Callejero

Un callejero no es un santoral. Ni un memorial de personas ilustres. Ni un catálogo de personajes populares. Ni una enciclopedia de hechos históricos. Es una mera identificación residencial mediante la nomenclatura de los tramos urbanos. Letras y números: conciso, claro, coherente, ordenado y nada conflictivo. Perdurable y en un lenguaje común a muchos abecedarios. Poligonero, pero limpio y eficaz. El sistema vigente en Pamplona -no por extendido más razonable- provoca anacronismos (la calle Mayor ya no es la mayor ni la principal de las calles), segregaciones (aquí los músicos, aquí los montes, aquí los pintores, aquí los ríos, y advocaciones religiosas por doquier), confusiones (cualquier foráneo esperaría que el monumento a los Fueros estuviera en la plaza del mismo nombre), agobios (calle Salsipuedes), discriminaciones (unas Autonomías tienen arteria dedicada, otras no), contradicciones (un laico residente en un Monasterio), incomodidades emocionales (alguien de Tafalla con domicilio en la calle Olite, y viceversa). Que el sistema es mejorable, en consecuencia. El Ayuntamiento se ha enredado ahora en una nueva denominación para la plaza del Conde de Rodezno (los Caídos de toda la vida), un franquista relevante al que UPN no consideró símbolo de tal. El ilustrado alcalde Asirón se inclinó por el arquitecto diseñador del II Ensanche, Serapio Esparza, pero la llanera solitaria de I-E, Edurne Eguino, se ha hecho visible y se ha alineado con la oposición y con colectivos de la memoria histórica. Proponen plaza de la Libertad. Una torpeza mayúscula mientras se mantenga las tumbas de los generales Mola y Sanjurjo y el propio edificio en el que reposan, construido como Monumento a los Muertos en la Cruzada de Liberación Nacional. Vendría a ser como certificar que lucharon por la Libertad. El abecedario, de sobra para cada barrio pamplonés. Letras y números. O más moderno, emoticonos. Frío y aséptico. Útil. Sin broncas. Con futuro.

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