Ibarretxe, bajo la txapela

Aunque para la hora ya anochece, hace un solo brillante, tarraconense, cuando J.J. Ibarretxe Markuartu llega a la URV a pronunciar la conferencia «Los derechos de los pueblos a la identidad nacional y la soberanía política». Sólo la txapela delata su identidad porque, sin esta, su fisonomía física ha cambiado con los años, liberado de pelo en la cabeza, vestido con una camisa de cuadros bajo un chaleco oscuro que, con el resto de la ropa, le da un aire de profesor universitario progre, un hombre de convicciones sólidas. De hecho, hoy es, por voluntad propia, esto, lejos de toda responsabilidad política u orgánica. Presidente del ‘Agirre Lehendakaria Center’, ubicado en el campus vizcaíno de la Universidad del País Vasco, en Leioa, trabaja en la investigación, difusión y teorización sobre el concepto «pueblo», en colaboración con las universidades estadounidenses Columbia y Georges Mason, entre otras. Los proyectos que desarrolla sitúan la cultura en el centro de toda prioridad y la recuperación de lenguas amenazadas, como el quechua, es una de las concreciones de su trabajo. Con el aula magna llena a rebosar, no hace una conferencia convencional, sino más bien una clase, de pie, con la ayuda de un ‘power point’ en catalán que acompaña y refuerza su intervención. El tono eminentemente didáctico y divulgativo que emplea le hace accesible y comprensible para todos e ilustra cómo, en estos últimos años, la docencia se ha convertido en su tarea más eminente.

Pero Ibarretxe es mucho más que un profesor progre y no es, de modo alguno, simplemente «arqueología política», por más que se empeñe en presentarse así. Sigue conservando aquel carisma que no se improvisa, que se tiene o no se tiene, porque nace de la firmeza de unos principios políticos y éticos que la gente percibe como sinceros y estimulantes. No son producto de ningún gabinete de comunicación, ni el resultado de un magnífico trabajo de imagen. Si la gente lo respeta, lo ama y se acerca a él es porque les inspira confianza y se lo creen. Por eso, él personalmente, al margen de toda sigla que diga y piense lo que él mismo dice y piensa, es todo un referente para mucha gente. Cinco siglos antes de Cristo, el griego Pericles ya aseguraba que no hay libertad sin coraje. E Ibarretxe ha demostrado, en su trayectoria como político, que no le ha faltado coraje en su combate democrático por la libertad, por la de su pueblo y por la de todos los demás que también aspiren a alcanzarla. En 1983, con 26 años, siendo alcalde de su pueblo, se arremangó en medio del chapoteo de agua y barro que inundó Laudio, como un conciudadano más. Y protagonizó un giro soberanista en su partido que culminó en el Plan que llevaba su nombre: derecho a la autodeterminación, nacionalidad vasca, marco estable de relaciones institucionales con Navarra y el País Vasco del norte, poder judicial propio, representación directa en la UE, selecciones deportivas nacionales, etc. El recuerdo aquel 1 de febrero de 2005, en Madrid, hablando en el congreso de diputados: «En representación del Parlamento vasco he venido a esta cámara a defender el derecho del pueblo vasco a decidir su futuro». Desde la zona de invitados notaba la tensión del momento, pero podía constatar también toda la fuerza de su discurso, «solo ante la fiera», en palabras que Joan Brossa dedicó a Jordi Carbonell.

Ibarretxe plantea la situación de los pueblos en proceso de emancipación nacional mediante la disyuntiva ‘voice-exit’. O se reconoce, se respeta y no se pone impedimento al derecho a la palabra, o bien no hay otra salida que irse del Estado que te silencia. Incisivo y claro, nos hace darnos cuenta de la trampa lingüística y política de los términos unilateral y unilateralidad, que sólo tienen sentido si, de hecho, hay dos partes, dos bandos, dos lados que hablan y negocian. Pero no hay unilateralidad posible cuando una de las partes no quiere sentarse a dialogar. En este caso, cualquier decisión que tome la otra parte, la única parte que queda, no tiene nada que ver con la unilateralidad, sino con el ejercicio de un derecho democrático: el derecho a la autodeterminación nacional, derecho que la historia enseña que no se ha aplicado y reconocido, sólo, a países y pueblos coloniales. Si así fuera, dice, cuando el Consejo de Europa reconoce la reunificación de Alemania a partir del derecho a la autodeterminación nacional, ¿cuál de las dos Alemanias era la colonia y cuál el imperio? Incorporar a los partidarios del NO a la independencia, asegura, es fundamental para la credibilidad internacional del referéndum catalán de autodeterminación, porque la clave del proceso no es la nación, sino la democracia. Y la negación de esta hace crecer el independentismo, concluye, mientras alerta que sólo hay tren si hay más de un vagón y si el vagón de la sociedad civil se despega del de las instituciones, el tren descarrila y no llega a ninguna estación final.

El lehendakari no ha abandonado los viejos hábitos, como el ciclismo o la pasión por la montaña. Muchas veces, salía de Ajuria Enea en bicicleta hasta el lugar donde tenía el acto oficial y allí, en la comisaría de la erzantza, se cambiaba de ropa, para volver, al terminar, por el mismo procedimiento. Bajo la txapela, hay un hombre nacido en el seno de una familia trabajadora, en un municipio industrial castellanohablante, que aprendió vasco por imperativo ético al aspirar a presidir el gobierno de una parte de su pueblo, dos horas cada día, durante casi siete años. Una persona de trato afable, sonrisa sincera y proximidad amable. Un personaje nada presuntuoso, sencillo y educado. Que defiende sus convicciones, con tenacidad y sin renuncias. Al día siguiente, desayunando ya solos, la conversación gira en torno a Cataluña y nuestro futuro más inmediato. Y aquí es donde reencuentro, entre confidencias, un aliado y un cómplice, pero también un líder político desaprovechado, que aún podría aportar mucho a la causa de la libertad, la cultura, la justicia social y la solidaridad entre los pueblos. Parece encontrarse cómodo en esta situación de ahora, pero nada me hace desistir de mi convicción de que hay causas que no pueden permitirse según que bajas en el escenario que las visualiza. Por ejemplo él, el lehendakari Ibarretxe.

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