hacia la India y otros Estados ribereños. Antes de que esos proyectos de ingeniería hidráulica siembren las semillas del conflicto por el agua, China debería crear acuerdos institucionalizados y de cooperación sobre las cuencas fluviales con los Estados que están río abajo.

Las presas, diques, canales y sistemas de irrigación río arriba pueden ayudar a convertir el agua en un arma política que se puede utilizar abiertamente en una guerra o de forma más sutil en tiempos de paz para indicar insatisfacción con un Estado que comparte el río. Incluso negar datos hidrológicos en una temporada de importancia crítica puede equivaler al uso del agua como herramienta política. Las riadas que han sufrido en años recientes dos estados fronterizos indios – Himachal Pradesh y Arunachal Pradesh – fueron un desagradable recordatorio de que China no comparte información sobre los proyectos que lleva a cabo río arriba. Esa ventaja podría a su vez inducir a un Estado río abajo a reforzar su capacidad militar para contrarrestarla.

De hecho, China ha estado construyendo presas en la mayoría de los ríos internacionales que fluyen desde el Tíbet, cuyo ecosistema frágil ya está en peligro debido al calentamiento global. Los únicos ríos en los que no se han emprendido proyectos de ingeniería hidráulica hasta la fecha son el Indo, cuya cuenca se localiza en su mayor parte en la India y Pakistán, y el Salween, que fluye hacia Birmania y Tailandia. No obstante, las autoridades locales de la provincia de Yunan están considerando construir una presa en el Salween en la región propensa a los terremotos río arriba.

El gobierno de la India ha estado presionando a China para que aplique más transparencia, comparta más información hidrológica y se comprometa a no desviar el flujo natural de ningún río ni disminuir los flujos transfronterizos. Pero incluso un mecanismo conjunto a nivel de expertos –establecido en 2007 únicamente con fines de “interacción y cooperación—no ha sido de mucha utilidad.

La idea más peligrosa que China está considerando es la desviación hacia el norte del Río Brahmaputra, conocido como Yarlung Tsangpo por los tibetanos, pero que los chinos han rebautizado como Yaluzangbu. Es el río más alto del mundo y uno de los que fluyen con mayor rapidez. La desviación de las aguas del Brahmaputra hacia el reseco Río Amarillo no es una idea que China discuta en público, porque el proyecto implica la devastación ambiental de las llanuras del noreste de la India y del este de Bangladesh y, por lo tanto, sería equivalente a declarar la guerra del agua a esos dos países.

Sin embargo, un libro que se publicó en 2005 con autorización oficial, Tibet’s Waters Will Save China (Las aguas del Tíbet salvarán a China) defendía abiertamente la desviación hacia el norte del Brahmaputra. Además, el deseo de los chinos de desviar el Brahmaputra utilizando “explosiones nucleares pacíficas” para construir un túnel subterráneo a través del Himalaya se expresó en las negociaciones internacionales que se celebraron en Ginebra a mediados de los noventa sobre el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT). China intentó infructuosamente excluir las explosiones nucleares pacíficas del CTBT, un pacto que aún no está en vigor.

Ahora la cuestión no es si China desviará el Brahmaputra, sino cuándo lo hará. Una vez que las autoridades hayan terminado los estudios de viabilidad y que el plan de desviación comience, el proyecto se presentará como un hecho consumado. China ya ha identificado el recodo donde el Brahmaputra forma el cañón más largo y profundo del mundo –justo antes de entrar a la India- como el punto donde se hará la desviación.

Dos factores han estimulado las ambiciones de China de canalizar las aguas del Tíbet hacia el norte: la terminación de la Presa de las Tres Gargantas, que China pregona como la mayor proeza de ingeniería desde la Gran Muralla, a pesar de sus patentes escollos ambientales; y el poder del presidente Hu Jintao, cuyos antecedentes engloban dos elementos clave: el agua y el Tíbet. Hu, que es hidrólogo de profesión, debe su rápido ascenso en el Partido Comunista a la brutal represión al amparo de la ley marcial que llevó a cabo en el Tíbet en 1989.

Los planes y proyectos de ingeniería hidráulica de China son un recordatorio de que el Tíbet está en el centro de las divisiones entre la India y China. El Tíbet dejó de ser un amortiguador político cuando China lo anexó a su territorio hace casi sesenta años. Pero el Tíbet todavía puede convertirse en un puente político entre China y la India. Para que eso suceda, el agua se debe convertir en una fuente de cooperación y no de conflicto.

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Brahma Chellaney es profesor de estudios estratégicos en el Centro de Investigación sobre Políticas de Nueva Delhi.

Copyright: Project Syndicate, 2009.

www.project-syndicate.org

Traducción de Kena Nequiz

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua