Migración de aves, ciencia y ecoturismo

Cada año miles de millones de aves en todo el mundo realizan un viaje de ida y vuelta para asegurar su supervivencia. Las aves migratorias, viajeras por obligación, tienen unas zonas del planeta como cuarteles de cría, donde se reproducen, y otras llamadas zonas de invernada, donde migran para sus vacaciones de invierno. El alimento es su principal motivo.

La migración de las aves es uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza y por eso lleva despertando la admiración y la curiosidad del ser humano desde tiempos inmemoriales.

Estamos en unas fechas, y todavía lo serán más en las próximas semanas, en que nuestros paisajes están siendo acariciados por el batir de, al menos, mil millones de alas. Tengamos en cuenta que los expertos ornitólogos estiman que la población de aves invernantes en la península Ibérica puede alcanzar la cifra de unos 500 millones. Sobre todo cuando olas de frío, empujadas por vientos del norte de Europa, se instalan en nuestro derredor.

Una buena parte son pequeños pájaros, dispersos y bastante silenciosos. Pero a su lado podremos contemplar uno de los acontecimientos más rotundos de lo espontáneo en estas latitudes. Miles de bandos azotarán a los aires, llenando los ojos del clamor que siempre mana de lo múltiple, agregado y casi nunca silencioso. Porque los alados, además de conspicuos para los ojos, son también los animales que más veces y con mayor acierto llaman a las puertas de nuestros oídos.

Algunas de estas agregaciones infinitas se desplazan con notable orden. Caso de gaviotas, cormoranes, patos, grullas y garcillas, que dibujan en el cielo triángulos sin base, la letra uve, líneas oblicuas, a veces un rombo casi perfecto.

Otras bandadas, como las de estorninos, grajillas, palomas, avefrías, rapaces, alondras, pardillos, jilgueros, verdecillos, trigueros… son el mejor ejemplo de que el caos es sólo el primer paso de la armonía. De que el revoltijo es regocijo para la mirada. Esa que encontrará, en los cielos más limpios del año, una capacidad infinita para convertir lo compuesto por incontables partes en un todo de prodigiosas sincronías.

Un punto estratégico importantísimo en esta migración es el Pirineo Occidental. Navarra es un lugar privilegiado para admirar el fascinante viaje de las aves, ya que la Comunidad Foral se encuentra en plena ruta migratoria occidental europea. Todos los años son millones de aves las que utilizan este territorio en sus desplazamientos. Muchas especies prefieren volar sobre tierra que hacerlo por encima del mar, y en su camino a latitudes más al sur o hasta África, las aves se encuentran en esta ruta con una cadena montañosa transversal, los Pirineos, que generalmente atraviesan por sus zonas más favorables. Por lo tanto, el pasillo situado entre el Pirineo navarro y el mar Cantábrico concentra en las épocas migratorias una gran cantidad de aves.

El proyecto Lindus 2, del que venía a decir el alcalde de Auritz-Burguete, Luis de Potestad Tellechea, en un artículo publicado en este diario el pasado sábado, y trascribo algunas frases, “se trata de un referente internacional, basado en el estudio de la migración de aves, educación ambiental y ecoturismo, y que supone un reconocimiento y un espaldarazo para un proyecto de reciente creación pero de un potencial inmenso, que puede situar a Navarra como referente científico a nivel europeo dentro de la hoja de ruta del cambio climático a través de la fenología, es decir, la parte de la meteorología que estudia las repercusiones del clima sobre los fenómenos biológicos de ritmo periódico como el florecimiento o la migración de aves”. Y no es para menos, por el número de ejemplares de aves migratorias avistados a su paso por el collado de Lindus, entre los municipios de Burguete y Valcarlos, entre otras cuestiones, que fue de algo más de 400.000, pertenecientes a 83 especias distintas, en 2016.

Un pilar esencial para la conservación de la biodiversidad es fomentar la educación y concienciación ambiental en la sociedad, y que debe estar abierta a la participación de voluntarios ambientales a la hora de colaborar en todas las labores de campo. Pero también, y, en este caso las aves migratorias, son un claro ejemplo para investigar y llegar a conocer los impactos del cambio climático en los seres vivos. Las aves, por tanto, son un vehículo excelente para concienciar a la ciudadanía sobre problemas medioambientales. Dada su simplicidad, tan solo hace falta observar cómo discurre el ciclo de los animales y plantas que nos rodean. Estos estudios referidos a las aves, y la biodiversidad en general, se pueden implantar fácilmente, ya que cualquier ciudadano y ciudadana pueden convertirse potencialmente en un observador y, por tanto, en una valiosa fuente de datos fenológicos. Este hecho da un valor importante a los citados estudios, al hacer partícipe al ciudadano o a la ciudadana en ellos que nos van a permitir obtener respuestas adecuadas. El resultado es que la transferencia de conocimiento a la sociedad, a la ciudadanía, es mucho más eficaz. Si la ciudadanía conoce de primera mano los impactos del cambio climático, va a ser mucho más fácil fomentar e implantar medidas para su mitigación. Pero, también, supone impulsar el turismo ornitológico, como se está haciendo con el proyecto Lindus 2.

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