Ujué, el pueblo del trabuco

Una carta leída en la prensa de 1885, motivo de este capítulo.

Preludio.
Uno de los sobrenombres que los pueblos de la comarca dan a Uxue es el de «el pueblo del trabuco» que más que ser cosa cierta, entra dentro de esas «simpáticas» cantinelas peyorativas con que nos solemos obsequiar entre pueblos vecinos.

Pero algo de cierto hay en eso de «el pueblo del trabuco». Me lo ha hecho recordar una carta que leí en un numero del periódico Lauburu de 1885. Y me puse a repasar lo que fue aquella época:

Hacia diez años que había acabado la última guerra carlista. Ni Navarra ni las otras tres provincias habían conseguido recuperar el estatus perdido en 1839.

En Uxue había gente que había peleado en el bando carlista y  gente que se había alistado con  los peseteros, grupo armado propiciado por el Gobierno central y la Diputación para combatir a los carlistas.

En la prensa histórica de aquellos años hay referencias a varias muertes violentas ocurridas en nuestra villa. Podemos decir que al menos dos de ellas ocurrieron como ajuste de cuentas entre excombatientes de ambos bandos.

José María Iribarren cuenta en uno de sus libros (Entre Burlas y Chanzas, pagina 126) que terminada la segunda guerra civil se formó en Ujué un serio foco de criminalidad que tardó mucho en extinguirse ya que el  pueblo estaba lleno de matones y jácaros (fanfarrones) procedentes de las disueltas partidas liberales.

Y las bravuconadas de los fanfarrones, sobre todo si son los ganadores de una guerra, ya sabéis como sientan en los vencidos y qué puede ocurrir si además tener un arma de fuego era cosa más que frecuente.

Panorama social a finales del siglo XIX.
En muchos pueblos de Navarra estaba al rojo vivo el problema de los comunales vendidos por los ayuntamientos a  los pudientes de cada lugar.
A causa del descontento, en muchas localidades hubo incendios y sabotajes clandestinos contra  los bienes de los compradores del comunal y contra los de los cargos municipales que habían consentido las ventas.

La peste del cólera de 1885 castigó la población, la filoxera hizo estragos y acabó con los viñedos … la gente más humilde dependía de los jornales que a veces eran imposible de conseguir…

Por si fuera poco una nueva obligación había recaído sobre los navarros: la del servicio militar que era esquivado por los ricos comprando sustitutos para librarse.
Los que iban a la mili tenían que pasar años en el ejército y a veces eran enviados a Puerto Rico, Cuba y Filipinas para pelear contra los insurgentes de aquellas colonias. En los periódicos aparecen noticias de ujuetarras que desertaron o que fallecieron en  aquellas lejanas tierras…

La emigración en busca de mejor vida y mas seguro sustento iba en aumento sobre todo hacia los países recién independizados de América donde nadie les iba a perseguir por sus ideas o por ser prófugos del servicio militar español.
———-
La carta al director de el periódico Lau-Buru.
Un ujuetarra que vivía fuera mandó una impresionante carta al periódico pamplonés «Lauburu» titulada «El Ujué civilizado» donde se cuenta la trágica e incivilizada etapa que le había  tocado vivir a Uxue y el profundo cambio que se había dado en pocos años. Os la copio:

Lauburu  domingo 18 de octubre de 1885

El Ujué civilizado.

15 octubre de 1885.

Sr. Director del Lauburu.
Muy Sr mío: Principio por decir que los hijos y habitantes de Ujué, que no  se resientan por el título con que encabezo esta carta, pues no quiero con ello dar a entender que haya dejado de tener civilización como todo pueblo culto; pero no hallo término más adecuado para hacer una brevísima reseña de lo que fue y lo que es.

Me vanaglorio de ser hijo del mismo, y  de haber asistido durante mi niñez a su escuela donde recibí los primeros rudimentos de la instrucción.

Hoy sin embargo de que mi vecindad es otra, puedo decir que ya desapareció el Ujué de ayer, donde parecía que al entrar se cubría el cielo de nubes  y el sol se avergonzaba de prestarle su clarísima luz, a causa de que abundaban tanto los asesinatos como los robos y suicidios.

Todo era desolación, y causaba temor pisar los umbrales del infortunado Ujué. A todos infundía respeto hasta el hablar de esta desgraciada villa; y sus honrados habitantes, que siempre han sido muchos, estuvieron por largo espacio de años consternados.

Hoy, repito, ha desaparecido aquel Ujué  y el de ahora es muy diferente.

