Alberto Onaindia

No son pocas las personas que han dejado una huella ejemplar hasta que, el paso del tiempo y cierta ingratitud, la borran para las siguientes generaciones. Y entre las víctimas de nuestra desmemoria se encuentra Alberto de Onaindia al que voy a recordar aquí con una razón muy válida, porque afortunadamente no soy el único que quiere reivindicar su memoria. Unesco Etxea está celebrando su 25 aniversario y Ruper Ormaza me traslada la feliz iniciativa de ligar la efeméride al recuerdo del Onaindia más humanista que también estuvo trabajando para la UNESCO a mediados del siglo pasado. Le quieren reivindicar en un homenaje-conferencia el 24 de mayo al que quiero sumarme desde estas páginas.

Alberto Onaindia nace en 1902 en Markina (Bizkaia),  y fallece en Donibane Lohizune (Lapurdi) un 18 de julio porque así lo quiso la casualidad, pero esta vez de 1988. Yo enmarcaría al personaje en tres grandes trazos: compromiso, honestidad y tesón. Y desde estas premisas, su protagonismo con la historia de Euskadi (entonces Euzkadi) destacó al menos en tres momentos cruciales para los vascos:

En el Pacto de Santoña, con la traición de los fascistas italianos a la palabra dada; cuando fue enviado por el lehendakari Aguirre al Vaticano con la misión de entregar las razones morales del apoyo del Gobierno Vasco y del PNV a la República; y cuando le tocó ser protagonista del bombardeo de Gernika y emprender después viaje a París para denunciar ante los intelectuales y periodistas demócratas de Francia el genocidio y las falsedades franquistas sobre los autores del ataque indiscriminado contra la población civil. Esta desgracia, le dio la oportunidad colateral de realizar acciones humanitarias ayudando a muchos vascos perseguidos en apuros. El hecho resulta especialmente emotivo para mí como los lectores comprenderán al añadir que el padre Onaindia fue quien ofició la boda de mis padres en una iglesia casi vacía de París, ellos también en plena huída de la persecución franquista.

En esa mezcla de compromiso, honestidad y tesón hay que enmarcar su extraordinaria labor que la dictadura trató de laminar sin éxito. Y para ello, tuvo que protegerse con múltiples seudónimos: con el de Egizale defiende la aplicación de la doctrina social de la iglesia de Euskadi e impulsa el movimiento solidario vasco. En Inglaterra lleva a cabo una intensa labor como propagandista en la BBC entre 1941 y 1956 con el seudónimo James Masterton. Pero también utilizó los alias de Father Brown y Father Zuloaga, su segundo apellido. Cuando Francia es liberada de los alemanes e inicia sus charlas desde Radio París, lo hace utilizando el seudónimo de doctor Olaso.

Alberto Onaindia es para muchos un perfecto desconocido en el campo de las ciencias sociales y de la comunicación a pesar de sus libros y charlas, sus actividades como un gran comunicador que no deben quedarse en el olvido aunque solo sea por ser un referente que dignificó la verdad de tantos miles de asesinados y represaliados en nombre de una Cruzada que no dudó en calumniar y utilizar lo más sagrado para hacer del delito continuado una legalidad. Por tanto, la iniciativa de Unesco Etxea de rescatar su faceta humanista, me parece muy necesario. Afortunadamente, Onaindia resiste el estudio de su figura porque se preocupó de documentarlo todo. (Y al menos una vez, se publicaron sus Obras Completas).

Fue una persona conciliadora y respetuosa con todas las opiniones además de ser un hombre de acción y de iniciativa contribuyendo a la creación de ELA-SOV en un momento en que una parte significativa de la Iglesia católica estaba sensibilizada con el mundo obrero gracias a la encíclica Rerum Novarum (León XIII) que abría las puertas a los laicos para que participasen en organizaciones sociales y obreras católicas.

Cuando Alfonso XIII permite la dictadura de Primo de Rivera, Onaindia estudiaba en el seminario de Vitoria y allí es donde entabló amistad con los seminaristas hermanos Ariztimuño, especialmente con José (alias Aitzol). En aquellos años veinte, en Euskadi se produjo un gran auge en la industria del acero que conllevó el crecimiento de la población obrera. Se ordena sacerdote en Roma, en 1926 y poco después inicia su aproximación al nacionalismo vasco compaginando la divulgación de las doctrinas democristianas y la oposición radical al franquismo. El Papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno (1931) dio nuevas razones para potenciar la acción social. En el barrio de Romo (Getxo), Onaindia montó escuelas nocturnas para trabajadores llegando a entablar verdaderas relaciones de amistad con destacados anarquistas. Se perfilaba en él una ideología humanista católica y nacionalista. Pero en  cuanto se dio a conocer, fue llamado al orden por el obispo y recortadas sus actividades.

