Calores y epidemias perturban el Ramadán


Este año la fiesta del «Ramadán», el mes de ayuno de los musulmanes, llega en un tiempo de calores abrasadores en Oriente Medio, y cuando la gripe porcina azota a muchas poblaciones como las de Irán y Egipto. Estas temperaturas pueden afectar a los fieles que deben abstenerse de comer y beber en agotadoras jornadas de abstinencia, a los musulmanes de edad avanzada y de frágil salud.

Los gobiernos de Teherán y del Cairo y de otros países islámicos han impuesto restricciones a sus súbditos para emprender el peregrinaje a La Meca, que, sin duda, repercutirán en el comercio de los Santos Lugares, en los florecientes negocios en torno al «iftar» o ruptura alimenticia vespertina del «Ramadán» y de las diversiones emparejadas a sus populares noches.

Las autoridades del reino saudí han bloqueado peticiones de visados de enfermos crónicos y de peregrinos mayores de 65 años y menores de doce, para evitar las extensión de estas epidemias. En los aeropuertos de Estambul, del Cairo, de Damasco, de Beirut, de Dubai, se ven miles de viajeros, hombres, mujeres, jóvenes, con sus simples ropas blancas rituales, que emprenden rumbo al reino saudí. Más de tres millones de musulmanes de ciento sesenta países se desplazan, cada año, a La Meca.

En el «Ramadán», en su mágica «Noche del Destino» -Leila, el Jader- se conmemora la revelación del «Corán» a través del ángel San Gabriel al profeta Mahoma, en los pueblos del Islam. Es tiempo de ayuno, de ternura familiar, de vespertina alegría, como el poeta Carner escribió durante su consulado en Beirut, afirmando que era como una «Cuaresma de día con Pascua nocturna». En el Ramadán, noveno mes del calendario musulmán, los creyentes de Mahoma tratan de cumplir aquel «Hadith», o tradición, que reza que «el esfuerzo del ayuno no tiene valor ante los ojos de Dios si no va acompañado de limosnas, «y se esmeran en obras de caridad -zaqat- siendo más generosos. Ofrecen, por ejemplo, las acostumbradas comidas callejeras a los menesterosos y más necesitados.

La fiesta religiosa tiene un acusado carácter social y político, aunque su pregonado espíritu de concordia y paz haya sido muchas veces ensombrecido por guerras y violentos conflictos.Con salvas de cañón suele anunciarse el principio del Ramadán, cuando los jeques musulmanes pueden comlumbrar en el cielo el creciente sutil de la media luna nueva. Desde la aurora, cuando se distinga «un hilo blanco de otro negro», hasta el crepúsculo, hombres y mujeres deben cumplir con este precepto, uno de los cinco pilares del Islam, que les prohíbe probar toda suerte de alimentos, además de beber, fumar, perfumarse o tener trato carnal.

Tan solo los niños, los ancianos, los enfermos, los viajeros y soldados en campaña están dispensados de este ayuno, que, según Algazel, es la «puerta de Allah».

No es Beirut donde el Ramadán se celebra con más fervor y vitalidad. En este país, habitado por cristianos y musulmanes, no tiene la vibración popular de Arabia Saudí, Egipto, Marruecos, Argelia.. Pero en El Líbano, los cristianos participan a menudo en los iftar o comidas vespertinas durante este mes sagrado.

En Egipto, sus noches se convierten en una fiesta gozosa, con calles engalanadas de multicolores gallaerdetes, llenas de gente, los cafés y restaurantes abarrotados… En las televisiones se difunden especiales programas y seriales de variedades musicales muy populares, como el serial «Bab el Hara», una gran producción filmada en Siria, que acapara las audiencias árabes del Machrek al Magreb.

En la austera Argel, los jóvenes se entregan al «rai», el baile magrebí que hizo furor hace años, o se distraen con conciertos de música tradicional, organizados en sus plazas. En muchas calles del Magreb y del Machrek, casas y lugares públicos están alegremente iluminados, muchas veces con tradicionales linternas multicolores. Por todas partes hay vendedores ambulantes de zumos de fruta, dulces, dátiles, bocadillos… Los niños se divierten en improvisados columpios, armados en plazas y descampados. El «iftar», es una ocasión para las familias y amigos, de reunirse y regocijarse. Los preceptos coránicos establecen que en las noches pueden practicarse las relaciones sexuales.

Cuando el Ramadán coincide con el tiempo del verano, como ahora, su cumplimiento se hace más penoso, sobre todo en el calor de los paises desérticos. En las sociedades musulmanas rigurosas, como la saudí, el Ramadán perturba la vida cotidiana y hace cambiar los horarios de la administración pública y del comercio. El ayuno deja, a veces, a la gente extenuada, en un estado de somnolencia y de torpor. Hay asuntos que se aplazan, pero también hay muchos tenderos que aprovechan este vespertino consumo febril para hacer su agosto, aumentando el precio de carnes, frutas y verduras.

Ya apenas escucho en mi barrio de Hamra, alguna que otra vez los hombres -«mosaharatiyan»- que tañen tambores o golpean maderos, o «tabal», y se detienen en las esquinas para exclamar «Levántate y proclama que sólo hay un Dios». Tan pronto llegue la primera luz de la aurora, volverán, como cada año, las extenuantes y largas horas del «Ramadán el Karim». Esta fiesta como la del Cordero o del Sacrifiicio, es una gran celebracion religiosa en todos los pueblos del Islam.

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua