Los personajes antropomorfos en la pintura de Zumeta

JOSÉ Luis Zumeta (Usurbil, 1939), uno de los dos supervivientes del Grupo Gaur, y que sigue construyendo su obra de manera constante, libre y fértil, expone sus últimos grandes y medianos lienzos en Galería Kur de Donostia. Pintura magmática, automática, libre y desenfadada, siempre con referencias a una figuración que le sirve como soporte y expresión de repertorios antropomorfos, entre los que sobresalen iconos como rostros, ojos, bocas, manos, personajes de corte surrealista entre el grito, la corrosión y el esperpento.

Zumeta conecta así con esa larga y fecunda tradición de arte español que surge con Picasso y Miró y desemboca en De Kooning, Saura, Bonifacio, y muchos otros, en los que la figura del ser humano, siempre presente, pero reducida a rostro, boca, ojos, manos, sexo, y cargada de fuertes acentos expresivos de pasión y color, eleva al ojo y la temperatura a situaciones que están cerca de la paranoia del zoo humano. Hay en todo ello una cosmovisión como de circo, de espectáculo, en el que los seres humanos se mueven y articulan en espacios cerrados, cercanos a la alegría y el gozo, al mismo tiempo que al dolor y a la violencia. Siempre hay como un horror ante el espectáculo del circo humano, como un querer borrar las huellas de la belleza, el amor, y el equilibrio clásico. Hay en toda su pintura como una postura anti-clásica, como un querer romper el marco establecido, dentro de la sociedad y de la misma historia de la pintura vasca.

Quizás por ello surgen esas composiciones en vertical y espacios cuadrados, en los que inserta partes del derrubio y de los restos del naufragio: cabezas, ojos, bocas, pestañas, narices y sexos, que como entes autónomos y emblemáticos se ubican sobre el escaparate del lienzo de manera audaz y descarada. Y surgen así sus personajes con narices-sexo, sus personajes corriendo, sentados, comiendo, o en barca, sus cabezas coronadas, con gorros, con borlas y pompones, cabezas negras, tristes, llorosas, cabezas que se besan sobre arquitecturas y cielos nubosos, cabezas calavera, cabezas aladas. Y entre ellas y al fondo, colores fuertes y suaves, estallidos de color, manchas, derramamiento de color, que es en definitiva lo que es la pintura, expresión del alma, del subconsciente y de la pasión de vivir entre la vida y la muerte.

En esta exposición encontrará el lector una obra más elaborada y acabada, junto a otra más suelta y rápida. Hay cosas interesantes en ambas, pero nosotros preferimos las primeras a las segundas, resultando muy interesante su propia mesa de trabajo convertida en lienzo y soporte de sus mundos oníricos y expresivos.