La lucha de Trebiño por depender de Álava se desinfla por la pasividad institucional

Vecinos dicen que un referéndum sería «absurdo» al disfrutar ya de servicios vascos

La mayoría asegura haber logrado una buena calidad de vida, en parte, porque están empadronados en Vitoria

El 8 de marzo de 1998 cientos de vecinos de Trebiño acudieron a las urnas para reivindicar su derecho a decidir sobre la anexión a Álava. Doce años después, la pasividad institucional ha hecho que la mayoría de los habitantes haya decidido tirar la toalla. Si bien su sentimiento de pertenencia al territorio permanece inalterable, consideran «absurdo» seguir luchando por separarse de Castilla y León.

Incluso los más veteranos, aquéllos que en los años 80 promovieron una verdadera campaña a favor de esta segregación, creen que el referéndum no fue más que «una enseñanza vital» que les quedó a los pueblos del condado para demostrar que estaban unidos por un interés común: pasar a depender de la Comunidad Autónoma Vasca.

Hoy coinciden en que el debate ha pasado de moda. Hace tiempo que no se acerca ningún periodista a los pueblos de la zona para conocer su opinión al respecto, y lo ven mejor así. «Estamos aburridos ya», asegura Jesús Villapún, uno de los pocos vecinos que queda nacido en La Puebla de Arganzón. Con el tiempo han conseguido encontrar un equilibrio entre los dos territorios, Burgos y Álava. Pagan los impuestos al primero pero se favorecen principalmente de los servicios del segundo. «Disfrutamos de Osakidetza mejor que los propios vitorianos, entre otras cosas porque pagamos menos; tenemos las puertas de Álava abiertas «, añade Villapún.

Carolina Cerviño y Alfonso Soto son una joven pareja que hace cinco años instaló su lugar de residencia en Villanueba de la Oca. En junio ella será madre por primera vez y ayer se acercó al Consistorio de La Puebla para informarse de los trámites que tiene que seguir antes de dar a luz. «En Txagorritxu, supongo», pregunta la persona desde el otro lado del mostrador. «Sí, claro», responde Carolina. Los habitantes del condado hacen el día a día como un alavés más, ya lo tienen asumido. «El referéndum no serviría para nada, no vale la pena seguir luchando», asegura ella.

Sin embargo vivir a caballo entre dos territorios tiene también sus inconvenientes. Alfonso, su pareja, se ha pasado un año intentando hacer la declaración de la Renta. «Cada vez que voy a Burgos me piden un papel diferente, estamos hartos ya», asegura el futuro padre.

El tema de impuestos les trae a todos ellos de cabeza; de hecho es para lo único que toman la N-I en sentido Sur. La gran mayoría, el 90% de los habitantes del condado, hace su vida en Vitoria. Es el caso de Jorge Guede, antiguo vecino de la capital alavesa, que un día descubrió la casa de sus sueños en el pueblo de Trebiño y se quedó a vivir allí. La decisión le aportó «calidad de vida», aunque a la larga le resulte más caro, ya que supone disponer de dos coches, una para él y otro para su mujer, que tienen que viajar a Vitoria todos los días. Por lo demás, asegura que tiene una vida mucho más cómoda. «Aquí no tenemos policía municipal, tan sólo Guardia Civil, por lo que puedes dejar el coche donde te da la gana», bromea. Ahora la duda es saber dónde escolarizar a su hijo Eder, aunque probablemente acuda a Vitoria también.

La educación es, de hecho, uno de los servicios que más sufre las consecuencias de estar a columpio entre dos administraciones. La Puebla de Arganzón cuenta con su propia ikastola, que es privada, y en la que están matriculados un total de 35 niños de hasta seis años. El centro recibe subvenciones por parte del Gobierno Vasco, que incluso corre con los gastos de los libros de texto, sin embargo la Junta de Castilla y León no ve apropiado que la ikastola disfrute de esta fuente de ingresos y ha recurrido. «Ahora nos encontramos en pleno trámite para dar de alta a nuestras aulas en Burgos y que nos faciliten ellos las ayudas», explica Saioa Urizar, directora del centro.

Sin embargo, los ingresos no son suficientes, ni siquiera los que recaudan a través de las cuotas que pagan los padres, por lo que la ikastola se encuentra en una lucha permanente por salir adelante. En este sentido, las familias de Trebiño demandan un centro público donde poder en estudiar en euskera, algo que bajo el paraguas del Gobierno de Castilla y León resulta complicado. A falta de este servicio son muchos los que como Jorge han decidido empadronar a sus hijos en Vitoria. Se trata de una maniobra habitual en el condado. Maite Villarroya, otra vecina de Trebiño, también lo hizo para poder ingresar a sus padres, ya fallecidos, en una residencia de ancianos. En vista de la situación, insisten en que no queda otra alternativa. «Estamos deseando ser Álava, pero seguimos en medio y para mal», apunta su amiga Txaro Alonso.

Con el tiempo los trebiñeses se han cansado de predicar. Coinciden en que un referéndum diría sí a la anexión con Álava, pero entre tanto han aprendido a vivir «en tierra de nadie» con una calidad de vida que muchos quisieran.

 

Publicado por Noticias de Alava-k argitaratua