No hay redes eléctricas inteligentes sin políticas innovadoras e inteligentes (y II)

Juanjo_Gabina

Si se construyeran las redes eléctricas inteligentes podría llegar incluso un momento en el que las redes inteligentes contribuirían a equilibrio de la oferta y de la demanda de energía eléctrica, sin ningún tipo de problemas. Lo harían reduciendo el consumo de millones de acondicionadores de aire cuando baja la velocidad del viento o el sol se esconde, por unos minutos, detrás de una nube.

El aumento del coeficiente de inteligencia — IQ— de las redes eléctricas traería también beneficios más próximos a los intereses de las empresas. Por ejemplo, los apagones y cortes de suministro eléctrico que suelen costar a las empresas miles de millones de euros cada año, se convertirían en un suceso mucho más raro y aislado. Los contadores inteligentes de la electricidad podrían fomentar el ahorro al permitir que los clientes sepan en tiempo real cuánta energía están consumiendo y con qué máquinas o electrodomésticos y a qué coste lo hacen cada minuto del día que pasa.

Como bien dijo el presidente Obama en el Congreso estadounidense, al defender la aprobación de las medidas de estímulo: ‘Una red eléctrica inteligente nos permitirá ahorrar dinero, proteger nuestras fuentes de energía de apagones o de ataques terroristas, y suministrar fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles y limpias a cada rincón del país’.

Sin embargo, el hecho de gastar mucho dinero en redes eléctricas inteligentes, por sí mismo, no traerá ninguna de estos beneficios. La tecnología, en sí misma y como tal, no contribuye a la sostenibilidad. Es necesario crear las condiciones que lo permiten como la aplicación de la fiscalidad sostenible.

Las redes eléctricas inteligentes se pueden utilizar no sólo para ofrecer energía renovable de manera que sea más eficiente, sino también para recortar la producción eléctrica de electricidad en centrales térmicas que utilizan como energía primaria el tan sucio y contaminante carbón.

En Efecto, al reducir la necesidad de aumentar la capacidad instalada de generación eléctrica que resulta tan cara, lo que realmente también se puede reducir es el coste de la electricidad y así, fomentar el consumo. El mero hecho de que tanto las empresas eléctricas como sus clientes, los gobiernos, los ecologistas y los industriales por igual, puedan llegar a estar todos interesados en el desarrollo de las redes eléctricas inteligentes o ‘smart grids’, a pesar de los fines tan diferentes que persigue cada uno de estos actores, nos hace pensar que el futuro nos une a todos. Donde sí hay discrepancias es en los plazos para construir estas redes inteligentes y en quién debe soportar sus costes.

Por otra parte y para un significativo número de expertos, en la mayoría de los países, el mayor obstáculo para la difusión de las energías renovables no es el hecho de tener una red eléctrica anticuada sino la carencia de un comercio sobre emisiones de carbono que sea eficaz. A menudo, los consumidores desperdician la energía no sólo porque no puedan regular su consumo de forma muy precisa sino también porque la energía no cuesta mucho ya que las emisiones de CO2 apenas se gravan. Además., la mayoría de las empresas eléctricas tienen incentivos para vender tanta energía eléctrica como pueden, y el hecho de que la fuente de energía sea sucia o limpia apenas influye.

En resumen, las redes inteligentes no son un sustituto de una política energética adecuada que apueste por la transición hacia una economía sostenible. Los dirigentes políticos de cada país deberían establecer también normativas y reglamentos que estimulen las inversiones en ahorro y eficiencia energética, así como en generación eléctrica a partir de las fuentes de energía renovables. Las redes eléctricas inteligentes son tan sólo una herramienta fundamental para hacer que el desarrollo sostenible sea algo posible.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua