Bakunin para todos los públicos

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En el panorama actual de “nuestra prensa” no deja de resultar sorprendente y audaz el aporte sabatino de Público que nos pone un clásico como Bakunin al alcance de todos y todas…

 

Al margen de lo que creamos o no sobre Público y todo lo demás, lo cierto s que hay unos cuantos aspectos del diario que hay que tener muy en cuenta. El amigo Salvador López Arnal mencionaba unos cuantos al halar de la edición prevista de Sacristán, y habría también que hablar de la edición abreviada de El Capital con una primera distribución de 15.000 ejemplares, ala que le siguió otra hace unos cuantos lunes…

 

Pero ya que estamos, quizás valdría la pena decir cuatro cosas sobre Mijhail Bakunin, (Premukbino, Tver, 1814-Berna, 1876). Una de la figuras mítica más apasionantes de la historia del socialismo y de la historia universal.

Bakunin, con sus grandeza y contradicciones, fue uno de los grandes revolucionarios del siglo XIX y uno de los más consecuentes representantes del romanticismo político. Militante profesional más que teórico –su obra carece de coherencia, continuidad y rigor–, recorrió Europa en lucha permanente contra el orden establecido. Apasionado defensor de la libertad como condición previa para el socialismo, ha sido presentado como la víctima calumniada y la contrafigura de Marx al que admiró y combatió en la AIT facilitando el primer gran cisma de la historia internacional del movimiento obrero. Vino al mundo en una familia de terratenientes liberales. Tercero de los nueve hijos del matrimonio, heredó de su padre un espíritu indomable, una gran fortaleza física y una gran curiosidad intelectual. Para seguir la tradición familiar, su padre elige la carrera militar para él y a los 15 años ingresa en la Escuela de Artillería de San Petersburgo. Ascendido a oficial tres años más tarde, la rebeldía le impidió seguir por este camino.

Cuando contempla la represión de los polacos se rebela y la influencia de la familia impide que sea juzgado como desertor. Tenía 19 años cuando fue trasladado a un alejado regimiento de Lituania donde descubrirá que el «hombre está hecho para vivir en sociedad. Un círculo de relaciones y de amigos que le comprendan y que compartan sus alegrías y sus penas es indispensable para él…». De nuevo en su casa, se niega a reingresar en la milicia y, en 1835, se marcha a Moscú donde con el falso título de «profesor de matemáticas» vivirá una vida bohemia hasta que, en la Universidad, entra en relación con dos intelectuales inconformistas que serán, con el tiempo dos de sus más fieles amigos: Herzen y Ogarev.

En este período, Bakunin será influenciado por diferentes pensadores como Saint Simon y Fichte, hasta que descubrirá a Hegel. También traba amistad con Belinski. En 1840 se traslada a Berlín y estudia durante año y medio filosofía, viviendo una alegre bohemia. Al principio se mantiene fiel a Hegel en su interpretación izquierdista. En uno de sus artículos de la época (La reacción en Alemania), escribe: «Confiemos pues, en el espíritu eterno, que no destruye y no aniquila porque es la fuente insondable y eternamente creadora de toda vida. El deseo de destrucción es al mismo tiempo un desea creador». La lectura de este trabajo causó una gran conmoción en su país, y comienza su vida de perseguido. Después de pasar por Suiza y Bélgica huyendo, desemboca en París, la capital de las ideas revolucionarias.

Socialista «instintivo», Bakunin recibe la influencia del babouvismo y conoce a Marx («Nunca hubo una franca intimidad entre nosotros dos; nuestros temperamentos no lo permitirían. Me llamaba idealista sentimental y tenía razón; yo le llamaba vano, pérfido y astuto, y yo también tenía razón»). Su descubrimiento intelectual será Proudhom, del que dirá años más tarde, que «a pesar de todos los esfuerzos que ha hecha para sacudirse de las tradiciones del idealismo clásico, no por ello dejó de ser toda su vida un idealista incorregible, inspirándose, como le dije dos meses antes de su muerte, ya en la Biblia, ya en el Derecho Romano y metafísico hasta el extremo. Su gran desgracia está en no haber estudiado jamás las ciencias materiales y en no haberse apropiado de su método. Ha tenido instinto de genio que le hicieron entrever lo justo, pero, volvió a caer siempre en los viejos errores, lo cual hizo que Proudhom haya sido la contradicción perpetua, un genio vigoroso, un pensador revolucionario que se debatió siempre contra los fantasmas del idealismo y no ha llegado jamás a vencerlos».

