La Tejería de Mendillorri y su chimenea

Durante muchos años, la fabricación de teja para la cubierta de viviendas y otros edificios ha sido una actividad habitualmente artesanal, consistente en moldear y cortar la arcilla humedecida para luego secarla durante horas al sol. Finalmente debía cocerse en pequeños hornos, de la misma forma que los ladrillos y conseguir así su característica textura e impermeabilidad. En cada pueblo o población había algún artesano que fabricaba las tejas y ladrillos para su uso personal o de sus vecinos cercanos.

A mediados del siglo XIX con el incipiente desarrollo industrial de Nafarroa, la fabricación de tejas se fue concentrando en determinados lugares, apareciendo, especialmente en las grandes poblaciones, tejerías más grandes y con mayor capacidad de producción. Además la utilización de moldes permitía la producción en serie de piezas exactamente iguales en forma y tamaño. Es entonces, cuando comenzó a fabricarse la teja plana, que rápidamente iba a competir  en cantidad y calidad con la, hasta entonces común y habitual, teja árabe curvada. Y no solo tejas, sino que la capacidad de producción de grandes cantidades de ladrillos, huecos, macizos y de distintos tamaños o formas, iba a consolidar el uso de este material en la construcción de edificios. En esa época se crearon grandes tejerías en Olite, Tafalla, Altsasu y la más importante en Iruñea, la “Gran Tejería Mecánica Pamplonesa” de Buztintxuri, fundada en 1880, que fue una de las fábricas que más contribuyeron al primer desarrollo industrial de la ciudad y de la que ya hablamos en un reportaje previo.

La Pamplona de principios del siglo XX tenía ya un importante crecimiento poblacional pero estaba constreñida dentro del recinto amurallado por la ordenanza militar que prohibía la construcción extramural en las llamadas zonas polémicas. El debate sobre la necesidad de salir del recinto amurallado y los distintos proyectos de construcción del II Ensanche crearon muchas expectativas a constructores y productores de materiales de construcción. En este contexto, en enero de 1913 se iba a formar la sociedad anónima Nueva Tejería Mecánica de Industriales por un grupo de inversores de la ciudad, entre otros Andrés Gorricho, Diego Mina o Secundino Erroz. El consejo de administración iba a quedar presidido por el lerinés Gorricho, que había sido el principal promotor. Conocido maestro de canteros y contratista de obras, era uno de los principales suministradores de adoquines, procedentes de las canteras de Ezkaba, para las calles de Iruñea. Con un capital inicial de 180.000 pesetas, el objeto de dicha sociedad era la fabricación de tejas y ladrillos. En otoño de ese mismo año comenzaron los trabajos de construcción de una planta en terrenos pertenecientes al valle de Egues, muy cerca de los depósitos de Mendillorri desde donde se suministraba, y aún se sigue haciendo, agua a la capital. También muy cerca de la fábrica se encontraba la fuente de la Teja, cuyo nombre, junto con la riqueza de margas arcillosas del terreno, hace pensar en la existencia anterior de alguna pequeña tejería en la zona. En el cercano término de Lezkairu hay catalogado, además, un pequeño yacimiento de restos cerámicos pertenecientes a la Edad del Hierro (Fig.1).

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Fig. 1 La Tejería de Mendillorri en 1950. Foto: Col. Arazuri. Archivo Municipal de Pamplona

El ferrocarril eléctrico de El Irati había sido recientemente inaugurado y en su camino hacia Burlada pasaba relativamente cerca de la nueva tejería, por la zona de Beloso alto. Con el ánimo de poder utilizarlo para el transporte de materiales, Gorricho como presidente de la sociedad, solicitó al ayuntamiento de Iruñea que “una brigada de obreros de los destinados a trabajos de invierno se destinara a rebajar la cuesta existente entre la carretera de Francia y su factoría”. Poco después, se le concedería por el Ministerio de Guerra la autorización para tender una vía Decauville, pequeño ferrocarril de ancho de vía de 80 cm, con el fin de acercar sus productos y materiales a la línea de El Irati.

