La huella de la Guerra Civil

vida cotidiana

l “Lo que Dios manda”. Un corresponsal de Corella narraba en 1936 “ha habido suicidios y fusilamientos de algunos paisanos nuestros, lo cual es de lamentar y a aquellos que dicen ahora que Dios manda no matar, diremos que en todos los códigos de moral y de leyes civiles se enseña que es lícito matar en propia defensa y más cuando se hace en defensa de la Patria amenazada y casi ya desangrada por el maldito socialismo de Moscú”.

l Cartas desde el frente. Se expone una bandera del Tercio María de las Nieves donde hubo muchos tudelanos. Mandaban artículos a periódicos donde pedían a las “bellísimas margaritas y demás chicas tudelanas” que se erigieran en madrinas para dar “la ayuda espiritual que solo una buena chica puede proporcionarnos”. La ayuda consistían en escribirles pero, eso sí, “no se admiten feas, ni de ninguna manera socialistas”, hacían constar “el deseo que tenemos de no ver ciertas caras a nuestra vuelta a Tudela, si Dios nos tiene destinado que volvamos”.

l La moral. El 19 de agosto de 1936 el Ayuntamiento llamó la atención para que “las mujeres de lenocinio” cumplieran el reglamento y que cuando salgan a la calle “lo hagan decentemente vestidas”. Las indicaciones se ampliaban a las margaritas a quienes señalaban que “solo deben vestir su ropa habitual acompañada de la boina con la cruz de San Andrés” y desde ese 20 septiembre se les prohibió participar en desfiles de requetés y pelayos. Las demostraciones y funerales eran tan habituales que se prohibió cerrar a los comercios cuando se celebrara alguno porque se “alteraba la vida industrial y comercial de Tudela”. La moral llegaba al extremo de que el concejal Álava pidió que se evitara que niños y niñas se bañaran juntos porque “aunque eso pasa en San Sebastián” esa costumbre “debe desaparecer”.

l La censura. Se retiraron libros como ‘El Libro del buen amor’, ‘La Celestina’, ‘Werther’, ‘La rebelión de las masas’, ‘Sonata de otoño’, ‘El retrato de Dorian Gray’, ‘Los miserables’ y obras de autores como Antonio Machado, Víctor Hugo, Emilia Pardo Bazán, Dostoiewski o Tolstói.

MÁs allá de los nombres y rostros conocidos de aquellos tres años de horror que pueden aparecer en los libros relacionados con Tudela, existen personas anónimas cuya historia y huella se ha querido recuperar, a través de documentos, en la exposición Tudela 1936-1939. Sus protagonistas, que permanece en la Casa del Reloj hasta el 27 de enero. Hombres, mujeres y niños de todas las edades vivieron años de dolor, humillaciones, desapariciones y asesinatos en una ciudad de retaguardia muy lejos del frente. La muestra se adentra en cómo vivió aquella sociedad dejando al público que saque sus conclusiones ante la evidencia de la profusión de documentación, de una parte, y la ausencia casi total (a excepción de partes de defunción y expedientes de responsabilidades políticas) de otra.

En Tudela existían numerosas formaciones políticas. Acción Ciudadana, Falange Española, Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), Comunión Tradicionalista Carlista (Requetés), PSOE, Juventud Obrera Socialista, Izquierda Republicana (IR), UGT, CNT, FAI (anarquista) y Partido Comunista. Antes del 18 de julio los partidos mayoritarios eran IR (con más de 500 afiliados) y el PSOE (con más de 300 mientras UGT tenía más de 200). En el otro extremo, los falangistas eran una treintena y los requetés más de un centenar. A partir del 19 de julio, las filas carlistas superaron los 800, y se multiplicó también el de falangistas. Entre los afiliados figuraban incluso sacerdotes, como se puede contemplar en los listados de ambas formaciones expuestos en Tudela.

Según el Archivo General de Navarra, hubo 1.226 tudelanos en el ejército de Franco, una cifra que el periódico El Ribereño Navarro, en abril de 1937, elevaba a más de 2.000, si bien, como demuestran muchos documentos de la exposición, algunos marcharon al frente por salvar su vida, la de su familia o, simplemente, para poder tener un futuro lejos de acosos, presiones y segregaciones. Solo se conocen los muertos en el frente del bando nacional y existen escasos registros de los tudelanos y riberos que murieron en el ejército republicano. La suerte para aquellos que huyeron de la represión o de una muerte segura fue dispar: el exilio a Sudamérica o a Rusia (como las hermanas Osta Bermejo o María García Barrón), campos de concentración de la Alemania nazi (como el villafranqués Carlos Alonso Burgui en Mauthausen o el tudelano Bernardo Zamora en Buchenwald), o cárcel, purgas y represión. Todos esos vértices, aristas y pasos desconocidos se registran en los documentos de la Casa del Reloj que pretenden recuperar la memoria y, por primera vez, sacar a la luz cómo se vivió la Guerra Civil en la ciudad.

represión En Tudela murieron asesinadas más de 70 personas de las que solo una, Aquiles Cuadra, fue juzgada. Todos los que habían tenido un cargo o un puesto de trabajo que dependiera del Ayuntamiento fueron depuestos. Desde el sepulturero, Jacinto Lasheras, o los alguaciles Felipe Escribano o Antonio Castro, fusilados, hasta maestros depuestos como Manuel Lizárraga, Conrado León Ortega, Cenón Pelayo, María Ezcurdia, María Álava, Ángel Catalán o María Luisa Molina. Como muestra un documento inédito y muy valioso por su rareza, se decretó la expulsión de más de 40 personas de la ciudad por su ideología, por ser “agitador”, “indeseable”, “agitadora de masas”, “socialista chulo”, “prostitución clandestina” o “hipócrita”. Algunos de los nombres de esta lista, firmada por el coronel Julio Pérez Salas el 14 de agosto de 1936, fueron fusilados como Jesusa Ruiz, Apolonio León, Santos Martínez o José Castresana.

