Bandera roja si queremos si…

Hay ideologías intrínsecamente perversas y peligrosas. Lo sabemos porque hay toda una historia que lo avala. Seguramente ninguna es perfecta, ni siquiera imprescindible, pero al menos debiéramos saber discernir entre lo malo y lo peor. La extrema derecha, el nazismo, el fascismo, ese monstruo alimentado por el fanatismo más atroz ha sido el azote de la civilización en el siglo XX. Sé que no ha sido el único. Ha habido otras plagas que tampoco voy a defender, pero dejo su crítica a aquellos que desde cómodas posturas de derecha o intransigentes baluartes de la extrema derecha solo ven males en la izquierda.

Fuimos testigos en Nabarra de un cambio de caparazón que dejó intacto el bicho. Asistimos a una ceremonia en la que los lobos se escondieron bajo pieles de cordero. Requetés y falangistas se vistieron de demócratas de la noche a la mañana. Pero por mucho que balaran nunca hemos dejado de recordar que son lobos. De hecho han actuado como lo que son porque igual que la cabra tira al monte aunque le lleves al llano, el lobo también tiende a ser carnívoro carnicero aunque aparente comer hierba.

Se mueven azuzados por deseos tan inconfesables que ante el gran público tienen que disimular y esconder, hasta caer en consignas grotescas para justificar movimientos insostenibles.

La derecha más extrema ha organizado una manifestación para el día tres de junio con una excusa que resulta ridícula y fuera de lugar. Nadie ha cuestionado la bandera diseñada por los nacionalistas vascos de Nabarra Arturo Campion, Julio Altadill y Hermilio de Oloriz en 1910. Nadie. Sin embargo, dicen los convocantes que van a salir a defenderla. No sabemos de quién, porque los atacantes ni están ni se les espera. Claro que el motivo es bien diferente. La derecha navarra respira a intervalos y entre exabruptos desde que no gobierna. Ahora que se empiezan a sacudir las alfombras todos vemos la basura que había ocultado debajo. Las cosas sin ellos no solamente van bien. Es que… van mejor. Y eso les tiene asustados y desconcertados. Tanto es así que se movilizan contra el gobierno cuatripartito proclamándose salvadores de lo que está más que seguro.

Hay filosofías populares que vienen al pelo para definir la situación. Entre los primeros convocantes hay un grupúsculo de Berriozar que siempre hemos conocido en pie de guerra a pesar de llamarse Vecinos por la paz. Y la derecha que durante décadas ha gobernado exclusivamente para los suyos llama una y otra vez sectarios a los que, priorizando a los más necesitados, intentan arropar a todos los ciudadanos. Tildan de entelequia a lo que ya existe y dicen defender lo que no está amenazado. Como bien dice el pueblo: Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Ojalá los dioses del Olimpo, las musas del Parnaso y los dioses únicos, los verdaderos, los imaginarios y los posibles nos protejan en el futuro para que no se repita el pasado, porque hubo un tiempo no tan lejano en que los lobos atacaban de noche en las casas campesinas y también en las de la ciudad en esta Nabarra diversa y a veces salvaje. Dejaron impregnado su olor en varias generaciones de víctimas.

En casa de mi padre, cuando él era niño, crecían alegres muchos hermanos y hermanas. Los chicos, que eran muchos, jugaban al fútbol, y como habían nacido en el corazón de Nabarra, eran seguidores de Osasuna y se vestían con los colores de su equipo. Tenían además razones bien cercanas para jugar con camiseta roja y pantaloneta azul. Marino, uno de los hermanos, que contaba diecinueve marzos, había sido fichado por el primer equipo nabarro para que se incorporara en la siguiente temporada. ¡Cómo no iban a ser osasunistas! Cuando de madrugada, en agosto, llegaron a la casa los hombres… ¿o eran lobos?, para masacrarlos se llevaron las camisetas de los niños y de los adolescentes y las quemaron. Eran las camisetas de Osasuna, pero como eran rojas dijeron que se las llevaban y les daban fuego porque eran comunistas.

Hoy día los lobos que hay escondidos bajo las pieles de cordero si tuvieran ocasión… Que no lo permitan todos los dioses antes mencionados y sobre todo que no lo permita el pueblo. Serían los primeros en quemar y hacer desaparecer, así tal cual, todos los ejemplares que encontraran de la bandera de Nabarra. ¿Por qué lo harían? ¿Por ser de Nabarra? Claro que no. Lo harían porque es roja.

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