En la nave central de la factoría se instaló una doble galería de hornos de obra, tipo Hoffman, para el cocido de las piezas. El horno, diseñado por el ingeniero alemán Friedrich Hoffman en 1858, revolucionó la producción de ladrillos y tejas en serie y se generalizó en las tejerías europeas a principios del siglo XX. A grandes rasgos, el principio de cocción de este horno consiste en el hecho de que el fuego se propaga de una forma continua de una cámara a otra, de modo que el calor generado en una cámara es aprovechado en la cocción que va a realizarse en la siguiente, efectuándose de forma sucesiva la carga de material crudo y la descarga de los productos cocidos, al poseer cada cámara una puerta exterior independiente. El canal de combustión y la cámara de humos se comunican por medio de conductos subterráneos, cerrados a partir de válvulas. Los humos se concentran en la cámara colectora y desde aquí se desalojan a través de la chimenea que se sitúa en el exterior, en el caso de Mendillorri junto al extremo norte de la nave, la cual permite, asimismo, la entrada de aire necesaria para la combustión. Justo en el otro extremo estaban los depósitos de arcilla blanca, roja y el de carbón para alimentar los hornos. A ambos lados del edificio central se encontraban los secaderos, la vivienda del encargado, oficinas etc. Con Miguel Echarri como administrador gerente, la tejería comenzó a producir en la primavera de 1914, “tejas planas y de canal, ladrillos macizos y huecos, tubos de cerámica y todo lo concerniente al ramo de construcciones realizado con excelentes arcillas de nuestra propiedad y con gran esmero en al elaboración” (así decían sus anuncios en prensa) (Fig. 2).

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Fig. 2 La tejería desde la carretera de acceso a los depósitos de agua de Mendillorri en 1922. Foto: Azpiroz. Col. Arazuri AMP

Sin embargo, el levantamiento del veto militar, el derribo de la muralla y la construcción del ensanche iban a retrasarse hasta la segunda década del siglo. Probablemente este retraso fuera el causante de que la sociedad se disolviera en 1917 por falta de demanda y la fábrica se paralizara. Tras la liquidación, Andrés Gorricho quedó dueño de todos los bienes y cuando en los primeros años veinte comenzó el boom de la construcción en el nuevo ensanche, buscó nuevos socios para retomar la actividad de la tejería, y los encontró en un industrial del ramo de Legazpi. Pedro Regalado Segura y Altube poseía desde finales del XIX una gran tejería y una fábrica de cartuchos de caza en la localidad guipuzkoana. Él aportaría un 60 % del capital y su hijo Ubaldo un 10% más, a la nueva sociedad creada. La factoría de Mendillorri pasó a titularse, a partir de 1921, Tejería Mecánica Segura, Gorricho y Cía, con los Segura de Legazpi, padre e hijo, como accionistas mayoritarios (Fig.3). Una cláusula de la escritura les permitía continuar con  la actividad en su tejería de Legazpi. El domicilio social de la empresa, estaba en el número 17 de la entonces Plaza de la República, hoy Plaza del Castillo y su administrador era Angel Aldave. Andrés Gorricho con una participación ya muy pequeña, se dedicó  casi en exclusividad a su actividad como constructor. En los primeros años del desarrollo del II Ensanche construyó unas novedosas viviendas, llamadas “casas baratas” por el tamaño y sencillez en la construcción de los pisos, en la calle Olite de Pamplona, viviendas todavía en uso. Tras la guerra del 36 abandona la participación en la tejería de Mendillorri y ya se dedica en exclusiva a la construcción, casi siempre de viviendas de bajo coste, siendo uno de los grandes artífices de la edificación del Barrio de la Txantrea, una de cuyas calles lleva su nombre. El legazpiarra Pedro Segura falleció, ya anciano, en 1936 y sus hijos heredaron sus negocios y posesiones. El resto de los accionistas, los hermanos Arrarás y el propio Gorricho les vendieron todas sus participaciones y a partir de 1944 todo el negocio quedó en manos de la familia Segura.

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Fig. 3 Anuncio en la Guía de Navarra de 1921.Saiz-Calderón

A partir de 1965, en sus últimos años de actividad, pasó a denominarse Tejería Mecánica de Jesús Segura e hijos SCR, bajo el nombre comercial de Cerámicas Segura. A pesar de las mejoras técnicas introducidas, incluyendo secaderos Keller o Fagioni, automatización etc. la tejería cesó su actividad a mediados de los años setenta del siglo XX (Fig. 4).

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Fig. 4   1961. La tejería delante de las recién construidas viviendas de la Diputación; detrás la clínica San Juan de Dios. Foto Col. Arazuri. AMP

En 1961 se había instalado muy cerca de la tejería, la fundición de Electroaceros que venía desde Etxabakoitz y hoy está aún en funcionamiento en el polígono Soltxate. Años después, se le uniría el taller de maquinaria agrícola de Astibia que desde principios de siglo había estado en el barrio de San Juan y pronto el gran almacén de materiales de hierro de Ochoa Lácar. En las cercanías del puente viejo de Burlada existía también un taller de marmolería y con la instalación de la gran panadería de Taberna, daba la impresión de que los terrenos de Mendillorri iban a convertirse en un nuevo polígono industrial. Nada más lejos de la realidad. La necesaria expansión urbana de Iruñea, en principio pensada para el después fracasado Plan Sur, terminó concretándose en la creación de la gran urbanización de Mendillorri. El nuevo Mendillorri, cuyos terrenos pertenecientes a Eguesibar se adscribirían años después al ayuntamiento de Iruñea, terminaría con la mayoría de estas instalaciones industriales que fueron desmanteladas y demolidas entre 1980 y 1990. Un decreto foral salvó a la chimenea  de la tejería del derribo. El terreno que había pertenecido a la misma, fue adquirido por la Diputación Foral de Navarra con la intención de construir una nueva Escuela de Magisterio. Esta finalmente no llegó a construirse y el solar se iba a convertir en zona verde y de accesos a la urbanización.

