Las banderas del no-nacionalismo

La fiscal general del Estado, Consuelo Madrigal hizo unas generosas declaraciones ayer diciendo que no creía que las esteladas inciten al odio o a la discriminación. Inmediatamente, añadió con aire perdonavidas que el problema de las esteladas es que son «enseñas partidistas». Supongo que se utilizaba la expresión para oponerse a las banderas españolas que, según los curiosísimos puntos de vista que prevalecen en Madrid, no son partidistas y, además, tienen la característica peculiar de ser (valga el solecismo) banderas «no-nacionalistas».

Todo ello es coherente con las esencias del nacionalismo español, que intenta mostrarse a sí mismo como algo incoloro, inodoro e insípido, que no hace sino adherirse a un texto legal, la Constitución de 1978, que es ideológicamente neutro. Cualquier lector de la Constitución, sin embargo, se da cuenta de la patraña. La primera frase del Preámbulo de dicho texto dice literalmente: “La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de, etc”.

Así pues, el nacionalismo esencialista y decimonónico, del género más sarnoso, está inserto en la Constitución de 1978 desde su primera línea. Y con falta de ortografía incluida: me gustaría saber qué impide a los señores de la RAE, tan gilipollas en otras cosas, el mostrar su indignación ante el hecho, absolutamente escandaloso, que un nombre común, «nación» se escriba en mayúscula. ¿Es su no-nacionalismo, tal vez?

La bandera española es tan neutra y no partidista que ya la encontramos explicada en el artículo 4 de la Constitución. “La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas”. Una bandera que, claro es el símbolo de la Nación (en mayúscula, claro) que aparece al principio. Esta bandera no es ideológicamente neutra hoy, ni lo fue nunca. Es interesante recordar que fue objeto de enconadas luchas entre liberales (que la querían) y conservadores (que abominaban de ella), hasta que fue adoptada oficialmente en un Real Decreto de 13 de octubre de 1843, sancionado por la reina Isabel II.

Esta bandera, que de milenaria no tiene nada, por más que exclame Felipe VI, es un símbolo del nacionalismo español. Y el nacionalismo español es una ideología tan partidista como el trosksismo, el animalismo, el ecologismo, el aznarismo, el patriarcalismo o el progresismo de medio pelo. Nadie está obligado a compartir ni una ideología ni su bandera. Eso de que la rojigualda es «la bandera de todos», como La Roja es «lo que nos une» no es verdad. Al menos, en mi caso y en el de al menos dos millones de catalanes.

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