Big data

Desde 2013 sabemos que la intimidad no existe, que vivimos en el panóptico, que toda nuestra vida y nuestra miseria, nuestro alegre conversar por las redes y nuestro espeso vagar entre los repetidores telefónicos queda registrado en el dietario global de la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) norteamericanas, con la ayuda inestimable del servicio secreto británico y la incorporación posterior de los zares y las sociedades secretas del lejano Oriente. ¿Te preguntabas qué son los big data? Pues ahí los tienes en acción, con sus masas de datos recopilados por robots, rastreados por cerebros de silicio y, solo ocasionalmente, filtrados por algún espía malogrado como Edward Snowden.

Pero, intimidades aparte, los big data son mucho más que eso, y mucho más importantes que eso. Secuenciar (leer) el genoma es un dato. Secuenciar a 10.000 personas es big data. Lo primero no sirve de gran cosa, pero lo segundo es un tesoro de información. Los códigos crípticos que encierra cada una de tus células revelan significados profundos cuando se comparan con los demás, y de pronto emerge de la mera acumulación ciega un patrón, una pauta que te retrata y que sería imposible inferir de otro modo. Lo que informa sobre ti no es lo que tienes ni lo que piensas, sino tu posición en el gran esquema de las cosas. Big data (datos masivos) suena un poco como Big Brother (el Gran Hermano de Orwell, que todo lo vigilaba), y por eso se está imponiendo en la calle, y por eso lo está haciendo en inglés. Guardianes del lenguaje: ¡Toda resistencia será fútil!

El mejor ejemplo que conozco es Genius, el robot que te organiza las canciones en iTunes, y el que te sugiere otros músicos a los que no conoces, pero a los que a menudo saludas como si fueran viejos amigos. Genius sabe predecir tus gustos mejor que tú mismo, y lo hace gracias al big data. Partiendo de unas cuantas canciones que te gustan, el robot las compara con los gustos de un par de millones de personas, y detecta pautas de las que eres inconsciente. A lo mejor tienes debilidad por los intervalos musicales de cuarta (do a fa) o de tercera menor (do a mi bemol). O por el timbre de las cristalinas mezzosopranos o de los circunspectos barítonos. Genius descubre que hay otros como tú, sin que ni tu ni ellos lo sepáis, y después aplica la regla de oro: quienes coincidieron antes, coincidirán después.

Lo más humillante de los big data no es que nos roben la intimidad. Es que nos revelan que no somos únicos. Y que, por tanto, nuestra intimidad importa muy poco.

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