La Fábrica de Papel de Atarrabia-Villava

Aunque ya se conocía desde el siglo XIII la existencia de bataneros en Villava, como así lo recoge su Estatuto en 1254, no es hasta 1544 cuando se arregló y  transformó el viejo molino harinero de Villava, en batán trapero. Este molino pertenecía a la Colegiata de Roncesvalles y estaba situado en la orilla derecha del río Ultzama, unos 100 metros aguas abajo del puente y de la ermita de la Trinidad, aprovechando una pequeña presa natural. Para los villaveses este molino era considerado como “extranjero”, ya que para su utilización en la molienda del grano debían pagar un determinado canon. Por ese motivo construyeron su propio molino aprovechando el agua en este caso del río Arga: el molino de San Andrés. Esta competitividad hizo que, a partir de 1544 el batán se dedicara en exclusiva al bataneo de paños. Durante los siguientes tres siglos contó con distintos arrendatarios y muchas vicisitudes pero  siempre en propiedad de la Colegiata de Roncesvalles. La crisis pañera de comienzos de siglo XIX y la francesada obligó a sus propietarios a acometer una importante reforma de las instalaciones en 1818. Poco después, las medidas desamortizadoras del ministro de hacienda Mendizábal desalojaron a los monjes de las instalaciones, saliendo las mismas a subasta pública en 1843 por el precio tasado de 115.197 reales de vellón.

En aquellos años, la familia Ribed era promotora de las principales sociedades creadas para la construcción de caminos y carreteras en Navarra. Participaban en las empresas ejecutoras del camino de Vitoria, de la carretera a Francia por Baztán y en la compañía para la construcción del camino de Roncesvalles. Por otra parte, los Ribed también contaban con antecedentes en la producción de papel. Antonio Ribed Beguería, natural de Uncastillo (Zaragoza) había tenido arrendado el molino de papel del Hospital General de Pamplona en Errotazar durante el último cuarto del siglo XVIII. En este contexto, fue la burguesa familia pamplonesa la adjudicataria de la subasta del batán de Villava tras la desamortización. En 1846 Bernardina Piedramillera, viuda de Francisco Ribed, nieto de Antonio, y sus hijos Juan Pablo y Benito, constituyeron la Sociedad Colectiva “Viuda de Ribed e hijos” con objeto de instalar una fábrica mecánica de papel continuo. Para ello iban a aprovechar las instalaciones del viejo molino trapero de Atarrabia.(Fig.1)

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Fig.1 Membrete de la primera sociedad.Colección H.Astibia

La fábrica, de nueva planta, se construyó entre 1846 y 1847 contando los Ribed como socios con los franceses Juan Conte Grandchamp y Ernest Lapeyre residentes en Tolosa en donde ya en 1847 se habían instalado dos factorías con máquinas continuas. Estos colaboradores contaban con experiencia y eran conocedores de las últimas técnicas en la industria del papel, lo que ayudó a la creación del establecimiento navarro. La fábrica adoptó desde el primer momento el sistema continuo de fabricación mediante una máquina Fourdrinier. Para la obtención de la energía necesaria se aprovechó el salto natural en el río Ultzama haciendo una represa de sillería unos metros aguas arriba y elevando así el canal suministrador del batán. (fig.2) Durante los primeros años la materia prima empleada para conseguir la pasta de papel eran exclusivamente los trapos de  lino, cáñamo y algodón. Debidamente troceados y bataneados eran después tratados con productos químicos como sosa, cloruros y alumbre hasta reducirlos a pasta de celulosa. Buscando alternativas al trapo, se intentó hacer pasta con paja y con esparto. Así, en 1872, se constituyó otra sociedad, “Ribed y Cía”, por Pedro Ribed, hijo de Benito y su cuñado francés J. Petit de Merville, que compraron terrenos para producir esparto. Sin embargo, los gastos de producción y transformación del esparto eran elevados y su rentabilidad menor. De esta forma, pronto se abandonó el esparto para probar con madera, como ya se estaba haciendo en muchas factorías europeas. En el propio edificio del batán se instalaron una desfibradora tipo Vöelter, tres máquinas de desleimiento de fibras de celulosa y una planta de secado. Desde allí un pequeño ferrocarril llevaba la pasta hasta las naves en donde se instalaron las máquinas de papel continuo y de pintado a donde también llegaba el agua a través de un acueducto de 300 metros. Hasta ese momento, el sistema continuo de fabricación de papel no se conocía en Navarra y la fábrica de Villava y la de Sarriá de Ter en Cataluña fueron las primeras en utilizar la madera como materia prima, en la península. Eran pues, instalaciones “modernas” y pioneras. El apropiado emplazamiento, con agua abundante y buenas comunicaciones, las importantes innovaciones tecnológicas y la buena preparación de sus promotores, hicieron que la empresa tuviera unos años de gran prosperidad, llegando a tener más de 100 empleados. Como curiosidad, cuenta Juan Mañé y Flaquer que su famosa obra “El oasis. Viaje al País de los Fueros” fue imprimida en 1880 con resmas de papel fabricado en Villava.

