BENITO LERTXUNDI: “Nunca me he sentido ante el público tan a gusto como ahora”

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FOTOGRAFÍA IKER AZURMENDI

Después de cuatro años sin cantar en Donostia, Benito Lertxundi (Orio, 1942) vuelve el próximo martes para ofrecer un concierto y recibir el Adarra Saria 2016

Benito Lertxundi, durante la entrevista con este periódico en Orio.

 

El galardón que concede el Ayuntamiento de Donostia reconoce la trayectoria de Lertxundi, un cantante venerado como pocos, que lleva la friolera de 50 años en la escena y que sigue llenando las salas con público de varias generaciones. Lertxundi recibirá en el Victoria Eugenia (20.00 horas) la escultura creada por Marijose Recalde, que en las dos ediciones anteriores recayó en Mikel Laboa (a título póstumo) y el año pasado en Ruper Ordorika. El acto, que se celebra coincidiendo con el Día de la Música, supondrá el regreso del bardo de Orio a la capital guipuzcoana, donde actuó por última vez en 2012 para presentar su último disco, Oroimenaren Oraina. Lertxundi actuará acompañado de su banda de siempre, con Angel Unzu a la guitarra y el bouzuki; Amaiur Cajaraville al bajo; David Gorospe en la batería; Juantxo Zeberio en el piano y el sintetizador; Kutxo Ochoa de Eribe al violín; Pello Ramírez al acordeón y violoncello; Gurutz Bikuña a la guitarra; Intza Unanue en los coros y Olatz Zugasti, compañera inseparable del cantante, con el arpa, el teclado y la voz.

 

En estos tiempos de managers, intermediarios, redes sociales y demás, a Benito Lertxundi basta con llamarle por teléfono directamente para concertar una entrevista.

– No hay que ser tan barroco. Ahora tengo intermediarios después de que haya cortado con los managers tradicionales de este país. He tenido intermediarios en los últimos 20 o 30 años, pero para una entrevista basta con llamarme. Siempre me ha gustado tener relación directa con el público y los organizadores de los conciertos. Cuando haces un concierto no puedes distanciarte de la gente que acude.

 

Sigue ofreciendo un buen número de conciertos al año.

-Cabría desear más, pero vivimos tiempos muy difíciles. La iniciativa por parte de los ayuntamientos es escasa. Afortunadamente me salen conciertos, pero porque los proponemos nosotros, no por iniciativa de los ayuntamientos.

 

Y sigue agotando las entradas.

-Tengo un público fiel, que disfruta, me sigue y parece que soy parte de su vida. Eso es muy alentador.

 

Hace tiempo, cuatro años, que no actúa en Donostia.

-Generalmente las actuaciones en Donostia las reservo para cuando saco algún disco nuevo. Aunque tengo material para hacer un disco, no tengo prisa para grabar. El año pasado ya pensamos en promover un concierto en el Victoria Eugenia porque al Kursaal vamos cuando hay un lanzamiento de un nuevo disco.

 

¿Habrá entonces nuevo disco este año?

-Material ya tengo y estoy cantando nuevas canciones en los conciertos. El disco ya está, otra cosa es materializarlo.

 

Hay que ponerle fecha.

-Y más cosas.

 

Hace también cuatro años que no publica un nuevo disco.

-A veces he publicado cada dos o tres años. Pero me gusta andar tranquilo porque, a diferencia de otros, siempre me ha gustado hacer directos. Las canciones nunca están cerradas, tienen posibilidades amplias y el directo es un ámbito muy sutil, donde las canciones varían. Tengo grabaciones en casa y las oigo después de tres o cuatro meses de directo y, sin proponer cambios, las canciones han cambiado. Se añaden ingredientes nuevos, se va arropando la canción.

 

El público que acuda el martes al Victoria Eugenia escuchará entonces temas nuevos.

-Sí, toco unos ocho temas nuevos. En cuanto termino una canción, la preparo para el primer concierto. Luego voy variando la canción según voy ofrecendo conciertos

 

¿Cómo sabe si la canción ha gustado al público?

-Es un reto para mí. El público va predispuesto a escuchar las canciones que conoce y tú, de repente, cantas siete canciones nuevas. Le puede parecer frío pero me gusta que oiga por primera vez en directo una canción para ver su reacción.

 

El martes recibe el Adarra Saria. Suele decir que se alegra de los premios, sobre todo por sus seguidores.

