El análisis de Antoni Bassas: «Yo soy español»

Ayer por la tarde fui al barrio de La Salut, en Badalona, a un acto del PP, en el que participaba Fernández Díaz. Escuchando sus explicaciones, me sentí como si estuviera en ‘Matrix’: era otro mundo. El mundo al revés. Fernández Díaz hace como el chiste del conductor que oye por la radio que hay un coche contra dirección y él exclama: «¡¿Cómo un coche contra dirección?! Todos los coches van en dirección contraria». Allí donde todo el mundo ve que Fernández Díaz buscaba casos para perseguir adversarios políticos, el ministro dice que era una reunión de trabajo y que el perseguido político es él. Allí donde todo el mundo ve una conversación vergonzosa, él ve una grabación ilegal. Allí donde todo el mundo ha oído que «el presidente lo sabe», Fernández Díaz dice que la frase está recortada y pegada, fuera de contexto.

El PP es, con mucho, el partido que disimula mejor cualquier inconveniente. Aunque sea mintiendo. Recuerdo a Fernández Díaz yendo a la radio, al día siguiente del 11-M del 2004, a hacernos creer que había sido ETA. A partir de aquella, cualquier otra mentira es pequeña.

Ciertamente, en los hechos, hay detalles que no pueden ser ignorados, como el hecho de que se haya grabado una conversación en el despacho del ministro del Interior, hecho grave que le apunta a él mismo como responsable final de una negligencia policial colectiva. De Alfonso dice que él no ha sido, en Público dicen que sí. En ‘El País’ recuerdan que hay un grupo dentro de la policía llamado «policía patriótica» dedicada a combatir el independentismo enfrentada a otros grupos. Existe el detalle no menor que esto haya estallado ahora, en vísperas de las elecciones. Sólo hay un perjudicado, el PP, y un grupo numeroso de eventuales beneficiarios. Sería interesante saber quién lo grabó y quién lo filtró.

Luego están las conversaciones. Primero: en todos los estados del mundo hay conversaciones como estas. Ahora, si te pillan, te vas a la calle.

Ahora bien, segundo: no tiene razón Fernández Díaz cuando dice que ésta es una conversación de trabajo, propia de su ministerio. No es la conversación fría de un profesional en busca de «prácticas corruptas», como dice el ministro. Es la conversación de un servidor público que utiliza los aparatos del Estado que se pagan con el dinero de nuestros impuestos para intereses de partido. Repasen a quién cita Fernández Díaz en la conversación: al ministerio, a la presidencia del gobierno, a la fiscalía. Si todo fuera tan normal, ¿por qué el ministro debería dar garantías al magistrado de que Rajoy lo sabe y de que el presidente español será una tumba? Todo al servicio de una causa: para buscar porquería a un adversario político. Es guerra sucia. La conversación está llena de frases escandalosas:

De Alfonso: ‘Yo sólo te pido, ministro, que comprendas mi situación en Cataluña. No soy de la Generalitat, la oficina no pertenece a la Generalitat, somos independientes. Les hemos clavado en todos los morros con Ramon Bagó, les hemos destrozado el sistema sanitario, les hemos acusado, les estamos jodiendo con el CTT [Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información]. En fin, yo soy español, lo tengo claro, pero estoy en una situación en la que tengo que bailar allí’.

«Les hemos destrozada el sistema sanitario». Hay muchas frases que te quedan dando vueltas en el cerebro. «Soy un cabo de tu cuerpo, de tu cuerpo de policía». Pero después de haberlo escuchado y leído una y otra vez, el meollo es otra frase. La dice De Alfonso: «Yo soy español». Todo esto se hace por España. Entendámonos: se hace por convicción, sí, pero también para provecho personal, porque en el mundo de Fernández Díaz y De Alfonso, combatir la independencia de Cataluña son medallas en la carrera profesional. Pero de Alfonso dice «Yo soy español». Quiere aparecer como un esforzado servidor del Estado que se presenta voluntario a una misión arriesgada en nombre de la patria. «Yo soy español», significa que «lo hago por una causa que lo justifica todo», sobre todo a los ojos de alguien como Fernández Díaz. Es torpe y esclarecedor a la vez. Porque en el fondo, si Fernández Díaz no ha tenido que dimitir es porque estaba luchando contra el independentismo. Si en lugar de Mas, Homs o Puig, hubiera estado hablando de Sánchez, Rubalcaba o Susana Díaz, ya estaría en casa.

Yo lo tendría presente, el domingo, a la hora de ir a votar. Y el lunes, a la vez, continuar construyendo un futuro mejor que este presente de guerra sucia.

ARA