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Fig 2.El batán, la presa y la Ermita de la Trinidad. Foto Archivo Municipal de Villava

Durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) la fábrica de Villava sufrió al menos dos voraces incendios, con importantes pérdidas que endeudaron de forma importante a la empresa. En 1881 y a la búsqueda de nuevo capital, la sociedad familiar de los Ribed se convirtió en anónima. Así nació la sociedad “La Navarra S.A.”, con 32 socios, un capital social de 900.000 pesetas y Pedro Ribed, que llegó a ser diputado foral, como accionista principal. (Fig.3) Tras otro importante incendio en 1884 se procedió a la reconstrucción de las instalaciones devastadas y a efectuar algunas mejoras en el sistema productivo, mediante cocción de la madera, en un intento de conseguir una pasta de celulosa más pura.

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Fig.3 JP Ribed. Gran Enciclopedia Navarra

La madera utilizada para la fabricación de pasta, fundamentalmente abeto y abedul, debía importarse desde Noruega, ya que las coníferas de la zona resultaban duras y excesivamente resinosas. Esto incrementaba de forma notable el coste del producto por lo que se hizo prueba con los abetos de los montes de Irati, descubriéndose que su madera era perfectamente apta para conseguir una buena pasta de celulosa. Por ello la sociedad “La Navarra” pensó en montar una fábrica de pasta en las cercanías del bosque de Irati. Tras ganar una nueva subasta pública de una antigua fábrica de hierro desamortizada por el Estado, construyó una fábrica de pasta de papel en el barrio  Olaldea de Orotz Betelu  aprovechando en parte, sus viejas instalaciones. De esta fábrica de Olaldea hablaremos en otro capítulo de la serie.

En 1900 con el ingreso de nuevos socios, la sociedad La Navarra se transformó en “Papelera Navarra S.A.”, con un capital de 1,3 millones de pesetas y sus dos importantes instalaciones en Villava y Orotz-Betelu. También en esos años se estaba desarrollando la producción de energía eléctrica, transformada de la hidráulica mediante turbinas o mediante máquinas de vapor. La recién constituida “Electra Irati”, con importante participación del ilustre ingeniero villavés Serapio Huici también uno de los mayores accionistas de Papelera, se comprometía a suministrar 320 caballos de energía procedentes de su central de Orotz-Betelu. El complejo papelero de Villava fue una de las primeras industrias en contar con electricidad, tanto para movimiento de la maquinaria como para iluminación lo que propiciaba la posibilidad de trabajo nocturno. Los excedentes suministrarían, además, energía a la villa para su alumbrado. (Fig. 4)

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Fig.4 Las instalaciones a principios del siglo XX. Archivo Municipal de Villava

El desarrollo de las artes gráficas y la expansión de la prensa periódica de finales del siglo XIX fueron las bases de un crecimiento grande, aunque desordenado, en la industria papelera. Las previsiones de un rápido crecimiento en el consumo de papel habían conducido a la multiplicación de instalaciones, especialmente entre los años 1890 y 1894. A comienzos de siglo XX había en el estado doscientas fábricas papeleras, todas ellas pequeñas y con importante dispersión geográfica. Sin embargo, la demanda interior no creció lo esperado, se perdió el mercado colonial y aumentaron los precios de las pastas importadas. Estas razones de mercado, unidas a la diversidad excesiva en los tipos de papel producidos y a la utilización inadecuada de la maquinaria, pusieron en dificultades importantes a muchas fábricas.

Fue Nicolás Mª Urgoiti, ingeniero y director gerente de la fábrica papelera del Cadagua en Bizkaia, el que se dio cuenta que su empresa poseía las mismas máquinas y producía los mismos tipos de papel que otras fábricas cercanas (Errenteria, Tolosa, Arrigorriaga, Atarrabia, Orotz-Betelu), sin que hubiera mercado suficiente para todas. Urgoiti promovió los correspondientes estudios de mercado y reuniones de las juntas de accionistas de las diversas empresas y el 25 de Diciembre de 1901 se firmó en Villava el acuerdo de fusión, naciendo así “La Papelera Española”, en la cual se integraron once fábricas, la mayoría vascas. (Fig.5)

