Declaración de independencia

Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro […], el justo respeto a la opinión de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.

Sostenemos como evidentes por sí mismas las siguientes verdades: que todos los hombres son creados iguales, que están dotados […] de ciertos derechos inalienables, entre los cuales está el derecho a la Vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Que para garantizar estos derechos, se instituyen los gobiernos entre los hombres, los cuales obtienen sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados, Que cuando ocurra que cualquier forma de gobierno se haga destructora de estos fines, es el derecho del pueblo reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se fundamente en dichos principios, organizando sus poderes de la forma que a su juicio ofrezca las mayores posibilidades de conseguir su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambien por motivos leves y transitorios gobiernos establecidos de antiguo; y, en efecto, la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo Objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevas garantías para su futura seguridad. […]

Se ha negado a dar aprobación a leyes, de las que la mayoría son convenientes y necesarias para el bien público.

Ha prohibido a sus gobernadores sancionar leyes que eran de inmediata y urgente importancia, salvo que se suspendiera su ejecución hasta obtener su aprobación; y estando así suspendidas, las ha desatendido por completo. […]

Ha obstruido la Administración de Justicia, negándose a dar aprobación a leyes necesarias para el establecimiento de los poderes.

Ha hecho que los jueces dependan únicamente de su Voluntad tanto para poder ejercer sus cargos como por la cantidad y pago de los suyos.

Ha creado una gran cantidad de nuevas oficinas, enviando un enjambre de funcionarios para hostigar y empobrecer a nuestro pueblo.

Ha mantenido entre nosotros, en tiempos de paz, tropas armadas sin el consentimiento de nuestra legislatura.

Ha influido para que la autoridad militar sea independiente de y superior al poder.

Se ha asociado con otros para someternos a una jurisdicción ajena a nuestra constitución, y no reconocida por nuestras leyes […]:

1.- Para acuartelar grandes cuerpos de tropas armadas entre nosotros […]

2.- Para suspender nuestro comercio con todas las partes del mundo

3.- Para imponernos impuestos sin nuestro consentimiento: […]

4.- Para eliminar nuestras cartas constitutivas, abolir nuestras leyes más valiosas y alterar en su esencia las formas de nuestros gobiernos […]

Ha saqueado nuestros mares, devastado nuestras costas, quemado nuestras ciudades y destruido las vidas de nuestra gente.

En estos momentos, está transportando grandes ejércitos de mercenarios extranjeros para completar la obra de muerte, desolación y tiranía, ya iniciada en circunstancias de crueldad y alevosía que apenas encuentran paralelo en las épocas más bárbaras, e indignas por completo del jefe de una nación civilizada […]

Ha atizado insurrecciones internas entre nosotros […].

En cada etapa de estas opresiones, hemos pedido reparación en los términos más humildes: nuestras continuas peticiones han sido respondidas únicamente con repetidos agravios. Un príncipe, cuyo carácter queda señalado por cada uno de los actos que definen a un tirano, no es apto para ser el gobernante de un pueblo libre.

Tampoco hemos dejado de dirigirnos a nuestros hermanos […]. Les hemos advertido a menudo, de las tentativas de su poder legislativo para englobarnos en una jurisdicción injustificable. Hemos apelado a su innato sentido de justicia y magnanimidad, y les hemos conjurado, por los vínculos de nuestro parentesco, a repudiar esas usurpaciones, las cuales acabarían interrumpiendo inevitablemente nuestras relaciones y correspondencia. También ellos han sido sordos a la voz de la justicia y de la consanguinidad. Hemos, pues, de convenir en la necesidad, de anunciar nuestra separación, y considerarlos, como consideramos al resto de colectividades humanas: enemigos en la guerra y amigos en la paz».

Como ya habrán descubierto a estas alturas, este artículo no es mío, es de Thomas Jefferson y 55 personas más, que ahora son considerados héroes, en ningún caso terroristas.

EL PUNT – AVUI