No todo el mundo tiene su parte de razón

Trump pone la Agencia del Medio Ambiente en manos de un negacionista del cambio climático. El lobo vigilando las ovejas. Acostúmbrense a leer titulares que parecen una broma de mal gusto pero no lo son. Myron Ebell proviene de una organización financiada parcialmente por la industria del carbón, y ha sido uno de los principales opositores del plan de la energía limpia de Obama.

El cambio climático fue dado a conocer desde ciertos postulados de tono tremendista y apocalíptico, y este error fundacional lo han aprovechado grandes lobis para patrocinar todo tipo de estudios que se burlan de los científicos que alertan contra los peligros.

Siendo un tema tan vital y central, que lleva al suicidio colectivo, me decepciona que haya entrado en la rueda de moda, en la que todo es opinable, que hay estudios para todo. No es una creencia: hay hechos, hay evidencias. Ni tan cerca del precipicio ni en un tema en el que habría que escuchar la voz de los mejor preparados y formados hay espacio para el peso de los hechos por encima del opinionitis y la subjetividad. El éxito del negacionismo es haber creado dudas, haber ridiculizado a los que dan argumentos y vivir de un discurso victimista y vergonzosamente simple pero que encaja en la sociedad como una pieza de puzzle. Viene a decir que ecologistas (y feministas y otros defensores de causas igualitarias) son un grupo de amargados que no nos quieren dejar ser felices y atentan contra nuestra libertad y el progreso y bla-bla-bla.

Y ya ven, riendo riendo llegan al poder. Es uno de los daños colaterales de una cultura binaria de los medios, que construye espectáculos buscando el choque entre el del sí y el del no, sin tiempo para los matices, que no filtra la mentira y que acaba haciendo creer que todo el mundo tiene la su parte de razón, incluidos estafadores, manipuladores a sueldo, cretinos, desinformados y mala gente. Este otro clima, el mediático, es también una fuente de contaminación que lo ensucia todo.

ARA