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Fig.5 La Papelera Española. Sus fábricas y almacenes.Colección H.Astibia

Los dos elementos clave de la estrategia de Nicolás Urgoiti en lo referido a la estructura interna de la empresa fueron la especialización y la integración vertical. Cada máquina fue destinada a la elaboración de un solo producto, con la finalidad de evitar los fuertes costes que ocasionaban los cambios de serie. Este proyecto obligó a desarrollar un ambicioso programa de reformas y a realizar importantes inversiones, dados los problemas estructurales de algunas fábricas. El proceso de concentración fue, por tanto, una de las principales líneas estratégicas de Papelera Española. Algunas instalaciones debían cerrarse, mientras se potenciaban otras mejor situadas. Esto se hizo aún más patente cuando en 1914 se creó una entidad llamada “Central Papelera” agrupando a las principales fábricas guipuzcoanas y algunos fabricantes catalanes, además de las factorías de Papelera Española. La producción y comercialización de determinadas clases de papel (impresión, satinados y embalaje) quedaba centralizada y bajo control del consorcio. Para 1915 la Central Papelera controlaba más del 70% de la producción total de papel del estado, fijaba los precios y distribuía los pedidos en función de unos cupos para cada fábrica. Al margen de evitar la competencia, esta política de control iba dirigida a promover la especialización y la mejora de la productividad. El ajuste del exceso de capacidad debía realizarse mediante la generalización del descanso dominical y el cierre indemnizado de las fábricas poco productivas llegando así en 1914 el cierre definitivo de la factoría de Olaldea.

El fuego que ya había causado grandes daños en varias ocasiones en el último tercio del siglo XIX se cebó con la papelera de Atarrabia. Durante las fiestas de 1907 y probablemente por culpa de un cohete un terrible incendio destruyó prácticamente la factoría causando además la muerte de un joven obrero en las labores de extinción. Esto supuso una gran pérdida  económica para una instalación cuya viabilidad ya estaba cuestionada. Antonio Doria que dirigía la fábrica tuvo una gran visión de futuro y ante el previsible cierre  buscó la especialización en la fabricación de bolsas a mano con los sobrantes del papel. Así nacía el 9 de marzo de 1909 “Gran Manufactura de Bolsas Onena”. Tras unos años de transición, a partir de 1922 en Atarrabia ya no se trabajaba más que en bolsas y sacos de embalaje lo que supuso la pérdida de unos 200 puestos de trabajo. Sin embargo, rebautizada como “Onena S.L” en 1929 ya copaba el 70 % del mercado nacional de estos productos. (Fig.6)

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Fig.6 Membrete de Onena en 1927.

En 1941 dejó de depender de Papelera Española y se procedió a una amplia reforma de las instalaciones. (Fig.7) Los años 60 y 70 fueron años brillantes contando con hasta 750 trabajadores y siendo empresa líder en el sector. Ahí se inició el declive progresivo, que terminó en suspensión de pagos en 1981, la venta a Viatech una multinacional americana en 1988, la fusión con Ingosa en 1993 y finalmente el cierre de las instalaciones de Atarrabia en 1994. Ingosa llevó su fábrica a Ibiricu y hoy día, nuevamente llamada “Onena Bolsas de Papel S.A.” y con buena parte del capital del Gobierno de Navarra está consolidada en el sector y es una de las empresas más antiguas de Navarra.

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Fig.7 La fábrica en los años cuarenta AMV

Quedan como testimonio de aquellas grandes instalaciones la hermosa chimenea de piedra, recién restaurada, (fig.8) el batán trapero también arreglado, la presa sobre el río Ultzama y un pequeño tramo del acueducto que unía el batán con el resto de las instalaciones. Una buena parte de los terrenos se han convertido en parque, dedicado a la familia Ribed y que sirve de espacio de ocio y descanso a los villaveses, que pasaron de traperos a papeleros como así lo muestra en la actualidad otra gran empresa del sector ubicada en la localidad.

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Fig.8 La primitiva chimenea de piedra restaurada.Foto VME

Bibliografía básica:

  • Miranda F. Balduz J. y Serrano  F. (2007) Atarrabia zortzi mendeko historia.Villava ocho siglos de historia. Ed. Atarrabiako Udala.
  • Alegría D. (2006) Molino y batán de Villava-Atarrabia. Nueve siglos de historia. Ed. Consorcio Parque Fluvial Comarca Pamplona.
  • Egia V.M. (2011) Orotz Betelu y Olaldea, una historia industrial a orillas del Irati. Ed. Nabarralde.
  • Altadill J. (1913) Geografía General del País Vasco-Navarro. Carreras-Candi. Ed. A. Martin.