Al penetrar en esta tan infortunada villa como desgraciada  lo ha sido, siente uno todos los efectos contrarios.
Antes se veían en su mayor parte tanto en hombres como en mujeres rostros sombríos, y sus expresiones eran tan duras, que parecía querían demostrar estaban familiarizados con el crimen, y hoy solo se ven semblantes risueños, y su amabilidad excede a toda ponderación.

¿Cómo explicar tamaño cambio?

Muy fácilmente. Ujué posee un tesoro inestimable, y este es, la Virgen que en su magnífica Iglesia se venera bajo la advocación del nombre de la villa. Solamente María Santísima es la que ha podido hacerlo, para que hoy podamos todos sus hijos pronunciar con alegría «Ujué se ha civilizado».

En mi corta edad he visto desobedecer gravemente dentro del templo a los dignos sacerdotes, y no guardar la compostura debida: y hoy ¿Qué he visto? Todo lo contrario.

He visto y eso dice muchísimo en  pro de los habitantes de Ujué , respetar a los ministros de Dios según se merece; pero con tanta humildad, que basta que uno falte los más mínimo en el templo, para que un sacerdote le reprenda, y reconociendo su falta, reciba hasta con agrado la reprensión.

Este es el fruto que se recoge de la simiente sembrada por los incansables PP Franciscos del Convento de Olite que  tantas veces han dirigido la palabra divina a los fieles desde la Cátedra del Espíritu Santo, y este será sin duda el que se recogerá en adelante por la que hoy les dirigen los PP Artola y Cipriano de la Compañía de Jesús.

Aquí concluiría  esta carta que va haciéndose demasiado larga; pero no lo haré sin decir algo del sermón que ayer por la noche predicó el P Artola, y del que salimos todos conmovidos.

Tan admirablemente como acostumbra, hizo la descripción  del Juicio Final, que principió diciendo estas o parecidas palabras:

«El día que Dios nuestro Señor llame a Juicio, allá irán los asesinos y sus víctimas: allá irán los blasfemos y los que alaban a Dios: allá irán los adúlteros: allá irán los que profanan el día de fiesta y los que lo honran según se merece: allá irán los pobres y ricos: allá irán los escritores impíos y los que con sus obras defienden la Iglesia: allá, en fin, irán todos sin excepción.«

Continuó haciendo reseña de cuanto ha de suceder; pero con  tal unción, que sus palabras resonaban en los oídos de los oyentes como si fueran toques de terrible trompeta que nos ha de llamar.

De lo demás, Señor Director, puede que haya quien se encargue de comunicarlo porque yo me he hecho demasiado molesto.

Y ahora ¿Qué diréis? – Que tengo razón para encabezar estos renglones como lo he hecho y que Ujué está civilizado.

Si merecen ocupar un espacio en el periódico que con tanto acierto dirige, puede concedérselo, y por ello  le da las gracias anticipadas su aten.mo SS q.b.s.m.

AUXENCIO ARBONIES.

————————————

NOTA FINAL
Por aquellos años Ujué no era ni mejor ni peor que los demás pueblos de Navarra. Ni que decir tiene que aquellos años eran revueltos y todavía seguían abiertas las heridas de la pasada guerra carlista (1872-1875) en  la que los ejércitos españoles anduvieron entrando y saliendo de nuestra villa en numerosas ocasiones.
Los hechos de la misma guerra según quien fuera el relator, eran  heróicas acciones bélicas si las había cometido un bando y criminales actos de bandidaje si los autores eran del otro.

Habéis visto que en la carta que Auxencio Arboniés mandó al periódico Lauburu se dice que gracias a la predicación de franciscanos y jesuitas había desaparecido la criminalidad en nuestra villa.

No podemos decir  lo mismo tras consultar la prensa histórica de los años posteriores a la carta de don Auxencio.
En los periódicos de la época  y durante años, se siguieron publicando noticias de riñas, hurtos, incendios, asaltos en los caminos, robos de ganado, algún secuestro e incluso varias muertes violentas en Uxue.

Aun así tengo que decir que tal tipo de noticias sobre Ujué  no son las mas numerosas en  la prensa antigua del siglo XIX.
Las noticias mas habituales de los periódicos de entonces en cuarto al orden publico en nuestra villa son las relacionadas  con la represión de juegos prohibidos, furtivismo en la caza, accidentes con armas de fuego y las que dan cuenta de frecuentes requisas de cepos, redes, hurones, escopetas, trabucos, revólveres, pistolas, estoques, puñales, machetes, navajas y cuchillos por parte de la Guardia Civil.

http://ujue-uxue.blogspot.com.es/2013/11/ujue-ultimos-25-anos-del-siglo-xix.html?spref=fb

 

Una carta leída en la prensa de 1885, motivo de este capítulo.
Preludio.
Uno de los sobrenombres que los pueblos de la comarca dan a Uxue es el de «el pueblo del trabuco» que más que ser cosa cierta, entra dentro de esas «simpáticas» cantinelas peyorativas con que nos solemos obsequiar entre pueblos vecinos.