El paisaje, tantas veces representado e inmortalizado, paralizado de alguna forma mediante las artes plásticas, fotografía o pintura, es sin embargo un concepto dinámico. No sólo la acción del hombre sino la de otros muchos fenómenos, geológicos o climáticos, han sido capaces a lo largo de los siglos de hacer cambios sustanciales en un determinado paisaje. Una de las características más importantes de la revolución industrial y con ella la incorporación de tecnologías novedosas fue el impacto que esta tuvo sobre el territorio, configurando un nuevo tipo de paisaje, el paisaje industrial. A través de la construcción de diferentes infraestructuras, las propias fábricas y sus distintos elementos estructurales, o las creadas para el aprovechamiento de distintos elementos o recursos naturales, han ido generando un paisaje cambiante, distinto al previo (Fig. 5).

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Fig. 5  El rotundo cambio del paisaje de Mendillorri desde el aire. Ortofotos SITNA

Entre los elementos más destacados de estos “nuevos” paisajes industriales está la chimenea. Durante muchos años la chimenea ha sido un elemento indispensable en una gran mayoría de los conjuntos fabriles, en relación con su propia función, la expulsión de humos, vapores u otros elementos gaseosos al exterior de la fábrica. En un principio fue símbolo del desarrollo industrial y las chimeneas humeantes junto con los ferrocarriles son los dos elementos más constantes en toda la iconografía industrial. A pesar de que a partir de la segunda mitad del siglo XX, con la aparición de los movimientos de defensa del medioambiente, la chimenea ha tenido connotaciones negativas como hito y muestra de la contaminación producida por el hombre, no cabe duda que ha terminado siendo el elemento simbólico más representativo del hecho industrial. Además, debido a su altura, son elementos de gran potencia visual que por ello han sido utilizadas, desde la lejanía, como puntos referenciales de un determinado lugar. También, especialmente las construidas en ladrillo, ya sean cilíndricas, cuadradas, octogonales o incluso espirales, mantienen una estética y un estilo constructivo bastante uniforme y desde luego, para muchos, no exento de belleza.

Hoy día que tanto se habla de la reutilización para otros usos de edificios y construcciones, industriales o de otros tipos, las chimeneas tienen la pega de que difícilmente pueden reutilizarse para ninguna otra función de la que fueron concebidas. A pesar del importante desarrollo del estudio y defensa del patrimonio industrial de los últimos años, es todavía frecuente, casi la norma, el derribo de cientos de edificios industriales, algunos de ellos reutilizables, otros susceptibles de conservación por su valor arquitectónico, estético o histórico. Sin embargo, también sigue siendo bastante habitual la conservación, casi exclusiva, de la chimenea del conjunto fabril afectado. Aunque casi nunca esté contemplado de forma específica en las distintas legislaciones al respecto, su reconocido valor simbólico termina ganando la partida. De esta forma, muchas chimeneas se conservan como elementos únicos, descontextualizados en el tiempo y en el espacio, y con demasiada frecuencia sin, ni siquiera contar, con una mínima información del cuándo y el porqué de su existencia (Fig. 6).

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Fig. 6 La chimenea en la actualidad. En primer término la nueva fuente de la Teja. Foto VME

Y así ocurre con la chimenea de la antigua tejería de Mendillorri. La misma se yergue solitaria en un espacio verde entre el laberinto de rotondas de acceso a la citada urbanización. Excepto las siglas N.T.M. (Nueva Tejería Mecánica) y 1914 (fecha de su construcción) que resaltan en su parte superior, ningún otro tipo de información señala su pasado e historia (Fig. 7).

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Fig. 7 Las siglas NTM y el año de construcción en lo alto de la chimenea. Foto VME

Mendillorri, como tantos otros lugares de la cuenca de Iruñea, pasó en pocos años de tener un paisaje agrícola a otro puramente urbano. En esa transición tuvo durante un tiempo las características del paisaje industrial. La hermosa chimenea de ladrillo, construida hace más de cien años, es el símbolo de ese pequeño espacio de su historia. Los pocos que correteamos durante nuestra infancia por sus alrededores lo recordamos bien. Para la gran mayoría de habitantes del actual barrio ese pasado es casi desconocido, sin embargo seguro que han aprendido a sentir la chimenea como algo propio, como algo emblemático; es… la chimenea de Mendillorri.