El envilecimiento de la política… y de los medios

A propósito de las elecciones generales, estando en la universidad en EEUU nos encontramos con un editorial de The New York Times que, bajo el título The Next Move for Catalans (El próximo paso para los catalanes), emplaza al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a “empezar a prestar atención a los catalanes”.

Vistas las cosas con una cierta perspectiva parecería que antes de cerrarse las urnas en Catalunya había ya un discurso preparado en España: “fracaso rotundo del independentismo catalán”. Me recuerda al que hicieron en la Comunidad Vasca en el año 2009, para que quienes habían perdido las elecciones -PSOE y PP-, de espaldas a la mayoría social y política de la sociedad vasca, arrebataran el Gobierno vasco a quienes de largo las habían ganado, aprovechándose de la ilegalización de la izquierda abertzale.

Entonces, igual que ahora, con el necesario concurso de los medios de comunicación españoles, se convirtió en perdedor al partido ganador y a los perdedores en ganadores. Y lo más preocupante, en España mucha gente de buen corazón lo cree hoy al igual que lo creyó entonces.

Pero lo cierto es que Catalunya y sus gentes han dado un gran ejemplo, sí, pero no de inmovilismo o de defensa del actual statu quo, como se pretende desde Madrid, sino de que las cosas han de cambiar en la relación socio-jurídico-político entre Catalunya y España. Y no sé cuál será el resultado final, pero sí sé que la futura Catalunya no cabe, para una inmensa mayoría de catalanes y catalanas, en la actual Constitución española, o mejor en la actual lectura que el PP y también el PSOE -si nos atenemos a lo que dicen sus principales portavoces, aunque a veces no habitan ya en Ferraz-, realizan de la Constitución española.

Y hay que decir las cosas con claridad, en Catalunya han ganado las fuerzas independentistas, que tendrán la mayoría absoluta de los escaños del Parlament para los próximos 4 años. Se puede discutir acerca de cómo proceder con esta mayoría, pero no conviene cerrar los ojos a esta realidad. Al respecto no ayudan lecturas interesadas que afirman que “los independentistas han perdido fuerza pasando de 74 a 72 escaños”, olvidándose que entre 74 había un buen número de diputados de Unió -eran 13 nada menos-, que, eso sí, viene bien sumar antes con los independentistas y ahora con los contrarios a la independencia. Al igual que afirmar que “en votos no ha ganado el sí” -otra cosa es que no haya conseguido el 50% y las consecuencias políticas de esto que corresponderá ponderar a quienes han ganado las elecciones-. A no ser que se cometa la desfachatez para decir esto de contar para ello con los votos de Podemos e Iniciativa per Cataluña. Fuerzas políticas que expresamente han pedido que no se les utilice ni en un sentido ni en otro porque defienden el derecho a decidir y entre sus votantes hay gentes, que en caso de celebrarse un referéndum, votarían a favor y otros en contra de una Catalunya independiente. Atención, por cierto, a esta vía -referéndum decisorio- de cara al futuro, porque pudiera contar con un apoyo de 83 escaños y casi el 60% de los votos en Catalunya.

Quizá pudiera ayudar a explicar las cosas si tuviéramos en cuenta que quienes con más profusión están utilizando estos falsos argumentos -quién sabe si para que no hablemos de ellos- son quienes peores resultados han obtenido en Catalunya. El PP, que ha estado a punto de tocar fondo, y un Partido Socialista que ha cosechado el peor resultado de su historia en Catalunya, aunque curiosamente está trasladando que “aguanta”, tal vez porque el que ya tenía poco es difícil que pierda mucho. Resulta difícil identificar a este partido con el que lideraba Maragall y gobernaba la Generalitat.

Por tanto, ni fracaso del independentismo, que ha obtenido, dadas las circunstancias, un resultado histórico, ni victoria del inmovilismo. Estamos, en mi opinión, ante una situación sin retorno. Situación, por cierto, ante la que también advierten instituciones y personas notables en la sociedad española y en el mundo.

Y qué decir de la sociedad vasca, de cómo observamos el procés. Pues para mi gusto con más desapego del que debiéramos. Yo hubiera preferido, lo digo sinceramente, una Euskadi más comprometida con el proceso catalán.

En todo caso, aún estamos a tiempo de hacerlo. De decirles a Catalunya y a sus gentes que no estamos detrás, sino a su lado. De decirles que apoyaremos siempre sus decisiones democráticas, sean estas cuales fueran. Entre otras cosas porque, estoy convencido, no va a pasar mucho tiempo para que ellos y ellas puedan hacerlo en reciprocidad con quienes, teniendo pendiente un procés similar, aunque propio, no podemos esperar mucho más tiempo para lanzarlo.

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