Amaiur, 1522. Nuestra historia desconocida

Sobre la localidad baztandarra de Amaiur, al norte de Nafarroa, un monolito recuerda a los últimos defensores del reino de Navarra. Nombres hasta hace bien desconocidos salvo por la soledad de un monumento, erigido en aquellos tiempos donde la historia enseñada en las escuelas se limitaba a la lista de los reyes godos y las gestas del Cid. Una historia, la nuestra, que como en otras ocasiones vaga por el olvido que se le asigna al perdedor.
Pero, a pesar de siglos de tergiversación histórica, los hechos que sucedieron empujan con fuerza al recuerdo de aquellos navarros y no franceses o traidores a España tal y cómo se les denominó durante mucho tiempo.
Aquella historia debe comenzar obligatoriamente el 19 de julio de 1512, fecha en que las fuerzas de los reyes católicos atraviesan la muga de Navarra por Ziordia con el Duque de Alba a la cabeza.
De poco valió el intento de reunir tropas por las cortes, la protesta formal de los embajadores en la corte de Castilla o el intento de asegurar su neutralidad con tratados.

Como ocurrió en otras conquistas del reino, se aplicaba el mismo guión: justificaciones por aparentes traiciones, bulas de excomunión y el uso de la fuerza.
A partir de ese momento, las piedras de aquel pequeño bastión sito en Baztán, cuyo cometido hasta entonces era la de proteger una frontera inofensiva y un peaje cercano a la parte del reino de Baja Navarra, se convertirá en fortaleza-mojón que marcará el límite entre las dos principales potencias europeas y por tanto será claro objetivo tanto por los españoles como por los legitimistas navarros.
Es ahora, quinientos años más tarde, y a pocas fechas de la “celebración” de aquella conquista, cuando un grupo de investigadores, ajenos a congresos institucionales, nos adentramos en el archivo de Navarra para revisar las cartas de los defensores de Amaiur y en el de Simancas, para conocer la perspectiva de los vencedores. Letras que en ocasiones reflejan ese drama humano o la situación que vivieron los navarros antes de la épica batalla.
Aquellos personajes, labrados en el monolito, cobran vida en la caligrafía: Jaime Vélaz de Medrano, alcaide del castillo, su hijo Luis Vélaz de Medrano, Miguel de Jaso, hermano de San Francisco Javier, Juan de Olloqui, Juan de Azpiliketa, Luis de Mauleón, Victor de Mauleón y otros navarros llegando a un número aproximada de ciento cincuenta.
Para conocer su historia estamos obligados a retroceder a esa Navarra del siglos XVI, situándonos un 30 de junio de 1521 o cuando se decidió el futuro del reino en las campas de Noain, localidad situada a unos kilómetros de Iruña/Pamplona. Fue en aquella jornada, fatídica para muchos, cuando sufrió una severa derrota el ejército franco navarro al mando de Asparrot.
Aquella batalla, que no pasará a los anales por su duración, obligaría la retirada de las tropas leales al rey navarro Enrique de Albret.
No pasó mucho tiempo, en otoño del mismo año, en que parte de aquellas tropas derrotadas en Noain al mando del Mariscal Bonnivet, tomarán algunas posesiones en el Pirineo Navarro con un claro intento de volver a intentar reconquistar el reino.
El domingo 29 de septiembre de 1521 las tropas franco navarras sitiaron al castillo de Amaiur y comenzaron a emplazar las piezas artilleras frente a la recién remodelada fortaleza baztandarra. Semanas antes, su eufórico alcaide Antón de Alguacil escribía al virrey explicando las mejoras y deseando entrar en combate para probar las nuevas defensas. Poco a poco su optimismo se torno desgracia al ver que la fuerza de los cañones eliminaba sus defensas obligándole a pactar una deshonrosa rendición como reflejan los documentos del archivo de Simancas. La bandera de los Labrit volvía a ondear en lo alto de su torre mayor y se procedía a recomponer el castillo para hacerlo más operativo.
A partir de aquel momento se establecería un pequeño territorio independiente del resto del reino. Elizondo se convertiría en un puesto de avanzadilla y se establecieron lugares de vigilancia en el puerto de Belate y en puntos cercanos a Doneztebe como Bertiz y Ziga.
Desde finales de 1521 a principios de 1522 se vivió una etapa de cierta tranquilidad en el mini territorio independiente, que incluso sirvió para mantener unos puestos aduaneros y un control de la zona desde el puerto de Belate hasta la costa en Hondarribia, cuya principal fortaleza estaba controlada por el ejército legitimista.
Sin embargo, las noticias que llegaban de Pamplona a mediados de 1522 explicaban la reunión de un ejército cuyo principal objetivo era reconquistar Amaiur. El abad de Urdax, escribía al alcaide Jaime Vélaz de Medrano de las noticias que le eran transmitidas por sus confidentes y anima a su alcaide para la defensa.
Las posiciones adelantadas en los límites de Baztan se abandonaban un 13 de Marzo a raíz del revés que sufrieron las tropas en su intento de tomar Doneztebe, lo que cerraba aún más el cerco de Baztán.
El 3 de julio de 1522 la artillería se concentraba en la campa de la Taconera de Pamplona y dos días más tarde, tras ir completando parte del ejército con tropas castellanas y beamontesas partirán con el virrey Conde de Miranda a la cabeza en dirección a Baztán.
Las tropas en formación debieron crear una larga columna de casi 4 kilómetros contando con el tren de artillería —6 sacres y 13 cañones pequeños— que era empujado por bueyes y mulos a 4 pares de bueyes por sacre y otro tanto de mulos para las piezas más pequeñas, además de los 13 carros que llevaban los suministros y otros que acompañaban a los cañones.
El día 5, y a pesar de las condiciones en que se encontraban los caminos, llegaron a Lantz, deteniéndose algunos días en espera de bastimentos, de la preparación de los caminos del puerto para poder pasar la artillería y en reagrupar a las últimas tropas que se unían al grueso del ejército llegando a los 1600 jinetes y 10.000 soldados de a pie.
Las cartas explican que al día siguiente partieron de Lantz y tomaron la calzada de Belate para llegar a Ziga y Berroeta. El notario de Elizondo avisaba de todo ello a Miguel de Jaso, quien ya debía estar informado por los hombres puestos en el puerto de Belate. Las puertas del castillo permanecían cerradas durante todo el día y prepararon los cuatro cañones que contaban para su defensa.
Poco a poco la gran columna avanzaba. El 12, el grueso del ejército del emperador se encontraba en Elizondo y el 13 de julio de 1522, las tropas castellanas-beamontesas tomaban posiciones frente al castillo de Amaiur, distribuyéndose por capitanías y buscando el punto idóneo para colocar las piezas de mayor calibre.
No se hizo esperar a que los artilleros a las órdenes de Meneses de Bobadilla comenzaran a batir la fortaleza con un incesante cañoneo pero el poco éxito obligó a que tuvieran que mudar las culebrinas a otro punto más idóneo o donde la fortaleza era más débil.
Las crónicas reflejan la valentía de los defensores que consiguieron rechazar varios ataques e incluso se documentan enfrentamientos fuera del castillo por parte de Tristán de Maya, Alain de Bertiz, el señor de Belzunze y León de Ezpeleta

