El euskera de San Francisco Javier

En la exposición ‘Navarrorum’ del Archivo de Navarra se muestra una carta en la que San Francisco Javier afirma clara y rotundamente que su lengua nativa es el euskera. Sin embargo, hay aún quienes siguen manteniendo que la lengua del santo era en realidad el castellano. Se escudan en que el original de la carta se ha perdido y en que la lengua vizcaínaa la que se refería el santo era en realidad una forma de hablar castellano. Como comisario de la exposición y especialista en la Navarra del siglo XVI me gustaría explicar por qué su postura es insostenible desde el punto de vista histórico.

La carta

En enero de 1544, Francisco de Xabier enviaba desde la India una extensa carta a los jesuitas europeos. Entre otras cosas, les contaba las dificultades que tenía para evangelizar a los indígenas: “como ellos no me entendiesen, ni yo a ellos, por su lengua ser natural malabar y la mía vizcaína…”.

Su carta llegó a Portugal en otoño de ese mismo año. Rápidamente se envió una copia a Roma. Allí, bajo la supervisión del fundador de la orden, Ignacio de Loiola, se tradujo al latín y a otros idiomas, y se distribuyó por diversas casas de los jesuitas en toda Europa. La versión francesa aparece a principios del año siguiente.

Parece un contrasentido que Francisco de Xabier afirmara que su lengua nativa era el euskera y que, como hizo también Ignacio de Loiola, siempre escribiera en castellano. Pero era lo que los vascohablantes que sabían escribir hicieron durante siglos. El famoso calígrafo Madariaga se quejaba de eso cuando, en su manual de escritura publicado en 1565, reprochaba a sus paisanos que no se sirvieran de su lengua nativa en sus cartas y negocios.

Como ocurre con la mayoría del centenar de cartas que escribió, el original de la carta no se ha conservado. Las versiones latina y francesa, además de traducirla, añaden una explicación que no estaba en la carta: la lengua del santo es la celtíbera que, añaden, “vulgarmente llamada vascuence”. Y es que todas las copias que se remiten al original contienen que la lengua del santo era el euskera, al que la mayoría denomina vizcaína y unas pocas vascuence. Pero en 1596, un biógrafo del santo, Tursellino, transcribe la carta en latín y afirma que el santo hablaba en lengua española (hispanice). Esta lectura errónea pasó a quienes en los siglos siguientes se basaron en su traducción, consolidando el error según la cual la lengua del santo sería la castellana.

En la exposición ‘Navarrorum’ se exhibe una copia procedente de los fondos jesuitas depositados en el Archivo Histórico Nacional. Tiene las mayores garantías de fidelidad al original por tres razones: se hizo en la misma época, se mantiene en el castellano original y, dado que se destinaba a los jesuitas castellanos, aragoneses y portugueses, tampoco hubo de ser culturalmente explicada.

Vizcaína, vascongada, vascuence

En la Navarra del siglo XVI, el euskera es conocido como vascuence o lengua vascongada. En Castilla, no obstante, se le llama lengua vizcaína, ya que en la época Vizcaya es la expresión geográfica con que se conoce a todo el cantábrico oriental.

Entre los viajeros, políticos y gramáticos del siglo XVI no hay ninguna duda: hablar ‘vascuence’ o ‘vizcaíno’ es hablar en la lengua que ahora llamamos lengua vasca o euskera. No es, como algunos han pretendido, una forma de hablar castellano. Cierto que en la literatura del Siglo de Oro se utiliza el ‘hablar a la vizcaína’ para referirse a la forma agramatical con que algunos vascohablantes nativos hablaban el castellano. Así, el ‘vizcaíno’ aparece como un personaje cómico incapaz de hablar correctamente el castellano. El Sancho de Azpeitia de El Quijote es el mejor ejemplo. Pero, ¿cómo iba a decir el santo navarro, universitario que hablaba cinco idiomas, que su lengua nativa y propia era un ‘castellano roto’?

No hay duda. Hablar en vizcaíno es hablar euskera. Un par de datos. En 1555, el lingüista alemán Gressner aseguraba que “la lengua cantábrica, que hoy se llama vizcaína o vascónica…, ahora comúnmente se llama vascuence o vasco”. Por otro lado, un cronista que acompaña a Felipe II en su viaje a Pamplona en 1592 lo dice también con claridad: en Estella-Lizarra y en Puente la Reina-Garés entre el pueblo llano “se habla esta misma lengua vizcaína o vascuence”.

Es verdad que la afirmación del santo rompe estereotipos. Francisco pertenece a la élite social del reino (su padre ha sido presidente del Real Consejo de Navarra) y ha recibido una educación universitaria. Habla al menos cinco idiomas (euskera, castellano, francés, latín y portugués) y procede de una zona bastante castellanizada lingúisticamente. Pero en ella el euskera aún parece estar vivo. Como recuerda Mikel Velasco, el arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragón afirmaba en un libro de 1555 que el río de ese nombre marcaba la frontera lingüística entre el euskera y lo que él denomina aragonés: “Y conforme esto, el río Aragón los divide en la lengua vizcaína o vascongada… Sangüesa vizcaíno, Sos aragonés y así hasta Tudela”.

El santo no dice que, entre otras lenguas, también sabe euskera. Asegura que es su lengua. Muestra seguramente que nuestras ideas sobre el uso de las lenguas en la Navarra del siglo XVI (y, por extensión, en la Edad Media) están equivocadas por suponer que las lenguas en que una sociedad prácticamente analfabeta escribió sus documentos eran las mismas que se hablaban en la calle. Ahora sabemos que durante el Renacimiento el euskera era la lengua hegemónica del reino. En la ciudad y en el campo, entre las élites y entre las clases humildes, de forma exclusiva en el norte o conviviendo con el castellano en el sur. No se escribía, pero se hablaba. Casi un siglo después de la conquista española, el euskera seguía siendo la lengua habitual de aproximadamente ocho de cada diez navarros. Y en eso San Francisco Javier no se distinguía de la mayoría de sus paisanos.

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