Armas de intoxicación masiva

La especulación política se está convirtiendo en la principal arma si no de destrucción, sí de desmoralización masiva dirigida contra la mayoría social que quiere la independencia de Cataluña. No es de ahora que determinados pseudoanálisis políticos, más que iluminar, se propongan oscurecer las voluntades de unos para dejar vía libre a las de los otros. Es más, en muchas ocasiones estas especulaciones ni siquiera pretenden desinformar al público en general -que también lo hacen-, sino que quieren sembrar la cizaña entre las organizaciones políticas y entre sus líderes y, sobre todo, atizar las ambiciones personales dentro de cada partido para provocar recelos y conflictos. ¡Ríanse de eso que ahora el periodismo más escrupuloso llama postverdad!

El caso es que, vista la inutilidad del recurso al miedo, ahora tratan de hurgar para provocar en el secesionismo cuanto más divisiones mejor. Se quiere hacer realidad el antiguo pronóstico -de hecho, un deseo- de Aznar, que decía que antes se dividiría la sociedad catalana que España. Y es que las amenazas se han convertido casi inocuas por dos razones. La primera, por los anuncios de plagas tan exageradas que han llegado a provocar risa y que los hechos no han parado de desmentir, tanto en lo económico como en el social. Y la segunda, porque las amenazas venían de quienes venían: personajes política e intelectualmente desacreditados y en muy mala posición para hacer creíbles sus espantajos.

En particular, en estas últimas semanas hemos podido leer y escuchar todo tipo de rumores -lo del «dicen, dicen, dicen»- que intentan encabritar a Juntos por el Sí con la CUP; enfrentar a ERC con el PDECat; que el PDECat desconfíe del presidente Puigdemont, o que determinados consejeros del Gobierno se enfrenten al PDECat (obsérvese que, curiosamente, el PDECat es un elemento común). También forman parte de las especulaciones determinados elogios envenenados: quienes ven a Mas en condiciones de volver a presentarse; quienes ven a Oriol Junqueras tratando de esquivar astutamente una futura inhabilitación, o quienes adulan un consejero del PDECat para enfrentarlo al candidato Artur Mas. También hay quien asegura, por increíble que sea, que Madrid confía en Junqueras para salir del callejón sin salida, mientras que otros nos quieren convencer de que quien se arrugaría, en caso de volver al Gobierno, serían Artur Mas y el PDECat. Y, por si fuera poco, hay todo tipo de especulaciones sobre los silencios y las actitudes discretas, que también son sospechosas y merecedoras de interpretaciones retorcidas. Todo, menos dar argumentos para convencer de la conveniencia de ser españoles. ¡Resulta inaudito!

No soy tan ingenuos como para no saber que en todas las organizaciones hay tensiones y que, muy particularmente, el desafío y el riesgo que han asumido los políticos comprometidos con la convocatoria de un referéndum provocan tiranteces. Pero las maquinaciones que ahora mismo se explican por tierra, mar y aire tienen muy poca credibilidad. Primero, porque son conspiraciones ridículamente contradictorias entre ellas. Segundo, porque da risa la pretensión de que cada día se puedan descubrir estrategias secretísima que todo el mundo conoce; por cierto, construidas a base de consultar Google y de un par de cotilleos de sobremesa. Tercero, porque las especulaciones quedan rápidamente desmentidas no ya por los hechos sino por las nuevas especulaciones que al día siguiente hacen correr los mismos que el día anterior explicaban una diferente. ¡El día en que podamos estudiarlo con calma, quedarán bien retratados!

Pronto las especulaciones serán tan inocuas como lo han acabado siendo las amenazas. Pero es necesario que los que quieren la independencia den cuenta de todos estos intentos de buscar pelea a base de intoxicaciones informativas y se vuelvan impermeables a ellas. Además de coraje y determinación, para ganar la independencia hará falta mucha sangre fría, fortaleza y un espíritu imperturbable.

ARA