Iruña-Veleia: historias para no dormir

 


El asunto de Iruña-Veleia tiene un vertiente científica y otra personal. No soy la más indicada para entrar en el tema científico, aunque estoy lo suficientemente informada como para afirmar que a día de hoy no está demostrada la falsedad de los grafitos y que existen muchos indicios que apuntan hacia la autenticidad. Me limitaré a la vertiente humana del asunto, por llamarle de alguna manera.

Conozco desde hace poco a los dos principales afectados, los arqueólogos Eliseo Gil e Idoia Filloy, directores del equipo de excavación hasta su cierre. Nuestras conversaciones se han centrado casi siempre en los cuestionados grafitos y sólo de pasada en las consecuencias personales, económicas y profesionales del asunto. Pero considerando que la opinión pública debe conocer la enorme tropelía que se ha cometido con ellos, les pedí que me relataran los hechos, cosa a la que han accedido. Así resume Eliseo Gil lo sucedido aquel 19 de noviembre de 2008, el día de la ignominia , como le llama él: «La víspera, junto con el resto de compañeras y compañeros de trabajo (hasta 35 personas, incluyendo las de los equipos de consolidación de estructuras y de la escuela taller de arqueología), abandonamos las instalaciones de Lurmen en Veleia. No iba a volver a entrar en las mismas hasta pasado mucho tiempo y en circunstancias bien diferentes y harto desagradables.

«La reunión de la Comisión comenzó sobre las 10:30 horas del 19 de noviembre y terminó poco antes de las 14 horas. Sin duda uno de los acontecimientos más penosos de mi vida. Comenzaron su relato los miembros de la Comisión, quedándome para último lugar de intervención. Siguió un rosario de declaraciones de las que, pese a mi estado anímico, algunas me llamaron poderosamente la atención. No tenía capacidad ni conocimientos para contestar en aquel instante a los argumentos de los filólogos y epigrafistas, ni entendí la exposición del profesor Madariaga, pero tenía claro que las afirmaciones que habían vertido los profesores Núñez y Quirós eran infundadas y su estrategia para desacreditar nuestro trabajo en Veleia era lo más desleal que había visto en años, al basarse únicamente en un informe didáctico previo que yo mismo les había facilitado como deferencia. Les señalé que me parecían increíbles las aseveraciones que habían vertido sin disponer de la memoria final de los trabajos o, al menos del informe que estaba aportando en ese mismo momento que, simple y llanamente, no fue tenido en cuenta.

«Pero la cosa no había terminado ahí. Mi intelecto se negaba a entender que estaba siendo sometido en realidad a una suerte de juicio. La diputada me reiteró la cuestión sobre qué tenía que decir al respecto. Acerté a balbucear algo así como ‘creo que no es el momento de hacer declaraciones’, pensando que necesitaba un abogado, ya que aquello tenía toda la apariencia de que me iban a colgar un muerto que no era mío’. Para finalizar, me señaló que tenía que recoger un escrito de los servicios jurídicos que tenía en su despacho y que fuera allí antes de su comparecencia en Juntas Generales. Tras ser requerido por teléfono me presenté en su despacho sobre las 15:45 horas. El escrito era la Orden Foral 444/08, que me sentenciaba de facto; además de suspender cautelarmente permisos de excavación y de ocupación del yacimiento, y de prohibirnos la libre entrada al mismo.

«Quiso la casualidad que, tras abandonar el Palacio foral, me encontrara de frente con los profesores Lacarra, Gorrochategui, Núñez, Madariaga y Santos, quienes se dirigían a la sede de las Juntas Generales, donde me dedicarían algunas perlas cultivadas que los medios de comunicación se encargaron de magnificar. Las primeras consecuencias no se hicieron esperar; esa misma tarde-noche, una empresa de seguridad contratada por la Diputación Foral de Álava colocó cadenas en el acceso de Veleia y montó guardia permanente, medida amén de onerosa para las arcas, públicas, innecesaria y teatral».

Tendría que pasar un mes para que pudieran acceder al yacimiento a recoger sus efectos personales. Así relata Idoia Filloy lo acontecido aquella mañana:

«El 19 de diciembre fue uno de esos días surrealistas que se te graban en la memoria. Comparecimos a las puertas de Iruña, el personal de Lurmen y un amplio despliegue de la Diputación entre técnicos y miñones. Una funcionaria foral comenzó señalando quiénes podían acceder y quienes no a nuestras instalaciones. Preguntamos la razón y recibimos una contestación airada y autoritaria, en plena calle. Al final pudimos entrar todos, ya que allí teníamos documentación de la empresa y numerosos efectos personales. La primera sorpresa fue encontrarnos una de las puertas abierta, con indicios de haber sido forzada y el uso de nuestro generador y del combustible de los bidones, sustituido por agua. «La retirada de nuestras pertenencias fue increíble. Filmaron y fotografiaron todo el proceso, en el exterior y en el interior de nuestras oficinas, sin permiso alguno. Abrieron armarios, revisaron lo que nos llevábamos y no nos dejaron sacar los ordenadores. Sólo nos lo permitieron días más tarde, tras grabar su contenido, sin mediar orden judicial alguna. «También constatamos que la empresa de seguridad contratada por la Diputación ocupaba nuestras otras oficinas, utilizadas ahora como campamento».

El 5 de diciembre de 2008, la Diputación pone en manos del fiscal la documentación relativa al caso para que investigue el posible delito. Habiendo transcurridos varios meses, y en vista de que el fiscal jefe no da muestras de tener intención de denunciar un presunto delito, la Diputación decide tomar la iniciativa e interpone una querella contra los miembros de Lurmen SL Eliseo Gil y Óscar Escribano y el colaborador Rubén Cerdán, acusándoles de estafa y daños al patrimonio.

Asimismo, en mayo la empresa pública Euskotren y su filial Eusko Trenbide Sarea interponen sendas querellas contra Eliseo Gil e Idoia Filloy por estafa y daños. Contra Eliseo se demandan más de dos millones de euros, contra Idoia más de un millón, además de las penas de prisión que en su caso pudieran decretar los jueces.

Además hay que recordar que el cierre del yacimiento y la retirada del permiso de excavación por parte de la Diputación Foral de Álava tuvo como primera consecuencia el cierre de la empresa Lurmen SL, que daba empleo fijo a 10 personas, las cuales se hallaron sorpresivamente en el paro de la noche a la mañana.

Pero además de las consecuencias económicas y penales, lo más dramático para los arqueólogos defenestrados ha sido la destrucción de su reputación profesional y humana, ganada a pulso tras largos años de trabajo. De la noche a la mañana Eliseo Gil e Idoia Filloy pasaron de ser ejemplares y laureados arqueólogos a convertirse en pésimos profesionales y vulgares estafadores, sospechosos de falsificar las piezas. Una despiadada campaña mediática y el silencio de muchos han contribuido a ello.

Cuando todavía no se ha demostrado que uno solo de los grafitos sea falso, que personas como Eliseo e Idoia sean tratadas como vulgares delincuentes es totalmente vergonzoso; que la Administración, en este caso Diputación Foral de Álava, actúe de la manera que ha actuado clama al cielo. No hay más que compararlo con casos como el Guggenheim, donde realmente se han distraído millones.

Espero que la verdad salga a relucir lo antes posible y deje a cada cual en su sitio.

* Ex concejala del Ayuntamiento de Gasteiz

Publicado por Noticias de Alava-k argitaratua