El rey Juan III de Navarra (1469-1516)

Seguramente fue la noche del el 22 al 23 de julio de 1.512 cuando los reyes de Navarra Juan y Catalina huyeron de Iruñea, la histórica capital de Vasconia y de su reino, adonde ya no volverían más, ni vivos ni muertos. Su primera parada en la huida fue Ilunberri-Lumbier. Habían gobernado Navarra desde 1.483.

Durante su largo reinado habían tenido diversas vicisitudes en sus relaciones con Aragón y con castilla, habiendo llegado a firmar en diferentes momentos y con diferentes contenidos un buen número de pactos. Tuvieron once hijos y una de sus hijas, Magdalena, murió en Medina del Campo, retenida en calidad de rehén por los Reyes Católicos.

Juan III, conocido por su origen como Juan de Albret o de Labrit, era un soberano culto y bien instalado en el Renacimiento. Introdujo en Navarra el invento emblemático de la época, la imprenta, trayendo de Paue-Pau al impresor Gillaume Brocard, que años más tarde –paradojas de la vida– sería quien editase la biblia políglota de Alcalá de Henares de Cisneros.

Catalina de Navarra, conocida también como Catalina de Foix, y Juan III fueron agentes y víctimas en aquellas enormes convulsiones del siglo XVI. En la guerra de la conquista, en que Navarra fue atacada por Castilla desde el sur y abandonada por Francia en el norte. Tuvieron que huir, pero no se resignaron nunca. Utrinque roditur, es decir, se me roe por uno y otro lado, de cuya expresión hizo lema su antecesor, el príncipe de Viana. En la estatua yacente de Carlos III y su esposa en la catedral de Iruñea hay dos perros que se disputan un hueso. Utrinque roditur.

Juan y Catalina nunca se rindieron, nunca desistieron de volver a conquistar el reino y siguieron hasta sus muertes, acaecidas en 1.516 y 1.517, impulsando actuaciones e intervenciones para la reconquista, tanto por medios diplomáticos como militares.

Navarra, gobernada por Catalina y Juan, era un estado de Europa. Era una nación de Europa con audiencia y consideración, aunque su territorio había sido una y otra vez amputado por Castilla y Aragón, siendo el último de los territorios perdidos, en 1.446, el de la Sonsierra de Navarra, lo que ahora se llama Rioja Alavesa y San Vicente de la Sonsierra, pertenecientes, por cierto, al Principado de Viana.

La primera contraofensiva fue preparada en el propio año de 1.512 , en pleno invierno, en contra de las costumbres militares. Llegaron hasta las propias murallas de Iruñea. Los castellanos estaban rodeados, pero estaban dentro de la ciudad, tenían amedrentados a sus habitantes y no se produjo la rebelión interior con la que contaban. Tuvieron que retroceder, pero habían recuperado por primera vez –de las varias que lo harían– la sexta merindad de Iparralde, y ello tendría sus consecuencias en el futuro.

En 1.516 volvieron a organizar otra contraofensiva y encomendaron su dirección militar al mariscal de Navarra, pero fue apresado y también este intento constituyó un fracaso militar. No en vano los mismos tercios del duque de Alba, que conquistaron Navarra, eran los que arrasarían a la población en Flandes, en Italia, en Canarias, en el norte de África y en América.

Catalina de Navarra y Juan III fueron enterrados en Lescar (Bearne). Pero aun después de muertos se les persigue, negándoseles aún hoy el tratamiento de reyes. A Juan II, marido de Blanca de Navarra, se le denominada así y, en cambio, a Juan III se le llama Juan de Labrit, como lo demuestra la calle que tiene en Iruñea o el Colegio de la reina Catalina, llamado simplemente de Catalina de Foix. En la escalinata del Ayuntamiento de Iruñea figura el invasor Fernando el Católico, que (junto con Cesar Borgia) inspiró a Macchiavello la obra “El Príncipe”, pero no Juan III, testigo de cargo de la conquista de Navarra.