Los últimos fusilamientos del fascismo

Acaban de cumplirse 40 años del 27 de setiembre de 1975. No hace tanto, aunque lo parezca, se produjeron los últimos fusilamientos ordenados por el criminal de guerra y posguerra Franco, dictador que ya había nombrado sucesor de gobierno a Juan Carlos de Borbón, y que por fin murió para alivio de la humanidad apenas dos meses después. En su agónica furia final contra el nacionalismo vasco y todo intento de reforma como un rebrote de la sublevación militar de 1936 el fascismo hostigaba continuamente.

En una reacción de sentido opuesto a través de la rebelión social de defensa el independentismo vasco representado, casi exclusivamente, por la organización política armada Euskadi ta Askatasuna, acronimamente ETA, conseguía una concienciación colectiva que el totalitario régimen militar español no lograba controlar y deseaba exterminar. Sólo asesinando y encarcelando vascos creían que conseguirían aplastar de nuevo a un pueblo que ya no podía aplazar más la conquista de su libertad. Contra la brutal represión y hostigamiento total no había otra alternativa que la rebelión contundente y continua o la rendición.

El instinto sanguinario y revanchista de aquel ignorante y despreciable militar español laureado por miles de asesinatos se extinguía matando y situaba a su país, España, del que se proclamaba caudillo por la gracia de Dios, con el beneplácito del Vaticano, en la vergüenza y rechazo mundial. En su paranoia del exterminio dejó una de las páginas más crueles y vergonzosas de la historia de la humanidad: los fusilamientos finales del fascismo de 1975. Jóvenes activistas concienciados detenidos sin pruebas, torturados, sometidos a simulacros de juicios, sin testigos, abogados sin acceso a documentos, ni atención a sus argumentos y sin tiempo para la defensa sólo testimonios policiales, en versión de consejos de guerra inmediatos, por militares poseídos de instinto asesino, fueron condenados a muerte.

En el amanecer de aquel último sábado de setiembre cinco personas fueron acribilladas por la fusilería fascista. Tres militantes del FRAP, Xose Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanza y dos acusados de pertenecera ETA. Anjel Otaegi Etxeberria (Nuarbe 1952) un noble baserritarra fue abatido por un pelotón de la Policía Armada en la prisión de Burgos tras una cruel, solitaria y angustiosa vigilia con su ama esperando reducida a 20 minutos de inmenso amor maternal obligados a hablar en castellano, una lengua para ellos extraña. Prevamente en la prisión dejo su testimonio y testamento ideológico como vasco.

Juan Paredes Manot “Txiki”, por su altura y juventud, pero un gran hombre, inmigrante nacido en 1954 en Zalamea de la Serena, Badajoz, y residente en Zarautz, que entendió su integración en Euskal Herria con una de las formas de lucha y resistencia que el tiempo aquel imponía, la actividad en la clandestinidad, hasta dar su vida. Txiki hizo frente al pelotón de guardias civiles voluntarios que se ofrecieron para fusilarle tiro a tiro frente al cementerio de Cerdanyola, Barcelona, cantando Eusko Gudariak. Cántico que, como otras tantas veces en el campo de batalla, alcanzó un tono épico en aquellas circunstancias y que debemos reivindicar su contenido semántico cada vez que la entonemos. Debe resaltarse el encomiable trabajo a la desesperada de los prestigiosos abogados catalanes Magda Oranic y Marc Palmés grandes amigos de las causas vascas y únicos testigos junto con Mikel, el hermano de Txiki, de aquel crimen de estado.

Asimismo, sería importante conseguir, difundir y recopilar como importante documento histórico las emocionantísimas emisiones, especialmente de la víspera, una noche eterna, en espera en la que muchos confiamos se produjera un cambio de última hora, de los programas extraordinarios de Radio París y la emisora de la BBC Internacional únicas posibilidades durante años de conocer la situación real. Asimismo, algún día el cine, la música y la pintura vasca debería recoger este relato trágicamente singular de nuestro heroico reciente pasado, que unió al pueblo vasco y tuvo pocos meses después, entre muchos otros, un nuevo infausto capítulo, los asesinatos del 3 de marzo en Gasteiz, y obviamente todos aquellos que murieron en actos de solidaridad y protesta con los hechos reseñados.

Por haber vivido apasionadamente aquel período y conocido especialmente el entorno universitario y el social y cultural catalán en el que se desarrolló una de estas trágicas muertes, relato algunas circunstancias posteriores a modo de reconocimiento y recuerdo. El pueblo catalán, de no ser el vasco, no podía ser otro, perpetuó su memoria con un sencillo pero inmenso monumento de homenaje en la montaña de Montjüic en Barcelona. Allí, en el Fossar de la Pedrera, donde también reposa el President de la Generalitat Lluis Companys fusilado el 15 de octubre de 1940 en el castillo homónimo.

De espaldas al mar desde el final de un antiguo camino del aterrazado y enorme cementerio municipal se llega a un gran vacío producido por una antigua cantera (pedrera en catalán) en desuso. A la remota cavidad de ese espacio se accede por un serpenteante sendero a través de un pequeño bosque columnario de cipreses y pilares rectangulares de piedra a modo de atrio que culminan la ascensión a ese espacio central. Dos pilares de este lugar tienen esculpidas estas, traducidas del catalán, leyendas: «En este Fossar de la Pedrera reposan los que fueron fusilados en el Campo de la Bota y otros parajes por las fuerzas fascistas desde el año 1939. De muchos de ellos no sabremos nunca el nombre pero nuestro homenaje es para todos». Y en el otro, «Antigua fosa común donde hasta el año 1979 fueron enterrados los que no disponían de sepultura y los que quisieron expresar su solidaridad con los humildes y los inmolados. Su tumba es anónima pero su recuerdo nos acompañara siempre». También allí, en la entrada de este mausoleo de la inmortalidad, en uno de los pilares de la tercera columnata está escrito: «Joan Paredes Manot, Txiki».

El lugar, abandonado durante mucho tiempo, recibió con la extraordinaria y delicada remodelación hecha en 1982, por la destacada arquitecta Beth Galí la dignificación y la memoria de las personas caídas en defensa de las libertades de Catalunya así como el reconocimiento y homenaje que se merecen. El impacto trágico del lugar se manifiesta y expande cautivadoramente por el impresionante, amplio, a la vez que íntimo, espacio de espiritualidad. Invito a cuantos vascos acudan a Barcelona a visitar tan impresionante memorial.

En el 40 aniversario de tan repugnantes crímenes de Estado, de los que nadie ha pedido todavía perdón, especialmente los herederos directos del fascismo, el PP continuamente blasfemando apoyados con los poderosos y manipuladores medios de difusión aliados como el grupo Vocento, “El Mundo”, la COPE, etc. contra todos los indicios de la idiosincrasia vasca, lengua, cultura, identidad e instituciones, es preciso recordar la memoria de todos los patriotas asesinados, torturados, exiliados, detenidos y encarcelados por la brutal represión que todavía padece el pueblo vasco.

NAIZ