Onaindia comenzó a colaborar en la página social del periódico Euzkadi centrándose en las relaciones laborales humanizadas firmando como Egizale. Aitzol hacía un papel similar en el periódico donostiarra El Día. Sobre el nacionalismo opina: “Es el momento en que un sentimiento difuso y vago se transforma en conciencia, en afirmación colectiva, y se manifiesta en emoción popular incontenible (…). Es el combate de una comunidad que se siente incomprendida, de un pueblo que se cree privado de sus derechos humanos y ciudadanos (…). La Iglesia deberá procurar que la discusión no se envenene con odios entre hermanos (…). Estas ideas se materializarían en la formación de una “patronal vasca” complementaria a las organizaciones sindicales. Y poco después, la Universidad Social Obrera Vasca (USOV) en la que se impartieron cinco cursos.

Tras el golpe de 1936 fue adscrito a Presidencia del Gobierno Vasco. Los franquistas no perdieron el tiempo y detuvieron a su hermano Celestino (algunos opinan que a quien buscaban era a él), y a su gran amigo José Ariztimuño. Ambos fueron fusilados a los pocos días. Onaindia no entendía cómo en nombre de la Cruzada católica se ejecutaba a los sacerdotes mientras la jerarquía de la Iglesia española apoyaba los desmanes de Franco desde el nacional catolicismo. A finales de 1937 cientos de clérigos vascos fueron desterrados o huyeron de la represión del franquismo. Pero él decidió ser perseverante y contar sus experiencias: “Todo se sabrá, todo se publicará” escribió en noviembre de 1936.

Ya en París, Jacques Maritain dudaba de la versión del curita vasco, pero pronto se reivindicó propagando a los cuatro vientos lo que estaba pasando de verdad. Al visitar Bélgica, se encontrará con una fuerte oposición promovida por la jerarquía eclesiástica española; y The Times no publicó su versión hasta el 3 de mayo. Fue cofundador de múltiples organizaciones vascas y siguió colaborando con el Gobierno vasco y con las autoridades republicanas. En 1938, el PNV le nombró delegado del Gobierno Vasco en la “Liga Internacional de los Amigos de los Vascos”. A través de ella se relacionó con importantes personalidades como M. Schuman, A. de Gasperi y K. Adenauer.

Al declararse la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de Francia, Onaindia tuvo que huir embarcando camino de Plymouth para acabar de capellán  en un campo de concentración, de donde lo rescató Manuel de Irujo. A partir de entonces vivirá del periodismo. Hoy es el día que sigue sin conocerse apenas su actividad en la BBC, con cerca de seiscientas charlas en antena. Al acabar la ocupación alemana, se instaló en París en 1951 después de realizar varios viajes por Europa y América acompañando a Xabier de Landaburu. Entonces los responsables de la Radiodifusión Francesa le ofrecieron su micrófono en el programa en castellano con el objetivo de que fuese el analista de lo que se estaba viviendo.

Las charlas en Radio París duraron de 1946 a 1957, alcanzaron las mil emisiones. El tema del franquismo siempre estuvo presente en ellas. En España hicieron furor y concitaron varios millones de oyentes; el régimen trató de acallarlas además de la presión eclesiástica española intentando utilizar las penas canónicas que nunca permitió Pío XI. Fue tal el éxito que aita Onaindia se permitió invitar a través de las ondas a Pilar Primo de Rivera para que colaborara para liquidar el espíritu de guerra civil, apelando a su condición de católica. Años después de cerrar sus emisiones, le volvieron a invitar, circunstancia que aprovechó para llamar la atención sobre la necesidad de llegar a la reconciliación.

En cuanto a su trabajo en la UNESCO, se inicia en 1950 trabajando varios años con contratos temporales para labores de traducción y redacción de actas en la UNESCO. No quiso ser funcionario de plantilla para poder dedicarse a otras actividades sin las limitaciones de las incompatibilidades. Todavía continuaba en 1964 trabajando como traductor y realizando trabajos esporádicos incluso en 1968, según la carta que le dirige a Manuel de Irujo el 13 de febrero, en la que le comenta que se encuentra en la sede de la UNESCO, en Ginebra. Un gran recorrido para una gran causa. Ruper, 25. urturren zoriontsua opa dizuet, Unesco Etxea!

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