En busca de una explicación sobre Rabell y Coscubiela

Estos días miraba con preocupación las cuentas de Twitter de los jefes de filas de ‘Cataluña Sí se Puede’. Con preocupación porque pensaba que no debe ser fácil de convivir con tanta acidez estomacal. Lo suyo es un mal vivir. Hay algo que les pone muy nerviosos y no acababa de averiguar qué sería.

Primero pensé que habría un pacto secreto en la política catalana fuera del alcance de ciudadanos y periodistas por el que era obligatorio que alguien hiciera el papel de Duran. Y que al principio de legislatura quizá se hace un sorteo -también secreto- para decidir quiénes serán los diputados que tendrán que aprender el papel y actuar con la perfección máxima. Pensaba que quizás les había tocado a ambos representar esta figura del indefinido que embiste con fuerza a los valientes que deciden dar un paso adelante, una actitud que les pone en evidencia a ellos, que quedan un paso atrás.

Pero pronto entendí que no podía ser. Que sería demasiada casualidad que hubiera tocado el mismo papel a dos diputados del mismo grupo y con cargos tan destacados. Debía ser alguna otra cosa. Repasé sus historias, las que se desprendían de las entrevistas y los reportajes publicados hasta ahora, por si encontraba un vuelco dramático que justificara esta acritud que gastan contra la voluntad soberana de decidir el futuro del país. Pensaba que quizás algún hecho biográfico podía explicar esta actitud más agresiva que la de los políticos más unionistas de todos.

Pero tampoco supe encontrar nada. No había ningún agravio ni nada que pudiera dar sentido a la situación actual. Debía ser alguna otra cosa. ¿Cómo podía ser que este dúo hubiera sido el pregonero más entusiasta de la campaña de El País contra Lluís Llach? Ambos saben perfectamente quién es Llach y cuál es su compromiso con la democracia y el respeto de los derechos y las libertades de las personas. ¿Cómo puede ser que se hayan borrado las huellas dactilares de tanto retwittear porquería contra Llach?

No sé si encontraré alguna vez la explicación de esta actitud. Cuento con que hay una explicación razonable que, cuando la encuentre, diré: ‘¿Cómo es que no lo había pensado?’ Supongo que algún día encontraré una explicación que me permita entender por qué personas que se han pasado la vida reivindicando que se debe dar la voz al pueblo ahora apoyan a los que quieren impedirlo. Supongo que podré entender por qué un demócrata de izquierdas quiere dar todo el poder contra la voz de su pueblo a un presidente autoritario como Rajoy. Supongo que entenderé también por qué este añorado militante republicano defiende que haya que adaptarse siempre a las reglas de juego de una monarquía heredera de la dictadura. Supongo que entenderé por qué Rabell y Coscubiela son considerados los adversarios más feroces del independentismo en el parlamento.

Algún día he pensado que era por celos. Porque el independentismo ha hecho una revolución democrática y social que ellos no han sabido poner en marcha. Una revolución que, por si fuera poco, ha sumado el compromiso e, incluso, el liderazgo de un espacio político que había ocupado Convergencia hasta hace un año. Y, para ellos, esto es más fuerte que los proyectos, las coherencias con los principios, las convicciones y las ideas. No pueden soportar que Convergencia les haya adelantado en un proceso de eso que ahora se llama ’empoderamiento popular’.

Rabell y Coscubiela se habrían podido añadir a la revuelta democrática en lugar de poner trabas al proceso. Rabell y Coscubiela habrían podido ser coherentes con la trayectoria política histórica del espacio que representan en el parlamento. ¿Cómo se puede ser de una candidatura llamada ‘Catalunya Sí se Puede’ y luego pasarse los días diciendo ‘no se puede’, ‘no se puede’, ‘no se puede’…?

Yo creo que la mayoría soberanista pro-democracia del parlamento está en condiciones todavía de acoger a este sector que representan Rabell y Coscubiela y dejar atrás todo este periodo de malas digestiones y agruras excesivas. La independencia la harán los primeros, los que ya estaban hace cuarenta años, y los últimos que lleguen. Si lo desean, y ya no les queda mucho tiempo, también la pueden hacer los Rabell y Coscubiela. ¡Ánimo, vamos!

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