Pero algo de cierto hay en eso de «el pueblo del trabuco». Me lo ha hecho recordar una carta que leí en un numero del periódico Lauburu de 1885. Y me puse a repasar lo que fue aquella época:

Hacia diez años que había acabado la última guerra carlista. Ni Navarra ni las otras tres provincias habían conseguido recuperar el estatus perdido en 1839.

En Uxue había gente que había peleado en el bando carlista y  gente que se había alistado con  los peseteros, grupo armado propiciado por el Gobierno central y la Diputación para combatir a los carlistas.

En la prensa histórica de aquellos años hay referencias a varias muertes violentas ocurridas en nuestra villa. Podemos decir que al menos dos de ellas ocurrieron como ajuste de cuentas entre excombatientes de ambos bandos.

José María Iribarren cuenta en uno de sus libros (Entre Burlas y Chanzas, pagina 126) que terminada la segunda guerra civil se formó en Ujué un serio foco de criminalidad que tardó mucho en extinguirse ya que el  pueblo estaba lleno de matones y jácaros (fanfarrones) procedentes de las disueltas partidas liberales.

Y las bravuconadas de los fanfarrones, sobre todo si son los ganadores de una guerra, ya sabéis como sientan en los vencidos y qué puede ocurrir si además tener un arma de fuego era cosa más que frecuente.

 

 

Panorama social a finales del siglo XIX.
En muchos pueblos de Navarra estaba al rojo vivo el problema de los comunales vendidos por los ayuntamientos a  los pudientes de cada lugar.
A causa del descontento, en muchas localidades hubo incendios y sabotajes clandestinos contra  los bienes de los compradores del comunal y contra los de los cargos municipales que habían consentido las ventas.

La peste del cólera de 1885 castigó la población, la filoxera hizo estragos y acabó con los viñedos … la gente más humilde dependía de los jornales que a veces eran imposible de conseguir…

Por si fuera poco una nueva obligación había recaído sobre los navarros: la del servicio militar que era esquivado por los ricos comprando sustitutos para librarse.
Los que iban a la mili tenían que pasar años en el ejército y a veces eran enviados a Puerto Rico, Cuba y Filipinas para pelear contra los insurgentes de aquellas colonias. En los periódicos aparecen noticias de ujuetarras que desertaron o que fallecieron en  aquellas lejanas tierras…

La emigración en busca de mejor vida y mas seguro sustento iba en aumento sobre todo hacia los países recién independizados de América donde nadie les iba a perseguir por sus ideas o por ser prófugos del servicio militar español.
———-
La carta al director de el periódico Lau-Buru.
Un ujuetarra que vivía fuera mandó una impresionante carta al periódico pamplonés «Lauburu» titulada «El Ujué civilizado» donde se cuenta la trágica e incivilizada etapa que le había  tocado vivir a Uxue y el profundo cambio que se había dado en pocos años. Os la copio:

 

 

Lauburu  domingo 18 de octubre de 1885

El Ujué civilizado.

 

15 octubre de 1885.

Sr. Director del Lauburu.
Muy Sr mío: Principio por decir que los hijos y habitantes de Ujué, que no  se resientan por el título con que encabezo esta carta, pues no quiero con ello dar a entender que haya dejado de tener civilización como todo pueblo culto; pero no hallo término más adecuado para hacer una brevísima reseña de lo que fue y lo que es.

Me vanaglorio de ser hijo del mismo, y  de haber asistido durante mi niñez a su escuela donde recibí los primeros rudimentos de la instrucción.

Hoy sin embargo de que mi vecindad es otra, puedo decir que ya desapareció el Ujué de ayer, donde parecía que al entrar se cubría el cielo de nubes  y el sol se avergonzaba de prestarle su clarísima luz, a causa de que abundaban tanto los asesinatos como los robos y suicidios.

 

Todo era desolación, y causaba temor pisar los umbrales del infortunado Ujué. A todos infundía respeto hasta el hablar de esta desgraciada villa; y sus honrados habitantes, que siempre han sido muchos, estuvieron por largo espacio de años consternados.

 

Hoy, repito, ha desaparecido aquel Ujué  y el de ahora es muy diferente.

