La relevancia de la “nada”

¿Por qué un norteamericano puede celebrar el Día de la Independencia y no ser independentista? ¿Por qué un español o un francés pueden clamar a favor del patriotismo y a la vez abominar de los nacionalistas catalanes y bretones? Una buena manera de entenderlo la propone el artículo que acaba de publicar la socióloga británica Susie Scott en la revista ‘Sociology’ (1-17) con el título ‘A sociology of nothing: understanding the unmarked’. La idea de fondo es que la sociología convencional sólo estudia los hechos que se manifiestan explícitamente y suele ignorar los fenómenos no marcados. En cambio, la “sociología de la nada” reclama la atención hacia la no-identificación, la no-participación o la no-presencia, es decir, para la discreción identitaria, la inactividad, la ausencia o el silencio, cuatro dimensiones de este espacio social tácito.

Efectivamente, los conflictos identitarios sólo se manifiestan en situaciones de crisis, mientras que las identidades se vuelven confortables cuando logran pasar desapercibidas. Asimismo, la relación habitual con el espacio público es la indiferencia, lo que explica la obsesión de las políticas públicas por los llamados “procesos participativos” para implicar al ciudadano, dicho sea de paso, con un éxito escasísimo. Y, ciertamente, el silencio de la mayoría sólo es roto de manera forzada por los estudios de opinión que, poniendo al entrevistado entre la encuesta y la pared, lo violentan para que tome partido sobre cuestiones de las que no sabe nada, en las que nunca ha pensado y que, probablemente, tampoco le interesan.

Esta “nada”, sin embargo, no está socialmente vacía: simplemente no está marcada. Por eso, quien tiene un Estado que salvaguarde la independencia de la nación puede dejar de ser independentista. Y quien tiene una patria reconocida puede dejar de ser nacionalista. Claro que en la medida en que el “no ser” o el “no hacer” no está socialmente marcado, es muy fácil apropiárselo de manera fraudulenta. Basta recordar la instrumentalización de lo que el franquismo llamó “mayoría silenciosa”, ahora recuperada por la política española para enfrentarse a los catalanes que han alzado la voz para expresar su voluntad soberana. Esta “nada” es también el silencio de quienes, cuando votan, revientan las previsiones de los sondeos electorales sea en Estados Unidos, el Reino Unido o en Holanda. O es, todavía, la causa de aquellas ausencias públicas forzadas por las estrategias de la corrección política, tan ingenuas como bienintencionadas, que creen que el mundo se cambia forzando estados públicos de opinión con coacciones a la libertad de expresión o con linchamientos simbólicos de los adversarios. Tarde o temprano, las opiniones reprimidas acaban colándose por las grietas del edificio social.

Ya sé que en democracia la “nada”, la abstención, no cuenta. Como en la ‘mesa de Bernat’, en la que quien no está no cuenta (*). Pero para el análisis y la comprensión de la sociedad -y también de la realidad política- es tanto o más relevante la ausencia que la presencia, el silencio que la voz, la inhibición que la participación o las identidades mudas que las que gritan. Por eso, en el debate político que nos tiene tan ocupados, los silencios, las ausencias o las inhibiciones también deberían merecer atención. Interesaría saber quién y por qué no se siente interpelado por la aspiración a la independencia. Sería pertinente poder conocer cuáles son las incomodidades que quieren esquivar los silencios y las ausencias. O se debería estudiar si lo que calificamos como una indecisión no es una vía para evitar tener que tomar partido en un conflicto en el que, simplemente, no se quiere participar.

En cualquier caso, tengamos presente que las clamorosas ausencias, indiferencias e inhibiciones sociales que señala esta sociología de la “nada” son las que acaban determinando los límites de la legitimidad de quienes participan, hablan, actúan y exigen ser reconocidos.

(*) Refrán catalán: “A la taula d’en Bernat, qui no hi és, no hi és comptat”. “Quien llega tarde no cuenta” (Traducción propia)

ARA