-La gente se siente partícipe de los premios que recibo. Es como si perteneciera al corpus de mi mundo creativo. Me gusta esa sensación. Que la gente sienta esas cosas. Me alegro mucho por ellos. Los cantantes somos muy privilegiados. Recibimos mensajes muy alentadores de cosas que al público le ha pasado con tu música. Que sientas que hayas provocado esas historias particulares de la gente es una satisfacción enorme. Quiere decir que tu vida ya está mezclada entre la gente. No hay nada mejor que eso. Es una maravilla. De repente te dicen que no sé quién eligió una canción mía para morir. Ese tipo de cosas me resultan muy fuertes.

 

Hay canciones que se convierten en la banda sonora de la vida de muchas personas.

-La gente a veces viene a contarme historias que vivieron relacionadas con canciones mías.

 

Y no siempre serán historias tristes.

-Bueno, que elijan una canción tuya para morir no es triste. Me parece una maravilla. Uno va a su viaje particular e intransferible y que haya elegido una canción tuya, es el mayor logro que se puede conseguir en la música. Las canciones sirven para atacar el mundo sensitivo, el mundo misterioso de sentir emociones. Las emociones alegres o tristes me dan igual, lo que importa es que la canción emocione. Lo peor que le puede pasar a una canción es la indiferencia, que nadie sienta nada.

 

¿Le sigue llamando la atención que a sus conciertos acudan espectadores de varias generaciones?

-Ya no me llama tanto porque es una realidad. La primera generación va despareciendo. Algunos porque han muerto y otros porque ya son mayores y no pueden acudir a los conciertos. La primera sensación la tuve en un concierto hace ya años en una iglesia de Iparralde, cuando me di cuenta de que en las primeras filas había tres generaciones. Los tres compartían lo mismo. Poco a poco lo empecé a notar en Hegoalde y ahora es una realidad. Es curioso e increíble lo que me pasa con los niños de 5-6 años en todas partes. Hace poco entré en un ascensor y una madre con una niña de seis meses me dijo que el bebé me necesita todos los días para dormirse. Me parece una maravilla que me lo digan mujeres embarazadas. Me lo han dicho cientos de personas. Las madres ponen mis canciones cuando están embarazadas y los niños ya vienen condicionados. Me parece algo delicadísimo. La popularidad que tengo con los niños es increíble. Hay un condicionamiento desde antes de nacer. Todo eso me hace sentir muy afortunado, llegar de esa manera a la gente. Eso no se explica, surge así y no sé porqué.

 

Nunca acaba de aprender cosas nuevas.

-Me suelen preguntar: ¿cuándo te jubilas? No quiero ni oír hablar de esa palabra. Entiendo que alguien que está trabajando en una mina se tiene que jubilar y, cuanto antes, mejor. Pero en mi caso, ¿cómo voy a dejar de actuar, de incidir de esa manera en la gente? Cuando me toque dejarlo, habrá un gran vacío en mí.

 

No le cuesta tocar en directo.

-Hay que estar en forma, preparado, pero llevo 51 años en esto y nunca me he sentido como ahora delante del público. Tan a gusto. Cogiéndole el pulso a todo el ritual que es un concierto. Aunque nunca salgo satisfecho de un concierto, siempre hay algo que no ha funcionado. Eso es un motor que te impulsa. Es como si me muriera ya en ese concierto y renaciera en el siguiente. Cuando termina ese concierto ya tengo algo pendiente para el próximo.

 

Eso es autocrítica.

-El día que esté satifecho… A veces siento envidia de los que están satisfechos porque probablemente ya han llegado a la conclusión de que no hay nada que mejorar. A partir de ahí comienza el retroceso.

 

¿A qué atribuye esa plenitud de la que habla?

-Me siento bien físicamente, de voz estoy bien y de energía también. Espíritu creativo no me falta y no estoy ni de lejos aburguesado. No hay porqué pensar en fechas de caducidad. Ya llegará cuando tenga que llegar.

 

¿Compone a diario?

