Cambio climático y aves migratorias

Van llegando las aves migratorias con la llegada de la primavera, cumpliendo con un fenómeno ancestral. Así, millones de aves en todo el mundo realizan un viaje de los llamados cuarteles de invierno, donde permanecen por disponer de un clima más benigno en la estación más fría del año a otras zonas donde se reproducen. Ahora, en Navarra, ya están entre nosotros las golondrinas, la abubilla -en Navarra también se le llama el gallico de San Martín-, el colirrojo tizón, el vencejo, el pardillo común, el abejaruco europeo, etcétera. Y más adentrada la primavera llegarán otras aves. Una excepción a esta regla la marca la cigüeña, especie en la que, desde los años 80, se ha observado un adelanto de un mes en su llegada. Ya no llega el día 3 de febrero, San Blas, sino en enero, o incluso diciembre. O, incluso, desde mediados de los años 80 se viene detectando un número cada vez mayor de cigüeñas que pasan todo el invierno en distintas zonas de la península ibérica, entre ellas en Navarra, y donde encuentran una fuente continua e inagotable de alimento en la gran cantidad de vertederos que proliferan.

Pero, de hecho, las cosas están cambiando, y rápidamente. Los científicos están constatando variaciones sensibles en la fenología -la ciencia que estudia la relación entre los ciclos biológicos de los seres vivos y los factores climáticos- de muchas especies migratorias. Detrás de esas alteraciones se encuentra el cambio climático -el aumento de la temperatura en el año 2016 ha sido de 1,20º C respecto a la existente en los tiempos preindustriales (1880)-, particularmente sensible en la península ibérica. Es un fenómeno de amplia repercusión, pues afecta a la distribución y la fenología de las especies, y condiciona, asimismo, la composición y la extensión de los hábitats y el funcionamiento de los ecosistemas.

El cambio climático supone uno de los mayores retos medioambientales a los que se enfrenta la flora y la fauna debido a la velocidad y magnitud con el que se está produciendo a escala planetaria. En este sentido, las aves son el grupo animal sobre el que se dispone de un mayor número de evidencias científicas sobre el impacto del cambio climático.

De los estudios realizados en los últimos años, se ha constatado que las fechas en que llegan las aves migratorias a la península ibérica a nivel general, y en Navarra a nivel particular, han variado a lo largo del último siglo, siendo dichas variaciones atribuibles, en gran medida al clima, aunque también hay otros factores. Un ejemplo son las golondrinas, que cada primavera regresan antes de África -en medio siglo se ha adelantado dos semanas-, que tiene que ver con el incremento global de la temperatura mundial. Patrones similares se dan para otras especies como el vencejo o la abubilla.

Si la tendencia climática se mantiene y en 2100 se alcanza un incremento de 2,5º C -en la Cumbre Climática de País, celebrada en diciembre de 2016, se alcanzó el acuerdo de mantener la temperatura global por debajo de los 2º C a finales de este siglo con respecto a los valores anteriores a la industrialización-, se estima que en Europa se perderá entre un 8,5 y un 60% de sus aves reproductoras; 19 especies se extinguirán y otras 10 verán reducida su área de distribución a menos de un 10% de su superficie actual. Especies tan comunes como el gorrión o el ánade azulón van reduciendo sus poblaciones por el cambio climático. Aún y todo, es necesario acumular aún más información, pero el adelanto apreciado en las fechas de llegada de las aves migratorias es generalizado, y su extensión en el tiempo dependerá en gran medida de su capacidad de adaptación.

Un pilar esencial para la conservación de la biodiversidad es fomentar la educación y concienciación ambiental en la sociedad. En este sentido, las aves, y en este caso las migratorias, es un claro ejemplo para dar a conocer los impactos del cambio climático en los seres vivos. Las aves, por tanto, son un vehículo excelente para concienciar a la ciudadanía sobre problemas medioambientales. Dada su simplicidad, tan solo hace falta observar cómo discurre el ciclo de los animales y plantas que nos rodean. Estos estudios, referidos a las aves y la biodiversidad en general, se pueden implantar fácilmente, ya que cualquier ciudadano y ciudadana pueden convertirse potencialmente en un observador y, por tanto, en una valiosa fuente de datos fenológicos. Este hecho da un valor importante a los citados estudios, al hacer partícipe al ciudadano o a la ciudadana en ellos, que nos van a permitir obtener respuestas adecuadas. El resultado es que la transferencia de conocimiento a la sociedad, a la ciudadanía, es mucho más eficaz. Si la ciudadanía conoce de primera mano los impactos del cambio climático va a ser mucho más fácil fomentar e implantar medidas para su mitigación. Todas las estrategias nacionales de lucha contra el cambio climático, salvo la española -aunque sí funcionan en diversas comunidades autónomas-, disponen de esas redes con miles y miles de voluntarios y voluntarias, y que pueden ser una pieza importante para la adaptación al cambio climático.

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