La represión tuvo muchas vías. El que fue alcalde de Tudela hasta el 15 de julio, Epifanio Cruchaga, estuvo casi un año escondido en Tudela, llegó a Francia y tras emigrar a a varios países de Sudamérica acabó en México, donde se reunió con dos de sus hijos Felipe y Presentación. Otro hijo, José María, fue fusilado en Tudela (al no encontrar al padre) y Tomás, otro hijo miembro de las Juventudes Socialistas, se integró como voluntario en Falange. El alistamiento por salvar la vida fue habitual y son numerosos los documentos que avisan de que los voluntarios que viajan al frente pertenecían al PSOE, IR o UGT. El hijo del alcalde Santiago Marsellá (de la CEDA y nombrado el 19 de julio) era el secretario general del Partido Comunista en Tudela (según relata el historiador Marín Royo) pero se alistó en una escuadra de Falange de tudelanos que ocupó San Sebastián.

La cárcel de Tudela se convirtió en una de las más pobladas de Navarra, 640 personas entre julio y diciembre de 1936, de ellas el 40% fueron fusilados. Las actas de ingreso se pueden contemplar también en la exposición y muchos de los nombres que aparecen como “puestos en libertad” nunca llegaron a sus casas. Algunos de los casos de mayor brutalidad se produjeron contra mujeres. En Tudela se asesinaron a cinco: Josefa Bueno Azcárate, Juana Charela Vidas, Jesusa Olloqui, Felipa Ramírez Vicente y Jesusa Ruiz Melero, algunas de ellas ni siquiera eran militantes. Jesusa Ruiz, de 35 años, servía en casa de Aquiles Cuadra después de haber quedado viuda. Su delito: tener una tómbola y haber colgado la bandera republicana. Dejó una hija huérfana. Hubo dos casos dramáticos en la Ribera, los de Felisa Aguado, y su hija Simona Calleja, violadas y fusiladas en Cabanillas, al igual que otro hijo Proceso, un hermano de Felisa y un sobrino. A Micaela Ochoa, viuda de Juan Prat asesinado en 1933 por la Guardia Civil en Cadreita, le fusilaron en los primeros días y dejó seis huérfanos.

Todos estos dramas (algunos se pueden ver en la exposición) se justificaron “a consecuencia del glorioso movimiento nacional”. Se pueden contemplar también las órdenes dadas por la Junta local de Guerra para detener a “antipatriotas” o para enviar transporte para 50 personas a Valtierra el mismo día en que se cometió la matanza de Valcaldera contra 52 presos.

Como en toda Navarra, la represión no se hizo solo a sangre y fuego. Los familiares de muchos asesinados o simples militantes tuvieron que enfrentarse a un proceso judicial contra ellos para depurar sus responsabilidades políticas. Como ejemplo, al fustiñanero Manuel Íñiguez los golpistas le condenaron a 20 años por “auxilio a la rebelión” tras alistarse en el ejército que defendía a la República. Lo mismo sucedió con los castejoneros Emilio Moneo Cillero y María Abadía, acusados de “alteración del orden” y ser “partidaria del amor libre”, respectivamente. Bastaba con el testimonio de los jefes de Falange, Requeté, alcalde, cura del pueblo y del comandante de la Guardia Civil para condenar.

las claves

En la Ribera hubo casos de represión especialmente salvajes con las mujeres

con lupa

· El bombardeo. La Casa del Reloj recoge también algunos detalles de cómo era la vida en retaguardia y sus padecimientos. En este sentido, es exhaustiva la documentación sobre los muertos y los daños materiales que ocasionaron las nueve bombas que lanzó el Ejército republicano (con aviones rusos) el 13 de agosto de 1937 en Tudela y asesinando a 12 personas. A raíz de este suceso, Tudela se comenzó a preparar contra ataques aéreos y se enseñan documentos de un obrero que murió en la construcción de un refugio junto a la estación, las órdenes de cómo apagar las luces, las defensas antiaéreas instaladas en Santa Quiteria o los turnos de guardia de los vigías.

· Tropas italianas. Igualmente aparecen listados de familias obligadas a acoger a oficiales italianos que se instalaron en Tudela. Parte de la tropa italiana, acomodada en la plaza de toros, ocasionó daños de miles de pesetas.

· Soldados nacionales. También, con objetos, se narra las vicisitudes por prisiones republicanas que vivió el capitán Pérez Nievas hasta que consiguió escapar en 1937 para después morir en el frente, al igual que su hermano. En este sentido, los documentos muestran la profusión de homenajes y medallas que se tributaban a los caídos del bando nacional y el silencio y el olvido que se tenía con los republicanos.

la cifra

73

· Fusilados. Son los vecinos de Tudela o tudelanos que residían en otras ciudades que fueron fusilados. Cifra obtenida de cotejar Altaffaylla, Mikelarena, Fondo Memoria Histórica en Navarra y Euskal memoria Fundazioa.

· Detalle. La exposición recoge con documentos detalles curiosos como la autopsia del coronel Críspulo Moracho, fusilado en Zaragoza y una de las pocas realizadas a un fusilado.

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