Ni tanto ni tan calvo

LAS personas solemos cometer algunas veces excesos, y damos bandazos de derecha a izquierda, subiendo o bajando sin pauta. Hasta hace poco tiempo, la singularidad y rareza de nuestro idioma nos hacía creer que el vasco nada tenía que ver con el resto de los lenguajes humanos y que, por ello, debería contar con términos exclusivos para expresar todos los conceptos. Eso nos llevaba a evitar en euskera incluso los términos de cultura utilizados casi del mismo modo en español, inglés, francés, alemán o en ruso, y que, precisamente por ello, se denominan palabras internacionales.

 

Con esa base de razonamiento, algunos puristas inventaron en el pasado neologismos tan pintorescos como izarrizti, txadon, uzkurtz, lutelesti, gaimel, neurkin, ingi o txaunburu, que el tiempo y el buen sentido han ido arrinconando en favor de palabras más normales y castizas, como astronomia, eliza, erlijio, geografia, olio, metro, paper o parroko. Por esa misma razón, hoy los vascos utilizamos habitualmente términos como astronauta, desoxirribonukleiko, informatika, kolesterol, klorofila, monoteismo, ornitorrinko, plastiko, polizia, traumatismo, zelula o zibernetika, presentes en nuestros libros y diccionarios, similares a los que posee cualquier otra lengua cultivada y oficial de nuestro entorno.

 

Pero la existencia de una gran uniformidad en esa terminología cultural, científica y tecnológica no significa que, pasándonos al otro extremo, todas las palabras castellanas o francesas, con un ligero cambio de su grafía, puedan convertirse, sin más, en palabras vascas. Y eso es, precisamente, lo que parece que piensan algunos, ya que utilizan profusamente barbarismos sin arraigo histórico ni literario en nuestro idioma, como si el euskara fuese un vertedero del español. Valgan como ejemplo azul, guiso, karretera, karro, moro, muñeka, pintxo, pote, raba, razio… todos ellos nacidos del desconocimiento, la falta de lectura en vasco, y/o de la pereza en consultar el diccionario, lo que naturalmente va en detrimento de voces clásicas y castizas como urdin, sukalki, errepide, gurdi/orga, mairu, panpina, txitxi-zotz/mokautxo, baso/txikito, txibierro o anoa, por citar algunos ejemplos.

 

El adagio latino nos decía aquello de in medio stat virtus, esto es, que «la virtud reposa en el término medio». Mi amigo el profesor Juan Luis Goikoetxea me comentaba que existe en Bizkaia una sentencia popular parecida: lar ere larregi da, muy similar a la que ya a principios del siglo XIX recogió el guipuzcoano Iztueta: lar ere lar, «lo excesivo siempre es demasiado», o dicho en castellano castizo: «ni tanto ni tan calvo». Vamos, sin pasarse de la raya.

 

Hace ya bastantes años, algunos solían burlarse del euskera de Eibar, y atribuían a sus habitantes, injustamente, frases ridículas con castellanismos desproporcionados, como «ene! horra hor kaballua manzania jaten» o «denpora ona trigoa maduratzeko». En fin, hoy produce vergüenza ajena ver que algunos continúan todavía tratando al euskera como si fuese una lengua subordinada al castellano o al francés, impulsando y promocionando cualquier barbarismo; eso sí, disfrazado con tx, k o z. Con ello muestran a las claras su bajo nivel cultural, algo que, a estas alturas, resulta difícilmente excusable entre escritores, artistas y, en general, personas que alardean de tenerlo.

 

Y no quiero profundizar en lo que supone esa falta pública de interés por la dignificación de nuestro idioma precisamente cuando miles de personas, especialmente niños y jóvenes, se afanan por aprender, recuperar y mejorar su nivel de euskera y de cultura vasca: seguir haciendo el juego a la conocida y vieja política franquista de desprestigiar nuestra lengua.

 


http://www.deia.com/2013/05/25/opinion/tribuna-abierta/ni-tanto-ni-tan-calvo