Gregorio Angulo Martinena (1868-1937)

La reciente identificación de los restos mortales de Gregorio Angulo Martinena ha puesto de actualidad a este cantero tafallés, uno de los más importantes dirigentes históricos del socialismo y el ugetismo navarros, tal como se indica en este artículo sobre su trayectoria sindical y política. Gregorio Angulo nació en Tafalla en el seno de una familia muy religiosa, pero siguió una senda muy diferente a la de sus 4 hermanos (3 monjas y 1 fraile), ya que dedicó todos sus esfuerzos a mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Desde su traslado a Pamplona hacia 1890, desarrolló una intensa labor de propaganda de las ideas societarias y socialistas. Puso su empeño en lograr el aumento de los salarios, reducir la jornada laboral, corregir las penosas condiciones de los talleres (falta de higiene, seguridad…) y en conseguir ayudas y atención médica para los obreros, mujeres embarazadas y parados. Buena prueba de ello son sus artículos en El Socialista (Madrid), La Lucha de Clases (Bilbao) y más tarde en El Demócrata Navarro y El Pueblo Navarro. Importa resaltar que, además de buscar el bienestar de los obreros desde el punto de vista material, procuró su elevación cultural y su perfeccionamiento moral. De ahí su afán en la organización de clases de adultos para los trabajadores y sus diatribas contra las tabernas, la blasfemia, las corridas de toros e incluso el encierro y la lucha grecorromana, porque consideraba que los brutalizaban. Por su propio testimonio (una entrevista, que en noviembre de 1916 concedió a su amigo y entonces también ugetista Baldomero Barón) sabemos que dejó de ser republicano y se hizo socialista cuando conoció las doctrinas marxistas: “Yo fui republicano porque no había socialistas, pero mis ideales no se reducían a una mejora o evolución política de la clase trabajadora a la que pertenezco; yo pensaba en sus derechos, en sus sagradas reivindicaciones, que nada como el socialismo le prometía siguiendo su programa”. Su inquietud social, notoria capacidad organizativa y de liderazgo desde joven se evidencia en que tuvo un papel destacado en la formación de las Agrupaciones Socialistas de Pamplona (1892 y 1902), en la correspondencia que mantuvo con Pablo Iglesias en la última década del XIX, en el establecimiento de la Federación Local de Sociedades Obreras (1902) o en la dirección de publicaciones obreristas como Unión Productora (1903-1904), La Verdad. Defensor de los intereses comunes (1911-1914) y La Protesta (1919).

Por otra parte, en marzo de 1913 concurrió a las elecciones de diputado foral por el distrito de Pamplona solo para “presentar un contrincante frente a los caciques que se posesionan de continuo de nuestra Diputación”. No salió elegido (obtuvo 650 votos), pero sí lo fue en las municipales de Pamplona de noviembre de ese mismo año. En los cuatro años siguientes defendió una gestión del Ayuntamiento acorde con sus ideales. En febrero de 1922 volvió a presentarse a las elecciones municipales sin éxito y, en las del 28 de mayo de 1931, logró el mismo número de votos (431) que su adversario de la candidatura Católico-Fuerista, Ricardo Arribillaga; en el sorteo para dirimir a quién correspondería la plaza la suerte le fue adversa y, por lo tanto, no accedió al Ayuntamiento.

A finales de los años veinte, Angulo era ya una referencia ineludible para la historia del PSOE y la UGT de Navarra, por lo que sus compañeros le instaron a que escribiera sus “primeras memorias políticas”. Se desconoce si las escribió, pero, si lo hizo, no han llegado a nosotros. En todo caso la elevada consideración que merecía a sus correligionarios quedó de manifiesto cuando, con ocasión de la fiesta obrera del 1 de mayo de 1932, el semanario pamplonés de la UGT Trabajadores le dedicó un artículo titulado Vida ejemplar. Su autor, Víctor Quintana, lo inició como sigue: “Es una obligación para nosotros, al publicar el extraordinario de Trabajadores, ocuparnos de un compañero que al citar su nombre nos sobrecoge el ánimo de emoción por ser algo tan íntimo nuestro, que nos honramos al honrarle por haber contribuido con su vida ejemplar a la formación de la nuestra que propugna, como él nos la trazó, por el mayor grado de perfección moral. Para los de mi tiempo no haría falta escribir su nombre, porque todos habrían coincidido con él. Pero para los que por su juventud y por razón de ella misma no aciertan, es preciso mencionarlo: Gregorio Angulo”.

Al comenzar la guerra civil, nuestro personaje logró llegar a Ponferrada, donde residía su hijo mayor. Allí permaneció hasta abril-mayo de 1937, cuando fue reconocido y denunciado por algunos pamploneses de paso por esa ciudad. Trasladado a Pamplona, al anochecer del 2 de junio siguiente fue llevado a Ibero (Olza) y, tras confesarse, fue asesinado por un pelotón de fusilamiento. Su hija Concepción recibió una carta del párroco de esa localidad, fechada el 25 del mismo mes, en la que le dio noticias de cómo habían transcurrido sus últimos momentos: “Puedo asegurarle a usted que postrado ante el confesionario, con una serenidad admirable, impropia de las circunstancias en que se encontraba, hizo una confesión y besó con fervor repetidas veces el crucifijo que para esos casos me sirvo yo”. La figura de nuestro socialista ilumina el panorama político-social actual de Navarra, en el que la cuestión identitaria, polarizada en torno a “lo vasco”, y el olvido de las diferencias entre Historia y Memoria son omnipresentes. Esto propicia que determinados grupos políticos, con un discurso sedicentemente izquierdista, pero cribado de etnocentrismo, y con títulos imaginarios, reivindiquen en beneficio propio el legado republicano-socialista de nuestra tierra. Por ello me parece oportuno terminar señalando que, guste poco o mucho, Gregorio Angulo fue un internacionalista al uso del momento y, como manifestó en varios escritos, absolutamente contrario al nacionalismo y al separatismo vascos. Además, expresó reticencias hacia la potenciación interesada del euskera.

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