Al penetrar en esta tan infortunada villa como desgraciada  lo ha sido, siente uno todos los efectos contrarios.
Antes se veían en su mayor parte tanto en hombres como en mujeres rostros sombríos, y sus expresiones eran tan duras, que parecía querían demostrar estaban familiarizados con el crimen, y hoy solo se ven semblantes risueños, y su amabilidad excede a toda ponderación.

 

¿Cómo explicar tamaño cambio?

Muy fácilmente. Ujué posee un tesoro inestimable, y este es, la Virgen que en su magnífica Iglesia se venera bajo la advocación del nombre de la villa. Solamente María Santísima es la que ha podido hacerlo, para que hoy podamos todos sus hijos pronunciar con alegría «Ujué se ha civilizado».

En mi corta edad he visto desobedecer gravemente dentro del templo a los dignos sacerdotes, y no guardar la compostura debida: y hoy ¿Qué he visto? Todo lo contrario.

He visto y eso dice muchísimo en  pro de los habitantes de Ujué , respetar a los ministros de Dios según se merece; pero con tanta humildad, que basta que uno falte los más mínimo en el templo, para que un sacerdote le reprenda, y reconociendo su falta, reciba hasta con agrado la reprensión.

 

Este es el fruto que se recoge de la simiente sembrada por los incansables PP Franciscos del Convento de Olite que  tantas veces han dirigido la palabra divina a los fieles desde la Cátedra del Espíritu Santo, y este será sin duda el que se recogerá en adelante por la que hoy les dirigen los PP Artola y Cipriano de la Compañía de Jesús.

 

Aquí concluiría  esta carta que va haciéndose demasiado larga; pero no lo haré sin decir algo del sermón que ayer por la noche predicó el P Artola, y del que salimos todos conmovidos.

Tan admirablemente como acostumbra, hizo la descripción  del Juicio Final, que principió diciendo estas o parecidas palabras:

«El día que Dios nuestro Señor llame a Juicio, allá irán los asesinos y sus víctimas: allá irán los blasfemos y los que alaban a Dios: allá irán los adúlteros: allá irán los que profanan el día de fiesta y los que lo honran según se merece: allá irán los pobres y ricos: allá irán los escritores impíos y los que con sus obras defienden la Iglesia: allá, en fin, irán todos sin excepción.«

 

Continuó haciendo reseña de cuanto ha de suceder; pero con  tal unción, que sus palabras resonaban en los oídos de los oyentes como si fueran toques de terrible trompeta que nos ha de llamar.

De lo demás, Señor Director, puede que haya quien se encargue de comunicarlo porque yo me he hecho demasiado molesto.

Y ahora ¿Qué diréis? – Que tengo razón para encabezar estos renglones como lo he hecho y que Ujué está civilizado.

Si merecen ocupar un espacio en el periódico que con tanto acierto dirige, puede concedérselo, y por ello  le da las gracias anticipadas su aten.mo SS q.b.s.m.

AUXENCIO ARBONIES.

————————————

NOTA FINAL
Por aquellos años Ujué no era ni mejor ni peor que los demás pueblos de Navarra. Ni que decir tiene que aquellos años eran revueltos y todavía seguían abiertas las heridas de la pasada guerra carlista (1872-1875) en  la que los ejércitos españoles anduvieron entrando y saliendo de nuestra villa en numerosas ocasiones.
Los hechos de la misma guerra según quien fuera el relator, eran  heróicas acciones bélicas si las había cometido un bando y criminales actos de bandidaje si los autores eran del otro.

Habéis visto que en la carta que Auxencio Arboniés mandó al periódico Lauburu se dice que gracias a la predicación de franciscanos y jesuitas había desaparecido la criminalidad en nuestra villa.

No podemos decir  lo mismo tras consultar la prensa histórica de los años posteriores a la carta de don Auxencio.
En los periódicos de la época  y durante años, se siguieron publicando noticias de riñas, hurtos, incendios, asaltos en los caminos, robos de ganado, algún secuestro e incluso varias muertes violentas en Uxue.

Aun así tengo que decir que tal tipo de noticias sobre Ujué  no son las mas numerosas en  la prensa antigua del siglo XIX.
Las noticias mas habituales de los periódicos de entonces en cuarto al orden publico en nuestra villa son las relacionadas  con la represión de juegos prohibidos, furtivismo en la caza, accidentes con armas de fuego y las que dan cuenta de frecuentes requisas de cepos, redes, hurones, escopetas, trabucos, revólveres, pistolas, estoques, puñales, machetes, navajas y cuchillos por parte de la Guardia Civil.
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