Los frenos europeos al desarrollo del coche eléctrico (y II)

Juanjo_Gabina

Las políticas europeas sobre el sector transporte —en especial, las que guardan relación con la lucha contra el Cambio Climático— son un auténtico disparate. En efecto, tal como se han concebido estas políticas, lo que de verdad significan es que, a medida que los vehículos eléctricos se vendan más, también se venderán más vehículos de motor de combustión interna y se consumirá más combustible fósil —como son la gasolina y el gasóleo— y, en consecuencia, se emitirá un mayor número de toneladas de CO2 a la atmósfera.

Otra crítica importante del informe de T&E a estas políticas de transporte se refiere al hecho de que se considera que los coches eléctricos son vehículos con ‘cero emisiones’, a pesar de que la electricidad que consuman pueda provenir de centrales térmicas de carbón o de gas que, como bien sabemos, expulsan a la atmósfera enormes cantidades de CO2 —en especial, las centrales térmicas de carbón.

Entre sus recomendaciones, el informe plantea cómo evitar el que se sigan produciendo frenos y barreras a la introducción del coche eléctrico en una Europa tan dependiente de las importaciones de petróleo. El informe aconseja que, para el año 2020, las normas de emisiones de CO2 para los automóviles deberían apretarse hasta 80gr/km, por lo menos. Igualmente, tanto los ‘supercredits’ como la consideración de vehículos de ‘cero emisiones’ a los coches eléctricos deberían quedar abolidos.

A su vez, y durante la década de los 2010, deberíamos ser mucho más ambiciosos, porque las tecnologías así lo permiten, para perseguir con las políticas de la UE que el sector europeo de la energía se descarbonizara por completo, eliminando así gran parte de las importaciones de petróleo. Finalmente, y en consecuencia, en el informe de T&E también se solicita que se mida la cantidad y la calidad de la electricidad —máxima calidad si las fuentes son energías renovables— que se utiliza para alimentar los coches eléctricos.

Según Jos Dings, el hidrógeno, los biocombustibles y el actual interés que se tiene por los coches eléctricos están quedando en nada por razones diferentes. Son razones que tienen en común el hecho de que nuestros políticos están totalmente equivocados al centrar exclusivamente sus políticas en obligar a los fabricantes de automóviles a mejorar los niveles de eficiencia en el uso de combustibles continuando con la fabricación mayoritaria de coches convencionales de combustión interna.

Se olvidan, interesadamente, de que otro futuro es posible sin necesidad de tener que contar con la fabricación de coches convencionales que utilizan motores de gasolina o de gasóleo. Se olvidan, interesadamente, de que, en un plazo de 15 años, es posible sustituir todos los coches actuales que utilizan motores térmicos por coches eléctricos y eso es hacer trampa.

Con un transporte que consume dos tercios del petróleo que usamos y que es responsable del 28% de las emisiones de CO2 en Europa sería criminal e irresponsable permitir que el potencial que tienen los coches eléctricos pudiera ser desperdiciado por culpa de las malas políticas que elaboran, aprueban e impulsan los actuales responsables políticos de la UE —Estados miembros y Regiones incluidos.

Obviamente, la salida más lógica y sensata sería la de apostar, desde ya, por el despliegue masivo del coche eléctrico. Sin embargo, salvo en el caso de Dinamarca, y probablemente en el de Holanda, el resto de los países europeos aplica unas políticas muy tibias y modestas —unos países más que otros— que son del todo injustificables, en lo que a promoción del coche eléctrico se refiere.

Los lobbies del sector de la energía —en especial, el del petróleo, aunque también el de la electricidad que no quiere invertir en redes eléctricas inteligentes— y el lobby del sector de la automóvil —a excepción de Renault y Nissan— intentan frenar la introducción masiva del coche eléctrico como sea. El llamado conflicto de intereses es terrible. Parece una verdadera guerra fría entre el futuro sostenible y el pasado insostenible. En definitiva, para las nuevas generaciones: una guerra entre el bien y el mal.

Son los intereses creados de estas empresas oligopolistas que se enfrentan al interés general que representa el despliegue masivo del coche eléctrico. Lo hacen para defender sus injustos privilegios. Por desgracia, y en general, nuestra clase política está demostrando que no tiene agallas suficientes como para enfrentarse a estos lobbies.

Sin voluntad política es imposible ganar esta batalla. En consecuencia, es necesario presionar a los políticos. Para ello, la sociedad civil ha de movilizarse cuanto antes e impulsar alternativas que planteen la eliminación rápida del consumo de combustible fósiles en el sector transporte. El despliegue masivo del coche eléctrico es gran parte de la solución.

Sin embargo, y al mismo tiempo, también deberá eliminarse la corrupción política imperante que tanto daño está haciendo a la construcción de nuestro futuro sostenible. De nuestro compromiso, determinación y lucha depende todo lo que las próximas generaciones podrán disfrutar o no del mundo en el que vivan. De nosotros depende. El arte de la política no es otra cosa que la de preparar el futuro. En nuestro caso, dado el agotamiento de los recursos, el calentamiento global y el aumento de la población mundial, hablamos de un futuro sostenible, por supuesto.

Publicado por Nabarralde-k argitaratua