Frases que nunca se dijeron

En el espacio geográfico-literario en el que nos movemos existe una polémica sin zanjar. ¿Dijo o no dijo Baroja «¿Pensamiento y navarro? Imposible». F. Maraña dirá: «Por supuesto que la dijo»; M. Sánchez Ostiz, por el contrario, «mentira; nunca la dijo».

En 1865 se fundó en Pamplona el periódico «El Progresista Navarro». En su Aviso Pastoral el obispo de Pamplona, don Pedro Cirilo Uriz y Labayru, lo recibió diciendo que tenía un título con «dos adjetivos de extraña concordancia». Quizás fuera éste el origen del supuesto exabrupto de Baroja, que más que pensamiento y navarro, tendría que haber dicho: «¿Carlista y pensamiento? Milagro».

No sé qué tienen las citas que nunca se dijeron, pero atraen. Ya es sabido que nadie que lea a Sherlock Holmes, aparecido por primeva vez en 1887, encontrará en su boca la expresión, «elemental, querido Watson». Tampoco yo he encontrado en la novela «Los hermanos de Karamazov», de Dostoievsky, la frase «Si Dios ha muerto, todo está permitido». Bueno, quizás sea yo un lector inatento y me pase como a aquel crítico que, después de leer la novela «América», de Kafka, firmaba el lapsus memorable de que la estatua de la libertad de Nueva York enarbolaba una espada refulgente, y no, una antorcha.

Voltaire será uno de los autores que más han citado los liberales y demócratas. No me extraña que la Iglesia haya acabado odiando tanto al escritor como a sus exégetas, pues, en ocasiones, parecen clones del filósofo francés, incluso cuando le atribuyen frases que no dijo nunca. El escritor mexicano Carlos Fuentes se ha hartado de atribuir esta frase a Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». Incluso, tuvo la osadía de sostener que ésa fue la consigna que Jesús de Polanco, el del Gran Poder, practicó en su periódico. Curioso, pues la frase no se encuentra en Voltaire. Sí aparece en el libro «Los amigos de Voltaire», de Evelyn Beatrice, donde se concitan frases y pensamientos a favor de la libertad de pensamiento. La frase es de la recopiladora que firmaba con el seudónimo de S. G. Tallentyre.

Desde el verano acá, se ha recordado al pedagogo y revolucionario Francisco Ferrer i Guàrdia -«el Kant de la Barceloneta», que dijera irónicamente Baroja- y que fue chivo expiatorio del poder español con la connivencia de la burguesía catalana. Ferrer acabaría siendo asesinado legalmente con la falsa acusación de ser responsable de la Semana Trágica.

Cuando se habla de este caso, sale a relucir el artículo de Joan Maragall con el título «La ciutat del perdó», donde se pedía clemencia para Ferrer. Se dice que se publicó en «La Veu de Catalunya». Pero no es verdad. Porque así lo decidió Enric Prat de la Riba, director entonces de «La Veu». Lo explicaba Josep Benet en una obra clásica, «Joan Maragall i la Setmana Tràgica» (1960), reeditada con motivo del aniversario. Nada sabemos, por tanto, qué habría sucedido si dicho artículo se hubiera publicado.

Sin salirnos del terreno político, pero instalados en las témporas que discurren actualmente, recordaré el caso de proxenetismo intelectual perpetrado contra Marx. Lo que tiene su retranca, porque, a excepción de los especialistas, no habrá en España diez personas -entre ellas Jon Odriozola- que hayan leído «El Capital». Y de la «Fenomenología del Espíritu», de Hegel, no habrá ni cinco. Y seguro que Rodríguez Zapatero y Rajoy no estarán entre ellos.

El coordinador general de IU, Cayo Lara, leyó ante el Consejo Político una cita extraída de «El Capital». La referencia le sirvió para subrayar la actualidad del pensamiento marxista, pues el texto reflejaba el poder visionario de Marx sobre la crisis actual de la economía. Lara entusiasmó a los dirigentes, tan lectores de «El Capital» como el propio coordinador. La frase era: «Los propietarios del capital estimularán a la clase trabajadora para que compren más y más bienes, casas, tecnología cara, empujándoles a contraer deudas más y más caras hasta que la deuda se haga insoportable. La deuda impagada llevará a la bancarrota de los bancos, los cuales tendrán que ser nacionalizados».

Alguien dudó no de la capacidad intelectual de Lara para leerse «El Capital», sino de la originalidad marxista de la frase. En su foro interno, consideró que era muy raro que Marx utilizara las palabras tecnología y nacionalización como instrumentos materiales del advenimiento de la dictadura del proletariado. Así que se preguntó de qué cueva habría salido semejante fragmento digno de Nostradamus. Y ya puestos, hasta la pudo decir Montoro, ese socavón mental económico del PP. Pero, no. La respuesta la encontró en Internet. En Malaprensa.com. Aquí, además de negar a Marx su profetismo, se sostiene que la cita venía llenando desde hace tiempo una página satírica americana titulada «News Mutiny».

Descubierto el enredo, Lara pidió disculpas. Pero quien le preparó el texto con cita incluida no se dio por vencido ni convencido. Así que se puso a rastrear, esta vez sí, en el libro de Marx. Y encontró, si no la frase textual, sí, una que se le parecía una enormidad. O eso creyó él. Exactamente, la pilló en el volumen III, capitulo XXX, que dice: «En un sistema de producción en que toda trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente y sólo se admiten los pagos al contado, tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero (…). Al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón».

De este modo, Lara pudo contrarrestar su metedura de cita que soltó al Comité Central, digo, Consejo Político, y dijo a la prensa: «Puede que Marx no lo dijera, pero seguro que lo pensó». Y es que, como decía el poeta: todos tropezamos dos veces en la misma piedra, excepto los marxistas-leninistas, que lo hacen las veces que haga falta.

Hablando de Lenin, recordaré que el presidente de la Generalitat, el socialista Montilla, en el debate sobre financiación, sostuvo «hemos dado un paso atrás y dos adelante». Seguro que el hombre consideró que estaba recordando una sutil táctica de Lenin, como si éste hubiera dicho alguna vez dicha frase. Lo que dijo Lenin fue todo lo contrario: «Un paso adelante, y dos pasos atrás», que es cosa bien diferente. Por cierto, es el título de un opúsculo escrito en 1904, en el que se analiza cómo se había aprobado una tesis suya sobre el carácter del militante -un paso adelante-, pero había perdido el control sobre la revista teórica Iskra por él fundada -dos pasos atrás-. O sea, que había perdido terreno.

Lenin reconocía su error y su fracaso. Cosa que no parecen hacer quienes, después de visto, no reconocen sus meteduras de citas erróneas.

Publicado por Gara-k argitaratua