Bakunin intervino activamente en la revolución de febrero de 1848 en París. Escribe que nunca había visto «tan noble abnegación, tan emocionante sentido del honor, tan natural delicadeza en la conducta, tan amistosa jovialidad, unido todo ello en tanto heroísmo, como en aquellos trabajadores incultos». En abril, se encuentra en las barricadas de Berlín, donde proclamará: «Nuestro estado de ánimo era tal, que sí alguien nos hubiese anunciado que Dios había sido expulsado del cielo y proclamado la República allí arriba´, le hubiéramos creído a pies juntillas y a ninguno le hubiera sorprendido tan fabulosa noticia». En la lucha se relaciona con los conspiradores que preparan la insurrección polaca. De mayo a junio, se haya en Praga asistiendo al Congreso paneslavo, representando en su seno la democracia extrema. Cree que «la nueva vida –de los pueb1os eslavos– debía de estar basada en los tres principios: igualdad para «todos, libertad para todas y amor fraterno entre todos», y que, «la nueva política no habrá de ser una política estatal, sino una política del pueblo, de los individuos libres e individuos libres e independientes».

En esta época. Bakunin hace su famoso Llamamiento a los eslavos, del que Carr hace la siguiente síntesis: Primero: la burguesía se había revelado como una fuerza contrarrevolucionaria, por lo que en adelante había que cifrar las esperanzas en la clase trabajadora. Segundo: la condición fundamental de la revolución era la destrucción del Imperio austríaco y la subsiguiente instauración en la Europa central y oriental de una federación de repúblicas eslavas libres. Tercero: el campesinado y particularmente el campesinado ruso, estaba llamado a ser la fuerza decisiva que determinaría el éxito final de la revolución». Ya en 1849, interviene en la revolución de mayo en Dresde, junto con el músico Richard Wagner, siendo apresado cuando el movimiento empezó a declinar.

Este será el «último acto» de la «primavera de los pueblos», y después vendrá un profundo reflujo. Bakunin, en manos de la policía austriaca, es, a instancias del gobierno zarista, expatriado a Rusia y encerrado en las mazmorras a. Pedro y Pablo donde muchos revolucionarios antes y después suyo se pudrieron en las más infames condiciones. El mismo contará que se repetía una versión del mito de Prometeo, en la que el titán bienhechor de los hambres estaba atado por orden del Zar en una roca del Cáucaso. Poco a poco vio decrecer su extraordinaria vitalidad y desesperó. A los apremios de su madre, el Zar responde que nunca conocerá la libertad en vida y las amnistías pasan una tras otras. Entonces aparece la petición de clemencia en forma de una «confesión» de arrepentimiento. Para Bakunin (que se niega a informar sobre sus colaboradores), se trata de una posibilidad de escapar, y no duda en que el medio, aunque íntimamente le pueda parecer humillante, está justificado. Posteriormente, en medio de la lucha política, algunos adversarios se le echarán en cara innoblemente porque se trataba de un ejercicio posibilista para sobrevivir y continuar su lucha.

A pesar de sus rogativas, el Zar no ve arrepentimiento alguno y se niega. Su sucesor no será menos inflexible, pero la insistente presión de su familia consigue, finalmente, que Bakunin sea deportado a la Siberia bajo la responsabilidad de un militar pariente suyo. Allí podrá respirar de nuevo cuando se encontraba al final de sus fuerzas. En el destierro se prenda de la hija de unos humildes polacos que alterna y se casa con ella. Su nombre era Antonia Kviatkuska y será la única mujer con la Bakunin compartirá sus avatares. Se fuga en 1861 y recorre un periplo que va desde Siberia al Japón, y desde allí hasta Norteamérica hasta aparecer en 1862 en la mansión de Herzen en Londres. Inicia entonces una nueva etapa de su lucha política que le lleva, primero a romper con el nacionalismo democrático eslavo y, después, con la democracia pequeño burguesa socializante.

En un primer momento trabaja con Herzen y Ogarev en la redacción de La campana, pero busca nuevos caminos. En enero de 1863 estalla la insurrección polaca y Bakunin se pone a su servicio. Entre en contradicción con la moderación del Comité Nacional patriota y establece relaciones con el general Mieroslawsky. El movimiento fracasa, y Bakunin atribuye la responsabilidad a la aristocracia. En 1864 se instala en Italia y conecta con la extrema izquierda de este país. Su sueño entonces es formar una «sociedad secreta internacional socialista y revolucionaria» y trata de hacer un trabajo de captación en el seno de la masonería. En 1866 redacta el Catecismo revolucionario en el que la influencia anarquista es ya clara. En sus frases finales se puede leer: «Los objetivos de la revolución democrático social pueden definirse en pocas palabras. Políticamente, la abolición del derecho histórico, del derecho de conquista y del derecho diplomático, la emancipación total de los individuos y las asociaciones del yugo de la autoridad divina y humana. La destrucción absoluta de todas las uniones y aglomeraciones forzadas de las comunas en las provincias, y de las provincias y países conquistados en el Estado.

Finalmente, la disolución radical del Estado centralista, tutelar, autoritario, con todas sus instituciones militares, burocráticas, gubernamentales, administrativas, judiciales y civiles. En una palabra, la devolución de la libertad a todo el mundo, a los individuos y a las corporaciones colectivas, asociaciones, comunas, provincias, regiones y naciones y la garantía mutua de esta libertad a través de la federación». Durante cierto tiempo trata de ganar a la Liga de la Paz y la Libertad (en la que se encuentran personalidades como Victor Hugo, Herzen, Stuart Mill, Garibaldi), y en su primera alocución brinda por ella porque mediante «la aplicación y desarrollo de sus principios y, de la hermandad de los republicanos dispersos en todo el mundo, precipitaran la instauración de la verdadera democracia por medio del federalismo, del socialismo, del ateísmo» , pero resulta evidente que estos deseos chocan con la democracia pequeño burguesa que anima el grupo.

Bakunin conseguirá sin embargo atraer a determinados miembros de la Liga (Reclús, Rey, Keller, Fanelli), y formar un nuevo grupo, la Alianza Socialista y Democrática, que se delimita de las demás corrientes socialistas por su total oposición al Estado y a la Iglesia: «La Alianza se declara atea; quiere la abolición de los cultos, la sustitución de la fe por la ciencia y de la justicia divina por la justicia humana. La Alianza quiere ante todo la abolición completa y definitiva de las clases y la igualdad económica y social de los individuos de ambos sexos. Para llegar a este objeto, quiere la abolición de la propiedad individual y del derecho a heredar (…) Enemiga de todo despotismo, no reconoce ninguna forma de Estado, y rechaza toda acción revolucionaria que no tenga por objeto inmediato y directo el triunfo de la causa de los trabajadores con el capital; pues quiere que todos los Estados políticas y autoritarios actualmente existentes se reduzcan a simples funciones administrativas de los servicios públicos en sus países respectivos, estableciéndose la unión universal de las libres asociaciones, tanto agrícolas como industriales».

La Alianza se concibe como una fracción organizada en el seno de la AIT. Buscaría sus militantes entre «los miembros más sinceramente consagrados a la causa y a los principios de la Internacional». Su misión será «la preparación de propagandistas, apóstoles y; finalmente organizadores», y los prepararía para que «ingresaran en masa en la Internacional, al tiempo que continuaran manteniendo la más estrecha ligazón entre ellos difundiendo la Alianza de los socialrevolucionarios bajo la forma de sociedades secretas», las que tendrán como doble misión «ante todo serán el alma inspiradora vivificante en este inmenso cuerpo que se llama AIT, en Italia como en otras partes, y en segundo lugar, se ocuparán de las cuestiones imposibles de considerar públicamente».

El propio Guillaume definiría a la Alianza como » el tipo clásico de sociedad secreta en la que uno tenía que obedecer órdenes emitidas desde arriba. Un capítulo ilustrador de las concepciones organizativas conspirativas de Bakunin es el que le relaciona con el siniestro Natchaev. Basándose en su propios sueños, Bakunin llegó a acoger con entusiasmo confiando en que el joven conspirador pudiera crear una sección de su Internacional en su propio país. Por su nobleza, Bakunin era de una naturaleza completamente opuesta a la de Natchaev; el capítulo no revela más que su ingenuidad y su proclividad en confundir los sueños con la realidad. Antes de ingresar en la AIT, Bakunin se proclama como amigo y discípulo de Marx, aunque en su correspondencia con Herzen explica que su objetiva es desbancarlo. Dentro de la AIT, Bakunin tratará progresivamente de derrotar a Marx desde un doble ángulo, el organizativo oponiendo a la «dictadura» del Consejo General sus concepciones sobre la libre federación, y en el político contraponiendo la libertad y la espontaneidad de las masas contra los conceptos de la dictadura revolucionaria y el partido político de la clase obrera.

La lucha será dura y difícil, y las diferencias políticas se confundirán con las intrigas y las incriminaciones personales. La victoria de Marx será una victoria pírrica porque significará el fin de la AIT y, en un primer momento, el triunfo transitorio de Bakunin para capitalizar a los descontentos en un proyecto de una nueva Internacional federalista y antiautoritaria que, en el Congreso de Saint Imier proclama sus principies: «…1º Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado. 2º Que toda organización de un poder político pretendido provisional y revolucionario para traer esa destrucción no puede ser más que un engaño y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos que existen hoy. 3º Que, rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la Revolución Social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa la solidaridad de la acción revolucionaria…»

Durante la guerra franco-prusiana, Bakunin toma parte en el Comité de Salvación Nacional de Lyon donde prepara la toma insurreccional del municipio, pero fracasa y debe huir. Se refugia en Italia donde sigue luchando, hasta que tras insurreccional de Bolonia de 1874, tiene que huir, esta vez a Suiza, donde fallecerá un poco más tarde.

Entre las biografías más elaboradas de Bakunin está  la del historiador inglés E .H . Carr es el autor de dos trabajos biográficos sobre Bakunin: Los exiliados románticos (Anagrama, BCN, 1976), y Bakunin (Grijalbo, Col. Gandesa, Madrid, 1974), que sería duramente denostada por diversos autores anarquistas. Otras biografías son las de E. Kaminsky, Bakunin. La vie de un revolutionnaire (Belibaste, París, 1971); la de Helene Iswolsky, La vida de Bakunin (Ulises, Madrid, 193l); Viatxeslav Polonski (Atena, BCN, 1935, tr. de Andreu Nin); James Guillaume (Alcón, Madrid, 1968); la breve de C.L. Cortezo (Zero, Madrid, 1967). E]. «affaire» Natchaev fue estudiado por Michael Confino, Violence dans la violence (Maspero, París, 1967).

Sam Dolgoff hizo una selección de sus escritos, La anarquía según Bakunin, que cuenta con una introducción biográfica de Guillaume (Tusquets, BCN. 1977). Dos editoriales (La Piqueta y Júcar) emprendieron hace años la edición de sus Obras traducidas por Abad de Santillán con notas introducidas de  Max Nettlau, autor de MB, la Internacional y la Alianza (La Piqueta, Madrid, 1977). Alianza publicó sus Escritos de filosofía política, en dos partes, l. Crítica de la sociedad, 2. El anarquismo y sus tácticas. De sus obras sueltas cabe mencionar: Confesión al Zar y otros escritos (Labor, BCN), Tácticas revolucionarias, La libertad, Consideraciones filosóficas, Federalismo, socialismo antiteologismo (todas en Anatema, Madrid),  Cartas contra el patriotismo de la burguesía (ambas en Júcar, Madrid), El sistema del anarquismo (Proyección, Buenos Aires). La controversia entre Marx y Bakunin ha servido de base para una extensa selección de textos de George Ribeill, con el título apriorístico de Socialismo autoritario (Marx), Socialismo libertario (Bakunin) (Madrágora, BCN, 1978). Este mismo tema es utilizado por Michael Cranston para crear Un debate imaginario (Tusquets Cuadernos Infimos, Barcelona. 1976) entre ambos contendientes, y en la que, finalmente, se impone Bakunin…

Dios y el Estado fue reeditada por El Viejo Topo, Barcelona, 1995, con prólogo del actor y camarada Jordi Dauder…

Publicado por Kaos en la red-k argitaratua