El eterno timo de la mayoría silenciosa

Escribo este artículo voluntariamente antes de que tenga lugar la manifestación unionista en Barcelona. No tengo ninguna duda de que cuando haya tenido lugar muchos de los titulares de la prensa unionista serán variaciones sobre el concepto del «despertar de la mayoría silenciosa». Un concepto en sí mismo contradictorio: cuando una entidad silenciosa se expresa, ya no es silenciosa. El titular, por tanto, debería ser más breve: «El despertar de la mayoría», pero también sería falso ya que una mayoría, en democracia, sólo puede medirse en elecciones o referendos y que el unionismo no obtuvo la mayoría de votos ni en las últimas elecciones al Parlamento de Cataluña ni en el referéndum de independencia. Quedaría pues, «El despertar», como un título de novela. Pero, por supuesto, un titular periodístico debe precisar quién ha despertado y debería ser, pues: «El despertar unionista». Pero el término «unionista» indica una preferencia ideológica, política o nacional y, por tanto, deja un espacio libre, el espacio de los que tienen otra preferencia, el espacio del otro campo. Como no es tolerable que un titular de prensa unionista deje entender que reconoce la existencia de otro campo -eso sería reconocer que este otro campo tiene el derecho de existir y, sobre todo, de ganar elecciones y referéndums- entonces sólo les queda, para remachar su superioridad, «El despertar de la mayoría silenciosa». Ya estamos otra vez. Así piensan dominar, así piensan haber ganado sin necesidad de pasar por engorrosos comicios que se pueden perder.

El concepto de «mayoría silenciosa» es un concepto práctico y nunca ingenuo. Es, a menudo, el marcador de un deseo de manipulación de la opinión pública, a la que se quiere hacer creer que de nada sirve manifestarse ni organizarse, ya que, dispersos por pueblos y ciudades, velan los que están privados de voz por la minoría activa y que, algún día, a la hora justa, se despertarán. Y volverán a poner orden. Si, en siglos pasados, la «mayoría silenciosa» designaba a los muertos, siempre más numerosos que los vivos, es sobre todo a partir de los años sesenta cuando este concepto fue empleado en el espacio político. Richard Nixon, durante la guerra de Vietnam, hizo un uso frecuente del mismo para justificar su política como, en Francia, lo hicieron los conservadores después de Mayo del 68. Y como lo hace Marine Le Pen, por ejemplo. Utilizar el concepto de «mayoría silenciosa» equivale a tachar a los adversarios de «minoría ruidosa», es decir a descalificarlos, a menospreciarlos, tanto por su cantidad como por sus características. Ya hace años que, en Cataluña, este concepto sirve para condenar los independentistas a los destinos más funestos, predecir grandes cambios repentinos el día que esta mayoría salga de su silencio. Y a no hacer caso de los resultados de las elecciones o los referendos.

Ayer, en Barcelona, los manifestantes dejaron de ser silenciosos y esto es una buena noticia para la democracia, pero una buena noticia sólo relativa: numerosos o no, los manifestantes no podían sustituir en ningún caso al sufragio universal, como tampoco, y lo sabemos perfectamente, no puede sustituirlo ninguna manifestación de la Diada. Pero el virus de la demagogia que hace estragos en las filas unionistas les impulsará a pretender que la calle unionista sustituye con creces un referéndum. Porque la mayoría silenciosa, por definición es impalpable, incontable tanto como no se expresa, puede servir siempre y en cualquier circunstancia y es la aliada indefectible de cualquier discurso de mala fe. Bordea el grado cero de la argumentación política. Por eso encuentro muy preocupante que algunos diarios, como por ejemplo el prestigioso Le Monde, hayan utilizado este concepto, a menudo sin comillas, para anunciar la manifestación unionista. Pensar, desde el complejo de superioridad francés, que la independencia de Cataluña es nefasta es una opción legítima, aceptar sin filtro deontológico el vocabulario ideológico de uno de los campos es una falta profesional. Pero supongo, claro, que ya no viene de aquí. Muchos intelectuales y políticos de las capitales de imperio realizan esfuerzos evidentes para borrar de su memoria las imágenes de violencia de estado del 1 de octubre: cualquier cosa ayuda para volver a una situación normal de solidaridad espontánea entre estados constituidos y consolidados, incluso la asunción de conceptos vagos, potencialmente mentirosos e intelectualmente deshonestos.

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