El siglo XVI y el siglo XXI como paradigmas del fin de una era (III)

La Academia —las universidades— siempre ha sido bastante más conservadora de lo que aparenta ser. Sobre todo en tiempos de crisis profunda, cuando los cambios de modelo se revelan como la única salida a crisis, es cuando la Academia se vuelve mucho más reaccionaria y retrograda. Hoy tampoco las universidades aportan nada a la grave crisis que estamos padeciendo. En tiempos de crisis, la Academia, las Universidades, se vuelven ensimismadas y cobardes, se encierran en su propio mundo que lentamente se va transformando en un fin en si mismo, convirtiéndose así en un freno para el obligado cambio de modelo económico. Esto que ocurrió en el siglo XVI, al igual que está ocurriendo hoy, en el siglo XXI.

 

Tomas Moro y el fin de una era

De este modo, al final del ciclo económico, cuando, ante una nueva era que se abre, más se necesitaría la innovación, la Academia enmudece y se vuelve defensora del ‘status-quo’ y de los privilegios de unos pocos, frente a la desazón y el sufrimiento de la mayoría de la gente que pide desesperada un cambio de paradigma porque sufren en sus carnes que el viejo paradigma económico ya no funciona. La Academia se ha transformado en otro rentista más del sistema.

Por ello, no es de extrañar el que la Universidad no supo, no ha sabido —y no esperemos que logre saberlo algún día— qué hacer con la ‘Utopía’. ¿Se trata de un libro de filosofía?, ¿Por el contrario, no será más que un libro de sociología o de política?. ¿O quizás se trate de un clásico pre-marxista?. Sean cuales sean las opiniones que se tengan sobre el libro, sea cual sea el estereotipo que se le haya asignado, el hecho cierto es que para algunos académicos, devoradores de hemerotecas y de sus polvos, la obra no consiste más que en una simple sátira de los finales del siglo XV o principios del XVI, una obra audaz, simpática pero, en cierto modo, también molesta pues cuestionaba el orden imperante como injusto y carente de sentido.

Thomas More —también conocido como Tomás Moro— cuando describe y narra la ‘Utopía’ crea un escenario fundamentalmente riguroso, un escenario en el que More llega a formular un postulado plausible y digno de alabanza dentro del cual se desarrollan y discuten, por contraste, todas las demás implicaciones. Para él, el aumento de los crímenes y de la violencia sólo podía explicarse por el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales: “¿Y si la causa o razón fundamental de los males que nos aquejan residiera en la forma como manejamos la economía?” —se preguntaba. Es obvio y, en consecuencia, es también lógico y razonable pensar que este postulado podría parecernos, hoy en día, como bastante cierto y banal; pero, sin embargo, en aquellos tiempos supuso una idea-fuerza revolucionaria.

No deberíamos olvidar que cuestionaba la creencia de que el mal y su existencia era algo intrínseco al hombre. Con la ‘Utopía’ ponía punto final a los diez siglos de Edad Media. Cuestionaba a la monarquía y a la propia nobleza. Cuestionaba a los banqueros, a los abogados, a los frailes e, incluso, a los intelectuales que, hoy como ayer, mayoritariamente se distinguían por defender al poder, para mantener vigente el ‘status-quo’ del momento. De esta manera, frente a la mediocridad de sus pensamientos y la escasez de aportaciones intelectuales, gracias al arte de la adulación que tan bien practicaban, es como se ganaban la notoriedad y los privilegios que detentaban, en su sentido más literal.

Nuestro modelo económico actual tiene grandes visos de encontrarse muy agotado y sin remedio, si lo que pretende es continuar con el mismo modelo. Los avisos que nos llegan sobre la situación económica son muy alarmantes. Aunque los dirigentes políticos no hacen más que mentir y engañar a los ciudadanos con proclamas sobre la superación de la crisis para volver a caer a los pocos días, ya no hay tiempo, ni lugar para la esquiva y el disimulo. ¡Es todo tan evidente!

Además, el progresivo endeudamiento de los estados nos hace temer lo peor, pues cada vez son mayores los riesgos de caer en una profunda depresión económica. A su vez, los datos y noticias que nos llegan sobre el agotamiento del petróleo también son muy alarmantes. Se nos aproxima la amenaza de una fuerte crisis energética, a corto plazo, motivada como consecuencia de la proximidad del ‘Peak Oil’ o pico máximo de producción de petróleo.

La conjunción del ambos factores —persistencia de la crisis hasta el replanteamiento del modelo socioeconómico actual y crisis energética— podría conducirnos a un nuevo escenario donde las consecuencias serías nefastas para aquellos países que no se preparen y adapten anticipadamente al nuevo paradigma económico emergente que necesariamente se ha de apoyar en un modelo energético sostenible. Así pues, la transición al nuevo modelo energético se convierte en uno de los principales revolucionarios cambios a llevar a cabo.

En otras palabras, mientras no nos cuestionemos —de manera parecida a como lo hizo Thomas More— que sólo a partir de una fuerte apuesta por la transición hacia una economía sostenible, donde no haya lugar para la especulación y el apalancamiento financiero, donde la generación eléctrica en base a las energías renovables sea mayoritaria dentro del ‘mix’ de energía, donde la productividad de los recursos y el ahorro y la eficiencia contribuyan a incrementar sustancialmente los niveles de uso de la economía circular, etc., es como podremos salir de la grave crisis en la que estamos inmersos.

Presumiblemente y para nuestra desgracia, todavía estamos muy lejos de iniciar los primeros pasos para salir de la crisis en la que llevamos anclados casi ocho años. Nuestros dirigentes políticos, sociales y económicos —incluida la Academia— están muy lejos de cuestionarse el actual modelo económico basado en la insostenibilidad del sistema. Así pues, durante muchos años —bastantes más de los que nos pensamos— y mientras sigamos soportando el colosal impacto negativo que supone la supeditación de la sociedad y de las actividades económicas al sector financiero, continuaremos con la depresión económica.

Pero, para salir de ella, sólo será posible si previamente establecemos un modelo económico basado en la sostenibilidad. Cuando lo hallamos hecho, entonces sería bueno que levantáramos un monumento de recuerdo a las graves consecuencias que tiene la inconmensurable estupidez humana. Sería un recuerdo para no olvidarlo nunca más, al igual que el horrible crimen u holocausto que cometieron los nazis contra el pueblo judío. (Continuará)

El siglo XVI y el siglo XXI como paradigmas del fin de una era (III)