-Nunca he sabido cuándo estoy creando y cuándo no. Tengo una más que sospecha, una certeza de que todo lo que sucede en la vida sucede porque se dan las condiciones para ello. Uno tiene que estar con las antenas en alerta. Hay voces internas que a veces se escuchan y otras no. Al igual que McCartney, tengo una canción que he oído en sueños. Él escuchó Yesterday, y a mí hace dos inviernos me pasó algo parecido. Después del día de Reyes, me puse a componer canciones. Uno de esos días, en sueños, oí una canción en una circunstancia curiosa. Estaba en un funeral en Orio en invierno, en una tarde oscura y fría. Estaba fuera de la iglesia porque la iglesia estaba llena. Estaba hablando con arrantzales viejos y sonó desde la iglesia una canción. Era yo el que cantaba. En la iglesia cantaba y fuera escuchaba. Me acerqué y toda la iglesia estaba en lágrimas. En ese estado placentero, si me dijeran que el cielo es ese estado, estaría feliz. Ese sueño me ha marcado. Cuando me desperté, inconscientemente estaba tarareando esa melodía. Estuve dándole vueltas a si existiría esa canción. Empecé a buscar la armonía adecuada y tenía entre diez y once textos encima de la mesa. No tenía pensado que apareciera una letra que encajara con esa canción pero había una letra que canté con esa melodía de arriba-abajo. No es la primera vez que me pasa. O el texto estaba llamando a la música, o al revés. Hay tantos misterios en la mente humana… Hay cosas que están sucediendo y no oímos porque estamos inmersos en el pensamiento cotidiano. Estamos encerrados. Ese otro mundo inconsciente que a veces podemos oír, hay que estar atentos. Esas cosas me resultan muy vitales y misteriosas.

 

¿Cómo ve la salud de la música en euskera?

-La música en euskera no se puede observar sin un contexto. No es lo mismo dedicarse a la música en Francia, Inglaterra o EEUU, que en un país como el nuestro que no es dueño de sí mismo. En nuestras condiciones, todo es desfavorable para todo tipo de creación. Si fuéramos un país libre, nuestros productos, de cualquier tipo, incluida la música, estarían en los mercados mundiales de una forma natural. Pero ahora no nos conocen, no somos nadie en el mundo. Nuestra música se suele considerar regional, y todo eso me molesta. Hace poco versionaron una canción mía en Irlanda. Lo hizo Sean Keane, un cantante irlandés con el que cantó Olatz (Zugasti). Colgaron un texto y hablaban de mí como un cantante regional muy reconocido. Le corregimos: O di nacional, o no digas nada. Tener que vivir con este lastre, para la música es muy malo. Cuando tienes una marca, una canción vasca como la francesa o la inglesa, tienes otras condiciones para desarrollar la música, más expansión y más salidas fuera. Es lo que acarrea no ser un país libre.

 

¿Qué música escucha?

-No me dedico mucho a sentarme a escuchar música. Alguna vez escucho algo que tenga que ver con mi estilo. En verano ando en bici en el exterior y en invierno hago rodillo durante una hora y suelo poner algún disco para que me ayude a pedalear. Últimamente he escuchado un disco que trajo Olatz de Irlanda, de un músico noruego que toca con su grupo y una orquesta sinfónica. Es música que escucho a gusto.

 

Escucha música mientras se cuida.

-Siempre he necesitado hacer deporte. Llevo 30 y pico años andando en bici y recibiendo algunos golpes (sonríe).

 

El martes canta en Donostia. Desde Orio, ¿como se ve la capitalidad cultural de 2016?

-Cuando se habla de cultura, hablar de capitalidades me suena raro. La cultura es todo lo que hacemos en la vida, lo bueno y lo malo. Hay culturas que te ayudan a crecer y otras hacen lo contrario. Todo es cultura. Se entiende como algo beneficioso, pero la guerra y las torturas también son cultura. Depende de qué se cultive. La cultura que ayuda a crecer es como una sensibilidad ambiental que impregna a la sociedad. La sensibilidad requiere una inteligencia para pensar y repensar cosas y conceptos establecidos que son tópicos no ayudan a comprender nada. Hay que cuestionar y aprender a pensar. Al ser humano solo le salva la sensibilidad, nada más. La mente, o es libre o deja de ser mente para convertirse en mentalidad. El mundo está regido por mentalidades y se crean fanatismos. Se cree que por crear un concepto, difundirlo y ver que tiene éxito porque la gente lo practica, estamos creando cultura, pero es una cultura que no ayuda a crecer, creamos rebaños. La cultura no es un elemento que se coloca en un escaparate para lucir, para presumir de capitalidad y esas cosas. Eso me parece circense. La cultura es evolución, comprensión, un trato de la inteligencia que culmina en una sensibilidad. De alguna manera ayudamos a crecer. La cultura es aprender a pensar por sí mismo y no en rebaño.

 

No sigue entonces la capitalidad.

-No, porque si se quiere hacer espectáculo, voy a ver un espectáculo. Pero no por eso seré más rico espiritualmente. Sin moverte de casa, desde una cabaña puedes o no enriquecerte más. Según cómo esté tu mente.

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