A Nabarralde por primera vez

Hace tiempo que deseaba estrechar contactos con Nabarralde. La pereza, falta de tiempo o mil excusas, no lo han hecho posible. Como dice el Corrido “ahora si que va de veras”.

Entre otras cosas, los colaboradores de Nabarralde son los culpables de que este cursando el último año de la licenciatura de Historia, aunque realmente no sé si ponerlo en el debe o el haber, pues visto lo visto, lo que queda y no decae es lo que ya tenía, el cariño por Navarra y su historia

En diversas ocasiones he tenido el impulso de realizar más de una crítica, que voy a decir yo, constructiva. Tomo como hilo conductor de la misma al artículo de Luis Mª Mtz. Garate, LA SOBERANÏA PERDIDA, sin que por ello deba entenderse como un cuestionamiento de su contenido, sino como una guía de la que me sirvo para realizar una reflexión sobre lo que en ocasiones advierto en el tono de nuestra revista.

Vaya por delante que comparto la música del articulo en cuestión, la letra me genera más dudas. El “esplendor” del reinado de Sancho Garcés III coincide con la máxima extensión de los territorios en los que se mantiene influencias, si no de Navarra, si de un monarca vascón. Su ambición y ansias de poder bien pudieron influir en las tomas de posición de sus propios hijos y herederos, así como en las de los magnates que formaban parte del Reino de León, Condado de Castilla y el embrionario Reino de Aragón. La perdida de territorios del Reino fue más producto de la relación de fuerzas existente en su momento, en las que desde mi punto de vista hay que poner más el acento en la división interna, que en los intentos de dominio de los reinos vecinos, por lo demás, característica esencial del comportamiento expansivo de los reinos penisulares.

La singularidad de los procesos feudales en la Península Ibérica fueron realmente complejos. Sin duda hay que subrayar la especificidad del viejo reino, sin obviar la influencia de un entorno cultural, económico y político proveniente del norte. No en vano Sancho III impulso con fuerza el Camino de Santiago e introdujo a los monjes del Cluni, máxima expresión de lo que se entendía por cultura en occidente. El Derecho Romano y el arraigo de las comunidades gentilicias dan esa especificidad al “Derecho Pirenaico”, contando, también, con marcados matices feudales. Esa singularidad difícilmente puede ser definida, en mi modesta opinión, como “conjunto del pueblo organizado de Navarra”, pudiendo dar a entender, posiblemente no sea el propósito del autor, la existencia de una comunidad igualitaria ante el derecho imperante, es decir, una comunidad que mantiene los mismos derechos de propiedad, acceso a bienes comunales, equidad impositiva, aporte de trabajo a la comunidad, representación en concejos, curias o consejos, etc. Todo ello sin obviar que nos enfrentamos a un territorio escasamente poblado, probablemente los súbditos del “Restaurador” difícilmente llegarían a 12.000 fuegos o 60.000 personas, dando lugar, visto el desarrollo de la sociedad navarra, a una relación más estrecha, coincidiendo con el autor del articulo en lo interesante del caso.

Estimo que requiere algún matiz la referencia a las Juntas de Infanzones de Obanos. Sin poner en cuestión que podrían ser consideradas como “organizaciones cívicas”, no estaría de más subrayar que de ningún modo eran representativas de los sectores marginados o carentes de medios económicos relevantes , como podrían ser los collazos, pecheros, judíos y musulmanes.

La reorganización política que continua la dinastía Evreux tiene mucho que ver con el desarrollo político y administrativo seguido en Francia, como no podía ser de otra forma vista la procedencia e intereses del nuevo reinado. Los cargos de Senecal, Condestable y Mariscal, forman parte de la administración del “Hotel del Rey” ya en la Francia del siglo XII, que posteriormente se convierte en la Corte del Rey. Si se dispone de un documento financiero: “cuenta general para 1202 y 1203”; si muy al inicio del siglo XIV, en tiempos de Felipe El Hermoso y sus hijos, reyes de Francia y Navarra, éstos impulsan una “cámara de cuentas” y centralizan el tesoro en el Temple de París donde se deposita el dinero recaudado por bailes y prebostes, no creo que sea aventurado deducir que la Cámara de Comptos de Navarra podría participar de experiencias precedentes de la Francia capeta que dieron forma, sin duda desarrollada y adecuada a la situación económica del Reino de Navarra, a una institución de prestigio como la Cámara de Comptos. Sin descartar influencias más lejanas como las de la Inglaterra de Enrique II (Conde Anjou, Duque de Normandía, e influyente señor de Gascuña y Aquitania por su matrimonio con la Duquesa Leonor) que ya a inicios de siglo XII distinguían entre el Bajo Echiquier (tesorería) y el Alto Echiquier (Cámara de Cuentas) a quienes los sheriffs de los condados rendían cuentas de los territorios bajo su responsabilidad.

Qué duda cabe que el Príncipe de Viana contaba con una gran talla intelectual, no así política. En frente tiene a un gran intrigante, astuto y avezado político, nada menos que a su progenitor, Juan II. Éste último, apoyado por los agramonteses, usurpa los derechos legítimos de su hijo Carlos, contrae segundas nupcias con Juana Enríquez y colabora en la procreación del futuro Fernando, “el falsario”, encumbrado “prócer” que termina con la independencia del reino vascón. Eso sí, auxiliado por los beaumonteses que anteriormente defendieron con denuedo al Príncipe de Viana. Como se observará, situación compleja donde intervienen intereses de toda índole no exentas de contradicciones. Por no entrar en aspectos complejos donde los haya, como es el caso de los banderizos de las llamadas provincias vascas, donde la adjudicación de tendencias pro-navarras o castellanas puede considerarse un elemento secundario , variable en función de intereses o coyunturas atravesadas por los diferentes grupos banderizos, que cambian sus posiciones en función de toda índole de objetivos, menos de aquellos de carácter altruista.

Concluyendo, con el mayor de los respetos y admiración por los colaboradores de Nabarralde, de los que tengo mucho que aprender, y como no, agradecer el sinfín de aspectos de la historia de Navarra que han desvelado y dado a conocer, deshaciendo entuertos generados por los detentadores de la verdad oficial, quiero aportar una modesta reflexión. Quizás por propia experiencia vital, en la que no ha faltado la actividad política, por otra parte cosa muy común entre los de mi generación, me incline por incidir más en los propios conflictos internos de los protagonistas de la historia , en este caso de Navarra, que en los ataques externos de los rivales, en la mayoría de los casos enemigos, que por tales son mas previsibles que los propiciados por la cuña de la misma madera. No se me escapan las dificultades que Nabarralde pasa y pasará para encarrilar en buena dirección su objetivo: divulgar con el máximo rigor posible nuestra historia y combatir, en una desigualdad angustiosa de medios, la convenida verdad oficial sobre Navarra. Quizás por eso el asumir presuntos hechos que cuestionen, aunque sea parcialmente, nuestras ideas iniciales o preconcebidas supongan un gran esfuerzo personal y colectivo. Citando a Matthew Restall, “en los últimos años los historiadores se han implicado cada vez más en el problema de la subjetividad y nuestra incapacidad para eludirla”. Se me hace que este combate en el que están envueltos los historiadores de buena voluntad ha de hacerse interminable.

UN SALUDO SOLIDARIO