Réplica al señor Del Burgo

Como miembro de la familia Irujo, soy viuda de Pello Irujo Elizalde, rebato a su carta en este DIARIO DE NOTICIAS del 17 de este mes. Uso mi derecho de réplica y también de visión histórica.

1) A su alegre afirmación de que el Napar Buru Batzar del PNV se adhirió al Movimiento Nacional, no tengo documento de semejante acción. Lo que afirmo es que los dirigentes del PNV se exiliaron, algunos como Santiago Doxandabaratz de Tafalla, el 17 de julio, al ver Iruña ocupada por las tropas de Mola. Los que se fueron después y eran connotados, lo hicieron al saberse de los fusilamientos que se estaban llevando a cabo en Nabarra. La familia Irujo fue sacada de su casa y traída a Iruña en dos camiones militares, confinada a la cárcel. En el grupo había un hombre, Eusebio, su anciana madre, varias mujeres jóvenes embarazadas y la hija de Manuel Irujo. A las mujeres las llevaron a un convento, dieron a luz, y fueron finalmente canjeadas por la Cruz Roja. Tres hombres de la familia Irujo permanecieron en la cárcel, esperando fusilamiento. En septiembre de ese 1936, Fortunato Agirre, alcalde nacionalista de Lizarra, fue ejecutado en Tajonar y sus restos se dejaron para festín de aves carroñeras. Cosa contraria al mandamiento de enterramiento cristiano que los alzados llevaban como bandera. No creo, como usted afirma alegremente, que ser del PNV era un crédito de vida. A todos estos que menciono, mas muchos más, se les acusó de rojos, masones, judíos y separatistas y por tan altas razones, se les condenó a muerte, expolio, dispersión y cárcel. Y silencio.

2) También frívolamente usted compara la gestión de Tomás Domínguez Arévalo, Conde de Rodezno, con la de Manuel Irujo. Le recuerdo: la 2ª República nació del voto popular, era una institución legal a la que los militares rebeldes juraron guardar. Pues conspiraron desde Marruecos y Pamplona, Franco, Mola y Sanjurjo, para derrocarla. La gestión del conde, tradicionalista y carlista, que apoyó el golpe de estado de Sanjurjo en 1932, debió ser considerada óptima en el período de la sublevación: se le otorga el nombramiento de ministro de Justicia en el gobierno nacional de España, 1938-39, en plena guerra, y sin ninguna acreditación democrática. Su historial es un suma y sigue, bochornoso, para quienes creemos en la libertad y la democracia y los derechos humanos.

Está en Internet que el conde figura en la lista de los treinta y cinco altos cargos franquistas imputados por la Audiencia Nacional por delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra y en los primeros años del régimen, y que no fue procesado al comprobarse su fallecimiento. El personaje no da para más. Ni para menos.

Manuel Irujo Ollo en 1936 y con anuencia de su partido, PNV, dirige en Gipuzkoa, donde le agarra la sublevación, un frente democrático, junto a otros diputados, para oponerse al levantamiento y logra detener el camino de los insurgentes hasta septiembre, en que cae en sus manos ese territorio. La 2ª República, que durante cuatro años negó el Estatuto de Autonomía a los vascos, lo tramitó por vía de urgencia, concediéndolo en octubre y dando lugar al 1er Gobierno Vasco. La República exigió a cambio, a Manuel Irujo, de talante abierto, ilustrado y católico, para lavar ante una Europa temerosa de los acontecimientos ibéricos, su faz revolucionaria. Irujo siempre afirmó que era el precio del Estatuto. También es de recordar que los vascos defendieron su frente hasta nueve meses y que solo se rindieron tras el bombardeo de Gernika. No en la semana de paseo que profetizó Mola. También es de recordar la amplia ayuda bélica ofrecida a Franco por sus aliados, Hitler y Mussolini.

Irujo concurre como ministro primero sin cartera, luego de Justicia renunciando finalmente a esos cargos por un asunto de fusilamientos, a una institución emergida del voto popular, representante legal como diputado y en su difícil gestión, se convierte, ante la admiración de la Cruz Roja Internacional y de los cónsules ingleses en la península, en un abierto defensor de los canjes, que evitaba muertes, y en un hombre de paz en la guerra. Cuando todo terminó, Irujo operó como Asesor Jurídico del Gobierno Vasco en exilio, desposeído de sus bienes.

Yo no veo paralelismo ninguno entre las acciones de Irujo y las del conde que usted tan ardorosamente defiende. Lo que si percibo es que usted cree todavía que se puede engañar a la gente, ignorando la potencia informativa de las redes sociales, en las que está la verdad contrastada, y también que esta nueva generación de nabarro/as ha acudido a una Universidad Pública, incluso a una privada, con sus bibliotecas y sus Facultades humanísticas, donde se revisa la historia desde una base critica y objetiva. Donde los hechos se contrastan, donde lo que pasó ya no está al albur de la interpretación de cualquiera. Antes de escribir de la gestión de Manuel Irujo debiera usted tener cuidado. Al menos, cautela. Era un gigante, señor Del Burgo, y me temo, que usted que lo conoció, sigue sin tener idea de su magnitud humana e intelectual. Infórmese bien. Empiece por separar los campos de una Institución democrática y una militar.

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