El virrey y el Condestable viendo el poco resultado que producía la artillería en los muros del castillo dieron orden al Coronel Gutiérrez Quijada para construir varios túneles con la intención de llegar hasta los cimientos del castillo y rellenarlos de pólvora para volar sus defensas. Días más tarde, el 19 de Julio, y siguiendo las ordenes, una gran explosión destruye parte del cubo grande y obliga al alcaide Jaime Belaz de Medrano a pactar una rendición del castillo a pesar de la negativa de varios defensores entre los que se encontraba su hijo Luis.
Tras tomar el castillo, el virrey Miranda, envió un jinete a Santander para comunicar al emperador la toma de la fortificación en el mismo instante que desembarcaba en la ciudad cántabra.
Las bajas fueron numerosas por ambas partes. Las partidas de medicinas enviadas al hospital de campaña donde cientos de heridos sufrían quemaduras o la destrucción de varios cañones nos aportan datos de la dureza de los ataques.
Al día siguiente se dio orden de pagar 1 ducado a ciertas personas para enterrar a los muertos de la batalla en la iglesia de Amaiur mientras que otro pago relata el pago a Diego de Medrano por los alimentos de 39 prisioneros siendo el resto muertos en la batalla.
Los prisioneros fueron conducidos a Pamplona y encerrados en la prisión de San Nicolás pero su ofensa será con creces castigada. A pesar de los intentos del virrey Conde de Miranda para garantizar su seguridad, el 27 del mismo mes encontraron los cadáveres de Jaime Vélaz y su hijo Luis muertos y presumiblemente envenenados. Miguel de Jaso consiguió huir aprovechando un descuido de los guardias y de los otros prisioneros nada sabemos de su final.
El castillo fue mandado demoler en agosto de 1522, como otras tantas fortalezas y cercos amurallados navarros. Los datos de Simancas explican que para ello realizaron varias explosiones controladas, mandando previamente destruir los cimientos con ayuda de cuadrillas de canteros y con una gran desconfianza hacia los naturales.
Quinientos años más tarde, sabemos más de la historia de aquellos fieles navarros que buscaron recuperar su independencia.