La fiscalidad sostenible (I)

Juanjo_Gabina

Cuando hablamos de fiscalidad sostenible nos referimos a una determinada política fiscal que introduce impuestos y/o crea ayudas y subvenciones como herramientas fiscales destinadas a promover aquellas actividades que sean sostenibles. Los impuestos o tasas sostenibles son palancas que utilizan en la aplicación de las políticas sostenibles.

También funcionan en base a penalizaciones y/o incentivos económicos. Este tipo de política fiscal puede servir de complemento de algunas políticas dirigidas hacia la economía sostenible o para evitar la necesidad de tener que recurrir a enfoques reglamentarios y normativos a la hora de poner en marcha políticas dirigidas hacia la sostenibilidad del sistema.

En realidad, la fiscalidad sostenible se basa en los impuestos pigouvianos, en honor del economista británico Arthur Pigou. Un impuesto pigouviano es un impuesto que grava la actividad de un mercado para corregir resultados no deseados, como es el caso en el que se producen externalidades negativas asociadas con la actividad del mercado. En presencia de externalidades negativas, los costes sociales de una determinada actividad económica pueden superar los propios beneficios públicos y privados que se obtienen gracias al desempeño de dicha actividad.

En tal caso, se dice los resultados finales del mercado no son eficientes y que el mercado tiende a un exceso de oferta del producto. Si el impuesto pigouviano se equiparara a la externalidad negativa que se produce, el resultado sería que la oferta en el mercado se vería reducida hasta una cantidad que lo hiciera eficiente.

Cuando las externalidades son positivas y se producen beneficios públicos debidos a la actividad del mercado, éste suele tender a contraerse. En este caso, se utiliza la misma lógica de razonamiento, a la hora de crear subvenciones y ayudas de tipo pigouviano con el objetivo de aumentar la actividad de un mercado cuyas externalidades son positivas.

A menudo y a nivel global, la política fiscal sostenible tiene la intención de mantener la misma presión fiscal reduciendo otros impuestos proporcionalmente a como impacta las nueva tasa sostenible. Por ejemplo, reduciendo impuestos al trabajo y al empleo, eliminando el impuesto de matriculación de los coches eléctricos o subvencionando la utilización de recursos renovables para la producción de ACS y electricidad, aplicando deducciones en la declaración de renta a los gastos que representan las obras que una determinada familia realiza en materia de ahorro y eficiencia energética, a nivel doméstico, etc.

Las llamadas ecotasas van dentro del capítulo de la fiscalidad sostenible y permiten la internalización de aquellos costes que se consideran externalidades asociadas a las emisiones de gases contaminantes que se vierten a la atmósfera y que provienen de los procesos industriales. De alguna manera, las ecotasas internalizan los impactos negativos inherentes a los costes de la electricidad y a los costes de la generación de vapor.

La única pega es las ecotasas que sólo tienen en cuenta los impactos negativos ambientales, olvidándose de los sociales y los económicos, por loq ue conviene realizar previamente un estudio de impactos también a nivel social como económico. Por ejemplo, la no utilización de biocombustibles o los obstáculos a su desarrollo que imponen las grandes petroleras también conllevan una pérdida importante de empleos y un freno importante al desarrollo del sector de los biocombustibles

La ecotasas se calculan también para determinadas sustancias que emiten las empresas en base a una escala que mide la toxicidad y la contaminación. Estos impuestos ambientales se generan a partir de un modelo de simulación que calcula los daños producidos a los recursos bióticos y abióticos. (Continuará)

Publicado por Nabarralde-k argitaratua