El autoodio de Caixa Catalunya

Victor_Alexandre

Estupor ha provocado en el mundo financiero catalán la voluntad de Caixa Catalunya de cambiar su nombre aprovechando el proceso de fusión con las cajas de Tarragona y Manresa. Estupor, porque es insólito que una marca plenamente consolidada cambie de nombre y porque los argumentos que se han dado para justificarlo son de un patetismo que ofende la inteligencia y produce vergüenza ajena. No sólo es rotundamente falsa la afirmación de Adolf Todó, director de la entidad, en el sentido de que la marca comercial Caixa Catalunya «está deteriorada» -basta con salir a la calle y hablar con la gente para ver el prestigio que tiene-, sino que horroriza reproducir el razonamiento que hace Pau Dueñas, director general de “Morillas Brand Desing”, una empresa catalana dedicada a la creación de marcas comerciales que en su página web desprecia abiertamente el catalán -sólo admite el español y el inglés-, cuando dice: «La marca Caixa Catalunya en España puede tener un cierto rechazo debido a las fuertes connotaciones catalanas, igual que su logotipo de la estrella con las cuatro barras rojas, aunque es verdad que a los catalanes se nos reconoce por la buena gestión del dinero. […] Caixa Catalunya ya tiene una fuerte implantación en el mercado catalán y parece lógico que ahora busque aumentar su presencia en España». Dueñas, además, añade, que la época en que los nombres de las cajas hacían referencia a lugares geográficos ya está superada y que ahora hay que apostar por nombres más universalistas. Se ve que llamarse Caixa Catalunya es muy provinciano, muy ramplón. En cambio, llamarse Caja Madrid -donde el señor Dueñas no ha entrado nunca para hacer este discurso- sí que es cosmopolita y progresista. La prueba es que en el 2010 esta entidad tendrá más de 60 oficinas en Cataluña.

No sé si el lector se ha dado cuenta, pero en la justificación del cambio de nombre de Caixa Catalunya hay un toque muy preocupante de racismo. Se trata de un racismo que no es de pigmentación, pero que traspira el mismo rechazo contra una colectividad -en este caso la catalana- por el solo hecho de existir. ¿Qué significa que una empresa, sólo por ser catalana o por tener un nombre catalán, provoca rechazo en España? ¿Qué significa que los catalanes, para ser aceptados en España, tengan que esconder sus orígenes, su identidad y su lengua? ¿Qué tipo de sociedad racista es la española, que el solo nombre de Cataluña le produce nauseas? Y, por otro lado, ¿qué tipo de sociedad pusilánime es la catalana, que renuncia al nombre de su país para no ofender a aquellos que lo odian? Francamente, hay veces que siento vergüenza de ser catalán, y esta es una. No me avergüenzo de mi identidad, me avergüenzo de formar parte de una colectividad en la cual hay gente con un nivel de autoodio tan extremo. Las piezas, desgraciadamente, encajan muy bien. Y no tan sólo porque el presidente de la entidad -fundada por la Diputación de Barcelona y controlada por el PSOE de Cataluña- es Narcís Serra, el hombre que cuando era miembro del gobierno español hizo lo imposible en compañía de Ernest Lluch y de Joan Majó para que nuestra Ley de cajas quedara subordinada a la española, sino porque el principal enemigo de este país se encuentra en la Generalitat y se llama gobierno de Cataluña.

La actitud de José Montilla, concretamente, cuando afirma «estamos orgullosos del modelo catalán de cajas», no puede ser más cínica, puesto que tiempo atrás estaba tan visceralmente en contra que su partido incluso llevó este modelo al Constitucional español a la vez que intentó encerrar a Jordi Pujol en la cárcel. Se entiende, por lo tanto, que la Generalitat ya haya comunicado que no impedirá al cambio de nombre de Caixa Catalunya. Al contrario, lo estimulará, porque todo ello, como por ejemplo la españolización de TV3, de Catalunya Ràdio y del mismo gobierno, forma parte de un proyecto socialista de destrucción del imaginario nacional catalán que avanza espectacularmente con la escandalosa y silenciosa complicidad de Esquerra.

Publicado por El Singular Digital-k argitaratua