Con técnica bonapartista

Mientras aquí se declaraba la República, en París, el escritor, periodista y diplomático italiano Curzio Malaparte publicó un libro de obligada lectura: ‘Tecnica del colpo di Stato’. He pensado al leer la entrevista que El Mundo ha hecho a Juan Luís Cebrián, fundador de El País y presidente del Grupo Prisa. Malaparte se sintió fascinado por Mussolini y militó en el fascismo, pero después de la Segunda Guerra Mundial se hizo comunista. Cebrián fue joven promesa de los medios del franquismo, posteriormente lideró el diario del progresismo oficial y ahora, veterano autosatisfecho, ya no tiene manías para comparecer como un servidor del Estado más allá de todo color ideológico.

La entrevista a Cebrián tiene un gran mérito: ubica el conflicto catalán en su verdadera dimensión: es un asunto de poder, ergo es un asunto de fuerza, ergo es un asunto de violencia. El periodista y empresario dice: “el poder es esencial en la política. Y Cataluña no tiene poder político para separarse de España”, y añade que “el poder es el resultado de un conjunto de cosas: votos, conciencia social, dinero, armas”. Tiene razón: el independentismo, precisamente, quiere la secesión para empoderar la nación. En un contexto de interdependencias y soberanías reformuladas, pero todavía muy determinantes. Por ejemplo, Alemania acoge refugiados mientras España no.

Poder. ¿qué quiere decir? Aquí quiere decir quién puede (y quién no puede) usar la violencia. Si tienes Estado, tienes el monopolio de la violencia; si no tienes Estado, te pueden aplicar el delito de sedición. Cebrián es claro al respecto, lo aprendió cuando el tardofranquismo iba fusilando personal: “El Gobierno Tiene que ejercer su poder legitimo. Hasta ahora no lo ha hecho. Ha desviado su responsabilidad hacia el TC. Mas No tiene prácticamente ningún poder político. Solo tiene el apoyo de sus medios afines, un poder relativo, y unos 10.000 o 100.000 manifestantes”. La receta del periodista es sencilla: ” El artículo 155. suspendes el Gobierno de la Generalitat. Al presidente de la Generalitat. A la presidente del Parlamento. A uno, dos, tres cargos públicos. A los que hayan convocado el referéndum. Acabados. Ocupas tú el poder”. Esta última frase es importante y conecta con una idea que se ha repetido en las últimas semanas desde el Ejecutivo Rajoy: Enric Millo es el delegado gubernamental y es una autoridad principal en Cataluña. Traducido: Millo es un comodín. En algunos despachos de Madrid, estudian con afición el 6 de octubre de 1934, en el que buscan inspiración, más allá de las enormes distancias de todo tipo. Por ello tachan a los políticos independentistas de “golpistas”.

Pero los golpes de Estado los hacen siempre los que tienen poder, como sabe bien Cebrián. Los que no tienen poder hacen otras cosas, como cadenas de gente dándose las manos. Y aquí es donde Malaparte -que analizó diversos golpes a lo largo de la historia- nos ilumina y nos avisa.

En ‘Técnicas del golpe de Estado’, Malaparte escribe que “el principio fundamental que regula la táctica bonapartista es la necesidad de conciliar el uso de la violencia con el respeto a la legalidad. Este principio es de una naturaleza tan delicada que requiere la tarea de ejecutores disciplinados y poco numerosos, acostumbrados a obedecer la voluntad de sus jefes y a moverse según un plan establecido hasta el último detalle”. El italiano nos lo afina -que diría aquel- y va más allá: “no es sólo un juego de fuerza, es sobre todo un juego de control y habilidad” que recuerda “una partida de ajedrez” donde “los políticos representan un papel bastante menos importante, en apariencia, que los ejecutantes”. Debe parecer que la democracia no se traiciona a sí misma.

Por eso, aunque Cebrián no excluye la intervención de la Guardia Civil, debemos esperar otra escenografía, menos castiza. que no recuerde el 23-F de Tejero, que no escandalice la buena gente demócrata y civilizada de Bruselas, Berlín o Londres.

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